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¿Cómo llegó al proyecto de Pacífico Master Beat Kids?
Fui a Quibdó y me contacté con Brian Pineda y el maestro Constantino Herrera. Ellos vinieron a hacer las audiciones para seleccionar a los niños de las fundaciones que tenían priorizadas para el proyecto Master Beat Kids. Después de contactarme ingresé al proyecto para fortalecer la técnica vocal.
Hablemos sobre el álbum de villancicos que está desarrollando con los niños.
El proyecto está enfocado en la grabación de 10 villancicos chocoanos, como un regalo de Navidad para Quibdó. El maestro Constantino seleccionó las canciones y también hay una creada por los propios niños. Después de seleccionar a los niños para trabajar en los villancicos, ellos se han estado preparando para grabar en el estudio. Se estudiaron diferentes compositores y obtuvimos su aprobación para usar sus canciones. Una vez que el maestro Constantino obtuvo las respuestas, se planificó un concierto para presentar lo que saldrá en el álbum. Sábado tras sábado los hemos preparado en afinación, la interpretación y el mensaje de la letra. La idea es que lo que suene en el CD sea lo mismo que en el concierto.
¿Qué es lo más gratificante de trabajar con niños y niñas?
Es muy satisfactorio y gratificante trabajar con niños, especialmente cuando tienen un trabajo inicial de entrenamiento. En poco tiempo uno puede moldearlos y orientarlos. Esa es nuestra labor: hacer que el niño entienda que tiene un instrumento como la voz, que puede manipular, aunque sea interno. Hay que enseñarles a cuidarlo y trabajarlo con técnicas para que se desarrolle. Considero que no existen niños desafinados, ya que la voz es un instrumento que se construye día a día. Aquellos que practican en casa avanzan más rápido que los que solo aprenden en clase. Además, algunas personas nacen con una predisposición natural para la música, conocida como “vena artística”, lo que facilita que ciertos niños canten de forma innata y contribuyan a un coro homogéneo y técnicamente adecuado. Sin embargo, es esencial entender que no se le puede exigir a un niño cantar como un adulto.
¿Cuáles han sido los desafíos de trabajar con ellos?
El proyecto Pacífico Master Beat Kids representa un reto significativo, especialmente debido al tiempo limitado. A pesar de esto, los niños han asimilado las canciones y han asumido el proceso con gran responsabilidad. Aunque no se espera que se conviertan en cantantes profesionales en tan poco tiempo, algunos ya tenían experiencia gracias a los años de trabajo en mi Fundación de Arte Integral Estrellitas. Estos niños más avanzados ayudan a los que están comenzando, creando un entorno colaborativo, donde todos son igualmente importantes y las exigencias se adaptan al nivel del grupo. El aprendizaje se centra en escuchar, repetir y escribir letras, evitando el uso de partituras para fomentar la soltura y la conexión emocional en el escenario. Además, el desafío de unir a niños de diversas zonas de Quibdó implica enfrentar contextos de violencia y necesidades económicas. El objetivo es que la música se convierta en una motivación y un estilo de vida que los aleje de influencias negativas, convirtiéndose en un instrumento de transformación y sanación en sus entornos.
Con lo que dice, ¿el arte está hecho para la paz?
Todas estas experiencias me han mostrado cómo, al cantar, los niños olvidan sus necesidades y crean un espacio donde todos se igualan y disfrutan plenamente. En este proyecto, más allá de enseñarles a cantar, buscamos una formación integral que transforme sus vidas, alentándolos a encontrar en la música un motor de cambio y empoderamiento. Muchas niñas, que son mayoría en el programa, se convertirán en futuras líderes, ya sea en la música, la política o las ciencias, y recordarán con orgullo su participación en este proceso, quizá señalando cómo su voz formó parte de un álbum o proyecto transformador. El arte tiene un poder transformador, y mi meta es sembrar en estos niños una semilla que los inspire a construir una sociedad mejor. Si con la música logramos influir positivamente en su forma de pensar y vivir, continuaré comprometida con este propósito.
¿Qué ha aprendido de los niños?
En mi Fundación Estrellitas, donde los niños comienzan desde los tres años, he aprendido que la música no tiene límites. Recuerdo a una niña cuya voz inicial no afinaba y parecía inusual, pero con perseverancia y trabajo evolucionó hasta destacarse como solista y participar en un intercambio en Brasil. Esta experiencia me enseñó a no subestimar a ningún niño, ya que cada voz, como cada persona, es única y enriquece el coro. Además de enseñarles música, inculcarles valores como la gratitud y el sentido de pertenencia, fortalece sus raíces. Verlos regresar para compartir y seguir creciendo es el mayor logro.
Ya que hablamos de la niñez, ¿tiene algún recuerdo de su infancia relacionado con la música?
Desde pequeña descubrí mi amor por el canto sin saber si tenía talento, influenciada por mi entorno familiar y las tradiciones de mi pueblo. En la escuela siempre levantaba la mano para cantar. Durante las alboradas, que marcaban fechas importantes, como el 24 y 31 de diciembre, viví momentos únicos. Estas celebraciones, llenas de cantos tradicionales, arrullos y cumbanchas, se convirtieron en rituales anuales que disfrutaba al seguir a los sabedores y músicos locales. Cantarles a la vida, al mar y a la comunidad era una experiencia llena de alegría que me marcó profundamente. A pesar de haber salido para estudiar, siempre regresaba para participar, y ahora me esfuerzo por transmitir estas tradiciones a los niños de mi pueblo, asegurándome de que sigan vivas y mantengan su esencia genuina, aprendida en las calles y los recorridos.
Cuénteme cómo ese lugar donde creció y nació ha influido en la mujer y músico que es hoy.
Soy afroindígena con raíces profundas tanto africanas como indígenas. Mi segundo apellido, Cáizamo, que utilizo artísticamente, refleja esa conexión ancestral que aflora en mí. Estas raíces explican mi facilidad para interpretar diversos géneros musicales, aunque mi enfoque principal ha sido la música tradicional, gracias al lugar de donde provengo. A pesar de tener oportunidades para quedarme en otros lugares durante mis estudios, elegí regresar al Chocó porque siento la responsabilidad de retribuirle a mi tierra y su gente. Todo lo que soy se lo debo a este territorio y mi misión es contribuir a construir un mejor Chocó. Mi maestría la enfoqué en los cantos tradicionales de esta región y mi primera gran presentación fue en un concurso en la Biblioteca Luis Ángel Arango, donde no buscaba competir, sino demostrar que la música tradicional merece un lugar en cualquier formato. Puedo interpretar obras clásicas con habilidad, pero no las disfruto tanto como las piezas de la música del Pacífico, que me conectan profundamente con mis raíces y me recuerdan quién soy.