El arte de evadir la dictadura
Luego del Golpe de Estado de 1973, una red de artistas resistentes dio a conocer a nivel internacional lo que ocurría en Uruguay; la dictadura se percató de ello hasta 1977. Mientras tanto, una escritora, que años antes escribió lo que ocurriría, intentaba sobrevivir al régimen uruguayo y al régimen franquista.
Maria Paula Lizarazo Cañón
Para 1971, la uruguaya Cristina Peri Rossi había escrito La rebelión de los niños, el cuento de Rolando y Laura, que sucede en la exposición organizada por el Centro de expresión infantil, donde ovejas descarriadas, como ellos dos, exponían su expresión ‘artística’ mediante la cual se suponía iban a curarse los genes de la herencia subversiva de sus padres.
En 1973 ocurrió el Golpe de Estado, comandado por Juan María Bordaberry y apoyado por grandes asociaciones nacionales y extranjeras, y por el gobierno de los Estados Unidos en el marco de la Operación Cóndor, que contribuyó con una estrategia de Terrorismo de Estado para que en los países del cono sur no hubiese oposición alguna a los regímenes y así no se alteraran sus nexos con Estados Unidos. Inmediato al Golpe de Estado en Uruguay, hubo dos semanas de protestas ininterrumpidas –“Huelga general”-, por parte de grupos estudiantiles y de trabajadores, hasta que la fuerza terminó por imponerse sobre la palabra y se instauró la dictadura. A partir de entonces y hasta 1985, sucedieron una serie de represiones, encarcelamientos, torturas, desapariciones y asesinatos.
Esta vez, una vez más, la literatura dio un paso adelante de la historia, revelando, siempre revelando... Cristina Peri Rossi nació en Montevideo en 1941. Gracias al apoyo de su madre, Julieta Rossi, estudió biología y logró una licenciatura en Literatura Comparada. Publicó Viviendo, su primer libro de relatos, en 1963. Incluso antes de la dictadura, en 1972, tuvo que exiliarse en España: ya era una señal de amenaza para el Gobierno.
A lo largo de la dictadura, sus obras y su nombre mismo fueron censurados en los programas de educación y en los medios de comunicación. Su compañero de exilio fue Eduardo Galeano. Pero Peri Rossi solo pudo estar dos años en España: señalada también por el franquismo, a comienzos de 1974 tuvo que huir a París. Ese mismo año se labraban las primeras resistencias al interior de Uruguay; la inteligencia detrás de varias de esas resistencias fue su resguardo en el arte, pues sin poner en evidencia temas políticos, pasó desapercibido su rechazo a las violaciones de Derechos Humanos que se daban en el país.
Durante los 12 años de dominio, la dictadura cerró la Escuela Nacional de Bellas Artes, por lo que entonces surgieron numerosos talleres independientes para artistas. La única institución para el arte que fue apoyada económicamente por el Gobierno fue el Museo Nacional de Artes Visuales de Uruguay; allí, en esos años, solo artistas estadounidenses y europeos expusieron.
Entre los lugares de encuentro de intelectuales y artistas en resistencia, con total independencia cultural, y levantados con las uñas y unas migajas, estaban la Feria de libros y grabados -que acogió a artesanos, editoriales, músicos y fotógrafos-, el Club de grabado de Montevideo, la Cinemateca uruguaya, el Teatro circular, la Galería U, y la Galería Losada. Una red de “Arte de Resistencia Uruguayo”, impulsada por artistas, intelectuales y militantes del Partido Comunista Uruguayo, tomó fuerza a partir del ‘arte correo’, la ‘poesía visual’ o el ‘dibujazo’. Así, a través de la red de arte correo, se fue sabiendo internacionalmente lo que ocurría en Uruguay; este ‘movimiento’, se dio también en Argentina, Brasil y Chile.
En 1975, se presentó la primera exposición de arte correo en el país, en la Galería de Arte de Buenos Aires; de igual modo en Brasil, bajo el nombre de “Exhibición internacional de arte correo”, cerrada después por las autoridades.
Entre los principales expositores uruguayos, estaban Clemente Pedín, Haroldo González y Jorge Caraballo, quien se dedicó a la poesía visual con los pocos y desgastados trozos de cartón, cartulinas y sellos que iba encontrando.
La dictadura no le prestó tanta atención a la cultura, más allá de cerrar algunos lugares y recortar el presupuesto al arte, fue hasta 1977 que se percató de esta red artística que se le oponía y crecía, entonces cerró la Galería U, la Galería Losada, y varios artistas se exiliaron.
A finales de 1974 Cristina Peri Rossi regresó a España, después obtuvo la nacionalidad y no volvió a vivir a Uruguay. Continuó su carrera de catedrática y se dedicó a escribir literatura y en los periódicos El País, La Vanguardia, El Mundo, entre otros.
En una afirmación recogida por el diario mexicano La Izquierda, Peri Rossi dijo: “Yo sufrí, sufrí muchísimo, pero no publiqué el libro que escribí en el exilio, los poemas. No quise publicarlos hasta que no cayera la dictadura. Me parecía que cultivar el dolor era una manera de hacerlo más fuerte. Mientras, lloraba porque no estaba en Uruguay. Participaba en la vida española, diciéndome a mí misma –haciendo honor al internacionalismo socialista– que era lo mismo combatir a Franco que a Videla o a Pinochet, o al dictador de mi país. Y que era lo mismo luchar por el socialismo en España que en Uruguay. Pero lo que sí se pierde es la historia personal, los nombres y los recuerdos que no se pueden compartir”.
A 44 años de la dictadura se siguen exigiendo respuestas contra la impunidad y el misterioso silencio. Las marchas lideradas por un “nunca más”, con pancartas con las fotografías de muchos de los desaparecidos frente al Parlamento, e incluso un Petitorio Internacional en repudio a la impunidad, son la realidad nostálgica de Uruguay.
Quizás, ante tanto que se ha callado, es un alivio que Peri Rossi se adelantara a escribir antes de que llegaran los historiadores, los de la Historia oficial, los que, en parte, tienen a un país, después de tantos años, inmerso en la incertidumbre.
Para 1971, la uruguaya Cristina Peri Rossi había escrito La rebelión de los niños, el cuento de Rolando y Laura, que sucede en la exposición organizada por el Centro de expresión infantil, donde ovejas descarriadas, como ellos dos, exponían su expresión ‘artística’ mediante la cual se suponía iban a curarse los genes de la herencia subversiva de sus padres.
En 1973 ocurrió el Golpe de Estado, comandado por Juan María Bordaberry y apoyado por grandes asociaciones nacionales y extranjeras, y por el gobierno de los Estados Unidos en el marco de la Operación Cóndor, que contribuyó con una estrategia de Terrorismo de Estado para que en los países del cono sur no hubiese oposición alguna a los regímenes y así no se alteraran sus nexos con Estados Unidos. Inmediato al Golpe de Estado en Uruguay, hubo dos semanas de protestas ininterrumpidas –“Huelga general”-, por parte de grupos estudiantiles y de trabajadores, hasta que la fuerza terminó por imponerse sobre la palabra y se instauró la dictadura. A partir de entonces y hasta 1985, sucedieron una serie de represiones, encarcelamientos, torturas, desapariciones y asesinatos.
Esta vez, una vez más, la literatura dio un paso adelante de la historia, revelando, siempre revelando... Cristina Peri Rossi nació en Montevideo en 1941. Gracias al apoyo de su madre, Julieta Rossi, estudió biología y logró una licenciatura en Literatura Comparada. Publicó Viviendo, su primer libro de relatos, en 1963. Incluso antes de la dictadura, en 1972, tuvo que exiliarse en España: ya era una señal de amenaza para el Gobierno.
A lo largo de la dictadura, sus obras y su nombre mismo fueron censurados en los programas de educación y en los medios de comunicación. Su compañero de exilio fue Eduardo Galeano. Pero Peri Rossi solo pudo estar dos años en España: señalada también por el franquismo, a comienzos de 1974 tuvo que huir a París. Ese mismo año se labraban las primeras resistencias al interior de Uruguay; la inteligencia detrás de varias de esas resistencias fue su resguardo en el arte, pues sin poner en evidencia temas políticos, pasó desapercibido su rechazo a las violaciones de Derechos Humanos que se daban en el país.
Durante los 12 años de dominio, la dictadura cerró la Escuela Nacional de Bellas Artes, por lo que entonces surgieron numerosos talleres independientes para artistas. La única institución para el arte que fue apoyada económicamente por el Gobierno fue el Museo Nacional de Artes Visuales de Uruguay; allí, en esos años, solo artistas estadounidenses y europeos expusieron.
Entre los lugares de encuentro de intelectuales y artistas en resistencia, con total independencia cultural, y levantados con las uñas y unas migajas, estaban la Feria de libros y grabados -que acogió a artesanos, editoriales, músicos y fotógrafos-, el Club de grabado de Montevideo, la Cinemateca uruguaya, el Teatro circular, la Galería U, y la Galería Losada. Una red de “Arte de Resistencia Uruguayo”, impulsada por artistas, intelectuales y militantes del Partido Comunista Uruguayo, tomó fuerza a partir del ‘arte correo’, la ‘poesía visual’ o el ‘dibujazo’. Así, a través de la red de arte correo, se fue sabiendo internacionalmente lo que ocurría en Uruguay; este ‘movimiento’, se dio también en Argentina, Brasil y Chile.
En 1975, se presentó la primera exposición de arte correo en el país, en la Galería de Arte de Buenos Aires; de igual modo en Brasil, bajo el nombre de “Exhibición internacional de arte correo”, cerrada después por las autoridades.
Entre los principales expositores uruguayos, estaban Clemente Pedín, Haroldo González y Jorge Caraballo, quien se dedicó a la poesía visual con los pocos y desgastados trozos de cartón, cartulinas y sellos que iba encontrando.
La dictadura no le prestó tanta atención a la cultura, más allá de cerrar algunos lugares y recortar el presupuesto al arte, fue hasta 1977 que se percató de esta red artística que se le oponía y crecía, entonces cerró la Galería U, la Galería Losada, y varios artistas se exiliaron.
A finales de 1974 Cristina Peri Rossi regresó a España, después obtuvo la nacionalidad y no volvió a vivir a Uruguay. Continuó su carrera de catedrática y se dedicó a escribir literatura y en los periódicos El País, La Vanguardia, El Mundo, entre otros.
En una afirmación recogida por el diario mexicano La Izquierda, Peri Rossi dijo: “Yo sufrí, sufrí muchísimo, pero no publiqué el libro que escribí en el exilio, los poemas. No quise publicarlos hasta que no cayera la dictadura. Me parecía que cultivar el dolor era una manera de hacerlo más fuerte. Mientras, lloraba porque no estaba en Uruguay. Participaba en la vida española, diciéndome a mí misma –haciendo honor al internacionalismo socialista– que era lo mismo combatir a Franco que a Videla o a Pinochet, o al dictador de mi país. Y que era lo mismo luchar por el socialismo en España que en Uruguay. Pero lo que sí se pierde es la historia personal, los nombres y los recuerdos que no se pueden compartir”.
A 44 años de la dictadura se siguen exigiendo respuestas contra la impunidad y el misterioso silencio. Las marchas lideradas por un “nunca más”, con pancartas con las fotografías de muchos de los desaparecidos frente al Parlamento, e incluso un Petitorio Internacional en repudio a la impunidad, son la realidad nostálgica de Uruguay.
Quizás, ante tanto que se ha callado, es un alivio que Peri Rossi se adelantara a escribir antes de que llegaran los historiadores, los de la Historia oficial, los que, en parte, tienen a un país, después de tantos años, inmerso en la incertidumbre.