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“Dibujamos con lápiz y papel nuestros sueños, dolores y la tragedia que estamos atravesando para llevar el mensaje a la gente y al mundo”, dijo una de las profesoras de arte de la academia “Siete Colores”, en Kabul, Shakar Rustami, y organizadora de una exposición que la semana pasada exhibió 120 cuadros donde las 35 alumnas de la academia transmitían sus vivencias.
Rustami, de 18 años, fue una de las miles de afganas que vio truncada su carrera académica cuando los talibanes prohibieron la educación femenina secundaria, lo que le empujó a unirse a esta academia para enseñar a pintar a otras chicas como ella.
Durante tres días, la exposición mostró las creaciones en las que las alumnas relataron gráficamente la represión sufrida en estos dos años y experiencias cercanas como atentados que habían azotado sus vidas.
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Ese fue el caso de una pintura que mostraba a una niña con su bolígrafo y cuaderno manchados de sangre sobre su pupitre, representando el ataque suicida contra un instituto en el que resultó gravemente herido el hermano mayor de su pintora, Zulaikha Amini.
Ella cursaba el tercer año de Psicología en la Universidad de Kabul cuando los talibanes prohibieron a las mujeres continuar con su formación universitaria y ante la falta de recursos en su familia, donde solo trabajaba su padre, decidió convertirse en una artista.
Goteo de restricciones
Dentro del amplio abanico de restricciones que afrontan las afganas como ellas, que incluyen el veto a la educación secundaria y universitaria o al trabajo, o la imposición del burka en lugares públicos y de ir a acompañados de un familiar masculino en trayectos largos, la pintura es uno de los pocos derechos que las mujeres no han visto erradicados, de momento, en Afganistán.
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Por lo que Amini resaltó que el propósito de la exposición “era motivar a las niñas y mujeres angustiadas y mostrar” su talento, mientras las mantiene “ocupadas para sobrevivir en esta situación tensa”.
Una tensión que también se esforzaba por retratar otro cuadro situado a unos pocos metros de distancia, donde se observaba el ojo de una mujer con un pañuelo y con lágrimas en su rostro, que según su artista, Marzia, simbolizaba “la tragedia de las mujeres y niñas afganas”.
A pesar de que la totalidad de las alumnas de la academia son mujeres, también cuenta con varios profesores varones, lo que propició que uno de ellos permaneciera arrestado durante dos días por las autoridades del todopoderoso Ministerio de Propagación de la Virtud y Prevención del Vicio, ya que los talibanes prohíben que los hombres y las mujeres trabajen en un mismo espacio.
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Razón por la que el fundador de la academia, Ranji Khan, explicó a EFE que organizaron la exposición al margen del Gobierno talibán, puesto que no solo se saltaban esta prohibición, sino que también pasaban por alto aquella que veta los dibujos de figuras humanas, por ir en contra de la ley islámica o Sharia.
Una desobediencia que, al mismo tiempo, se convirtió en una llamada de socorro hacia la comunidad internacional, a la que Amini pidió ayuda y reclamó que “no debería reconocer al Gobierno talibán hasta que (este) reconozca a las mujeres”.