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Los retratos hablan desde las miradas. Estas comunican por sí solas, exponen sentimientos, pensamientos e ilusiones. Las miradas de los retratos hechos por Andrés Martí a ocho personas privadas de su libertad en cárceles colombianas hablan de esperanzas y segundas oportunidades. Hablan del lado más humano de estas personas, de sus aspiraciones y su vida más allá de las rejas que ahora los retienen. “Soy humano y cometí errores pero tengo razón de ser, tengo sentimientos, lloro y río” dice José Benítez, uno de los retratados. Y son esos aspectos extremadamente humanos los que se ven plasmados en su fotografía.
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Fueron ocho los retratos que hizo Martí, todos estos a personas privadas de la libertad en la cárcel la Modelo y el Buen Pastor. Las fotografías coloridas y repletas de flores llevaron al artista a denominar la exposición como Reverdecer. Dicha palabra quería hacer referencia a que la naturaleza no es la única capaz de resurgir y renacer en los momentos de sequía o inundación. El artista quería mostrar que los seres humanos también son capaces de renacer en sus momentos de sequía, de desesperación, de falta de ilusiones y motivos para vivir; o de esos momentos de inundación de tristezas, miedos e inseguridades. Todos estos podrán verse en las calles de La Candelaria en la feria de arte Barcú esta semana.
“Los retratos tienen plantas y flores por una razón: así como las plantas, estas personas retratadas fueron ‘podadas’ con el propósito de que reverdezcan” comenta Martí al respecto. Por esa razón, las personas retratadas participaron desde el momento mismo del inicio del proyecto y a través de conversaciones, diálogos y discusiones pudieron obtener el resultado final. Todo se llevó a cabo bajo el supuesto de que el arte transforma, abstrae a las personas de sus realidades, a veces complicadas, y sobre todo es una forma de curación en lo más profundo del ser humano.
El arte como vehículo a segundas oportunidades es, precisamente, la apuesta que hace la Fundación Acción Interna (FAI) desde que se fundó en 2013. Su creadora, la actriz colombiana Johana Bahamón, está convencida sobre el poder transformador del arte y dice que “es una herramienta de sanación, transformación y canalización de emociones.” Desde ese principio, la fundación ha lanzado una importante cantidad de iniciativas artísticas como el Festival Nacional de Teatro Carcelario. Bahamón dice que esto se constituyó como “un espacio en el que seis cárceles del país presentan su obra en un lugar fuera del centro de reclusión, permitiendo un encuentro de reconciliación entre la población carcelaria y civil”
Así pues, todos estos proyectos buscan resignificar y eliminar los estereotipos que rodean a la población carcelaria. De esta manera, los organizadores buscan sacar lo más humano de las personas, y el arte es, sin duda, el instrumento más adecuado para acercarse a esa esencia especial que solo poseen los seres humanos. El arte rescata la humanidad, la enaltece y muestra que sea cual sea el estatuto de una persona, dentro de sí sigue persistiendo una esencia creadora. Reverdecer quiere ser una muestra de ello, pues, desde sus ocho retratos, quiere representar a las 124.000 personas privadas de la libertad “que han cometido un error y, como cualquier ser humano, merecen una segunda oportunidad”, afirma Bahamón.
Por su lado, para Martí definitivamente los retratos eran una manera adecuada de cumplir con ese objetivo. En la medida en que desde muy pequeño supo que estos mezclados con el collage son una forma de “crear universos que juegan entre la realidad y la ficción”. En Reverdecer juega la realidad del encarcelamiento, con el deseo de libertad física y sobre todo, mental de los reclusos. Fue una forma de liberarse de la cárcel, pero también de los barrotes y los límites que se forjaban en cada uno de ellos, desde adentro.
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Para Benítez “el arte siempre va a ser libertad de expresión y comunicación”; por eso, para él, la experiencia significó una libertad de lo más profundo de su ser. Con la gestación final de la obra, también surgió una seguridad que para él fue incalculable. “Ahora que conozco el resultado del proyecto, me siento orgulloso de ser gay, de demostrar que no somos criminales como la gente nos dice que somos a las personas que caemos en una cárcel”, afirma Benítez.
Por eso, la obra de arte para él fue una forma de salirse por un momento de los barrotes que lo mantienen encarcelado en La Modelo, pero también de esos barrotes que representan los estereotipos de género y de orientación sexual que todavía existen en la sociedad colombiana. La experiencia también lo llevó a sentirse un “ser único y diferente, además de especial al escogerme entre tantos hombres privados de la libertad y como representante de la comunidad LGTBI”. Benítez, como los otros reclusos que participaron en el proyecto “reverdecieron”, pues, le dieron un nuevo sentido a su paso por la cárcel e hicieron de sus historias de vida, una obra de arte.