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Ser mujer, negra y amar a otra mujer en Colombia es ser tres veces marginada. La herencia de la esclavitud colonial no ha terminado, pero a puro fútbol Linda Caicedo rompió las cadenas sociales, que siempre son políticas, y logró la libertad para muchas niñas y mujeres.
Linda, por su color y sexo, fue condenada al nacer, por una sociedad clasista, machista y racista como es Colombia. Ella peleó. De arma eligió la pelota, ¿o la pelota la eligió? De estrategia, su gambeta, porque en un país en el que, antes de vivir, se sobrevive, aprendió a gambetear a los rivales dentro y fuera de las canchas. Antes de caminar, ella ya encaraba y driblaba a sus adversarios usando el sabor y el baile de la música de su tierra natal, en donde los ritmos del pacífico colombiano refrescan el calor jodido que hace y, también, son una forma de resistir la crudeza del olvido estatal y la violencia.
En Candelaria, Valle del Cauca, aprendió a bailar y a romperle las caderas a quien se atreviera a ponerse en frente. Como es costumbre, tuvo que jugar contra niños, pero con entereza y calidad ella los dejaba igual de regados. Su talento no discriminaba si eran niños o niñas, ella los bailaba por igual. Prueba de ello, fue el baile que le pegó a Alemania para marcar el mejor gol del Mundial Femenino 2023. Linda, en una baldosa, unió lo mejor de la salsa choque, del currulao, del “Ras tas tas”, de “Estamos melos” e hizo una obra de arte sabrosa para la historia del fútbol. Las caderas de las alemanas aún están en recuperación y el golazo compite por el Premio Puskas que la FIFA entregará en diciembre.
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Linda ya es el emblema de la Selección absoluta de Colombia, pese a esa mafia de directivos colombianos, quienes representan lo más medieval de nuestra nación. Yoreli Rincón, Isabella Echeverry, Daniela Montoya, Catalina Usme y otras no amagaron ante el trato indigno y tiránico que les daban los directivos. Ellas hablaron en el campo de juego y entregaron [entregan] todo lo que tenían; por eso exigieron respeto. Se les negó en primera instancia, pero su lucha abrió el camino para que jugadoras como Linda sufrieran menos. A ellas, a las primeras guerreras, siempre el respeto y admiración. Sin ellas, sin sus sacrificios, difícilmente hoy la Selección Colombia y Linda Caicedo tuviesen el presente internacional que tienen.
A unas las vetaron, a otras las sacaron de convocatorias como castigo e incluso les quitaron la franja de capitanas. Cuando Linda llegó, ya había veteranas de muchas guerras pasadas en contra de la caterva directiva, que es una extensión de la “gente de bien” en Colombia y que está en lo más antiguo de nuestros símbolos patrios oligárquicos, pues en el escudo se lee: “Libertad y orden”; y claro, las libertades son las que ellos disfrutan y el orden es el que ellos imponen.
Hijos de esa tradición cavernaria, en pleno siglo XXI, satanizaron a todas las mujeres futbolistas que decidieran, libre y públicamente, amar a otra mujer. Volvió una inquisición en contra de esas libertades, pero el fútbol, históricamente caprichoso, es justo. Por aclamación popular, estas cracks femeninas fueron libres. Ellas, emulando a los gladiadores del coliseo, pero ahora en las canchas, ganaron su derecho a amar libremente a quien se les antoje.
Los hinchas de la Selección Colombia, en su mayoría, ya no sufren por si una mujer ama a otra mujer o ama a un hombre. Los hinchas, con aplausos, festejan cada gesta y cada muestra de amor sin el lastre medieval que por mucho tiempo los directivos del fútbol colombiano impusieron. Linda, cuando tuvo que hacerlo, levantó en silencio su puño junto a sus compañeras en la Copa América de 2022. Dijo, sin decirlo, que ya estaba harta de tanto inquisidor en el fútbol. Sin verbalizar nada y otra vez, a puro fútbol, logró que se les respetara. Y que esas luchas de tantas mujeres ninguneadas y maltratadas en el fútbol tuviese su recompensa.
Desde la tierra de la Revolución francesa
Hace pocos años, los directivos afirmaron que eran más borrachas que los hombres, que eran caldo de cultivo del lesbianismo y el nefasto Ramón Jesurún, presidente de la Federación Colombiana de Fútbol, con esa pedantería que lo caracteriza, dijo que ellas no merecían premio, porque no eran profesionales: “son muchachas amateurs”, expectoró. Pero todo cambió desde la tierra del lema universal: Liberté, Egalité, Fraternité.
Bueno, aquí algunos datos de esta “muchacha amateur”. En la lista del Balón de Oro entregado en París el pasado lunes 30 de octubre, Linda Caicedo fue galardonada como la mejor novena jugadora del mundo. El primer premio se lo llevó Aitana Bonmati. Y aquí hay que soñar y precisar que Linda es siete años menor que Bonmati y proviene de un país cuyos directivos todavía no ven dignidad en el fútbol femenino, así la capacidad de nuestras jugadoras sea de primer orden mundial. En la noche de Messi y su octavo Balón de Oro, el fútbol de Linda Caicedo le aseguró un puesto en la mesa de los mejores y posó, sonriendo e inspirando a un pueblo, al lado del 10 argentino, de Bellingham y Vinícius, entre otros tantos fenómenos.
Desde que la icónica revista France Football creó el Balón de Oro Femenino en 2018, las cuatro ganadoras han tenido más de 23 años. La primera fue la noruega Ada Hegerberg, quien se llevó el primer balón dorado, justo, con 23 años. En 2019, la estadounidense Megan Rapinoe tenía 34 años y levantó el trofeo. En 2020, la gala no se hizo por la dolorosa pandemia causada por el Covid-19. En 2021 y 2022, la española Alexia Putellas se fue de doblete. Tenía 27 y 28 años respectivamente. Aitana Bonmati, la Balón de Oro de este 2023, tiene 25 años. Linda, “la amateur”, solo tiene 18 años. Además, todas las ganadoras del Balón de Oro juegan en países con ligas femeninas dignas y profesionales. El mensaje es claro.
Jesurún, heredero de esa línea ultraconservadora de Gabriel Camargo, deberá ordenar la Federación, porque el fútbol femenino no solo es una realidad, sino que inspira; y las gladiadoras son aclamadas, no satanizadas. Las futbolistas de la Selección Colombia de hoy están en ese linaje de lucha que antes tuvo a Ximena Restrepo, Fabiola Zuluaga, María Luisa Calle, María Isabel Urrutia, Mariana Pajón, Mabel Mosquera, Jackeline Rentería, Caterine Ibargüen, entre otras. Pero Linda tiene otro gran logro, su imagen es la imagen a seguir de muchas aspirantes a futbolistas profesionales.
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Por lo anterior, decidí preguntarles a más de 40 niñas y mujeres que entrenan en canchas de tierra en Colombia. Del cuestionario, destaco dos preguntas y algunas respuestas: ¿Cuál jugadora de la Selección Colombia la inspira y por qué? ¿Cuál es la crítica que más ha sufrido como mujer que quiere ser futbolista?
Vayoleth Badillo, de 14 años y nacida en Bucaramanga, contestó: “Linda Caicedo, porque ella es muy humilde, muy disciplinada y con esfuerzo y dedicación está logrando todos sus sueños y metas”. La segunda respuesta fue breve, contundente y honestamente brutal (no olvidar que viene de una niña de 14 años): “De que si juego fútbol me voy a volver lesbiana. Me decían y me dicen que el fútbol no es para las mujeres; los hombres son muy machistas”.
Olga Maestre, de 21 años y nacida en Astrea, Cesar, señaló: “Linda Caicedo, porque es una jugadora muy completa. Al momento de los partidos muestra mucha calidad y no deja la humildad de lado”. En la segunda pregunta, sentenció: “antes me criticaban mucho y me hacían a un lado porque según la gente, el fútbol era solo para hombres, pero con todo y crítica seguí luchando”.
Yuleima Díaz, de 18 años y quien llegó al mundo en Tame, Arauca, subrayó: “Linda Caicedo, porque ella no deja de inspirar a cientos de jóvenes”. Y, en segundo lugar, remarcó: “me dicen que el fútbol es solo para los hombres y las que lo juegan somos marimachos; que entrenar mucho nos quita el lado femenino”.
Estas voces transparentes son una radiografía de nuestra sociedad y de lo que todavía nos falta para dignificar el fútbol femenino. De momento, solo queda aplaudir de pie a Linda Caicedo y su banda, seguir sudando dentro y fuera de las canchas por el respeto, la dignidad y las libertades de las futbolistas. Como primera enmienda, se podría actualizar el Himno de Candelaria, escrito por Isaías Gamboa. En su cuarta estrofa canta: “Cuna de artistas, poetas y pintores,/ músicos nobles de místico placer./ De mis sentires excelsos difusores,/ hombres de numen nos dan a conocer”. Propongo cambiar el último verso por: “como Linda Caicedo nos da a conocer”.
Ñapa: al terminar este texto se hizo público que la guerrilla del ELN fue quien secuestró a la madre y al padre del crack colombiano Luis Díaz. La madre fue liberada a las pocas horas, pero el padre sigue en cautiverio al momento de escribir estas líneas. Desde aquí un abrazo de fortaleza a Lucho Díaz y a su familia. Ojalá que ese padecimiento inhumano y que es vergüenza internacional para Colombia, termine cuanto antes. Y, cómo no, que el hijo más talentoso de Barrancas, La Guajira, pueda abrazar pronto a su viejo.
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