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A diferencia de la gran mayoría de bailarines, Solieh Samudio nació en un espacio donde el arte y la danza hacían parte de su día a día, pues su madre fue docente de danza durante muchos años y su hermano mayor también fue influenciado por ella. En los primeros géneros que participó Samudio fue en Tap, Jazz y Danza Española. Solo fue hasta los dieciséis años que decidió empezar a practicar Ballet Clásico.
“El Ballet Clásico, para mí, es la danza que, a nivel físico y atlético, es la más difícil que he llegado a practicar, sin demeritar los demás géneros. A lo largo de mi vida he llegado a estar de lleno en tenis, atletismo. Esto se debe a que mis papás siempre me incentivaron a hacer algún deporte para tener disciplina. Al final escogí el Ballet porque me obligó a cambiar mi mentalidad ya que era un niño machista”.
En este continente, pero en especial en Sudamérica, hay un patrón sociocultural donde el machismo se vive en diferentes aspectos y espacios, pero las mujeres no son las únicas víctimas, aunque esto suene extraño. De hecho, hay muchos hombres que no han desempeñado una carrera artística por la idea que se tiene al respecto: “el hombre que estudia una danza, pero que sobre todo practica Ballet, es un marica”.
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“Actualmente, reconozco que era un niño machista por la sociedad en la crecí, pues aquí en Panamá y a nivel latinoamericano hay mucho machismo. La lucha por cambiar esa idea comenzó conmigo mismo, cambiando esa mentalidad, luego, trabajar en que no me importara lo que pensaran los demás, y por último, demostrarle a los otros que cualquiera puede bailar sin importar su género o su orientación sexual”.
Aunque en su familia siempre estuvo la danza presente, sus abuelos fueron quienes no aceptaron, en un principio, que Solieh Samudio bailara y mucho menos volcara su vida profesional a este arte. A ellos fue a los primeros que convenció y les mostró que, aunque no es algo fácil, de esto se puede vivir.
Desde hace varios años es bailarín principal del Ballet Nacional de su país, al que ha representado a lo largo y ancho del mundo. Ha tenido la oportunidad de bailar sobre los mismo escenarios en los que, en su momento, brillaron las grandes estrellas del Ballet, como Alicia Alonso, de Cuba, Ana Pavlova, de Rusia, Marius Petipá, de Francia, Mijaíl Barýshnikov, de Letonia, entre otros.
“Cuando llegué a esos países me cambiaron la idea que tenía de ellos ya que pensaba que eran muy serios y groseros, pues en el ballet está muy presenta la actitud de competencia todo el tiempo. Cuando estuve en Georgia, por ejemplo, con las personas que compartí viví otras cosas, fueron muy amables y pude aprender muchas cosas de ellos. Cada vez que he estado en un país diferente he vivido una emoción nueva, pisar un escenario donde el público está ansioso por verte lo llena a uno de vida”.
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Esto lo logró a pesar de que en su país no había una escuela de formación. Hay que tener en cuenta que son pocos los países que tienen este espacio. Por ejemplo, en La Habana, Cuba, está la Escuela del Ballet Nacional, lugar que recibe niños y niñas desde los 3 años de edad, quienes a la semana llegan a tener 30 horas de danza en promedio, además de ver materias como matemáticas, español, ciencias, entre otras. Lo que mejoró su técnica, además de los ensayos eternos, fue el auto trabajo apoyado de videos de YouTube donde encontró a varios referentes, los cuales se prometió superar.
“Aunque le agradezco mucho al Ballet Nacional, sé que en su momento los docentes no estaban lo suficientemente capacitados. Y lastimosamente las academias de danza privadas dan mejores resultados que las públicas. A los dieciocho años me contrató la compañía y fue todo un reto ya que donde empecé formándome me enseñaron una técnica diferente, aquí se trabajó y perfeccioné la técnica cubana. En cada academia te enseñan algo diferente y eso complica el aprendizaje y la formación de los bailarines”.
Por último, para Samudio la cultura del Ballet y de consumir este arte ha ido en aumento y esto se debe a que las diferentes compañías y academias han tenido presentaciones abiertas al público, donde los más jóvenes se han contagiado del baile. Además del apoyo que poco a poco ha dado el gobierno panameño, el cual se ha basado en incentivar la danza como herramienta en la construcción de la cultura de este país. Ahora, uno de los vacíos que sigue habiendo y que varios bailarines han comentado es la falta de cubrimiento de la prensa, pues esta solo saca al ‘aire’ cuando un bailarín es reconocido en el exterior o una compañía llega a los mayores escenarios del Ballet.
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