El bautismo de América: el planisferio de Martin Waldseemüller de 1507
La tradicional pintura del mundo de la Europa medieval con sus tres grandes partes (Europa, Asia y África) fue sustituida en el siglo XVI por un nuevo mundo que ahora reveló un cuarto y enorme continente desconocido para el mundo cristiano. En 1507, Martin Waldseemüller publicó un planisferio que anunció este gran descubrimiento y propuso que esa nueva parte de la Tierra debía llevar el nombre del explorador y cosmógrafo Américo Vespucio.
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Los mapas son mucho más que pinturas más o menos fieles de un territorio; son documentos históricos de enorme valor que nos permiten viajar en el tiempo. Los mapas esconden tesoros, guardan secretos y cuentan historias. Son artefactos tecnológicos complejos, instrumentos militares, políticos y, muchas veces, preciosas obras de arte. Son poderosos y casi mágicos: permiten poner una ciudad, una nación o el mundo entero en una hoja de papel. Un mapa es muchísimo más que una organización espacial. Son, en muchas ocasiones, cartas de propiedad y nos enseñan sobre el orden social y político de su tiempo.
Como consecuencia de los viajes de exploración, la imagen del mundo conocido se alteró de manera radical en los albores del siglo XVI y en pocas décadas emergió una nueva pintura de la Tierra que fue irreconocible para el mundo antiguo o medieval.
Entre la variedad de mapas del mundo que se publicaron en el siglo XVI sobresalió el planisferio de Martin Waldseemüller de 1507 en el cual, por primera vez, se incluyó un nuevo continente con el rótulo “América”. El mapa apreció en un folleto titulado Cosmographiae Introductio (Introducción a la cosmografía), en el cual se celebraron los logros del cosmógrafo y navegante Américo Vespucio. El pequeño libro y su mapa respectivo tuvieron una fuerte demanda y una amplia distribución. En 1507 se publicaron dos ediciones y se llegaron a vender más de mil copias. Tanto el mapa como los textos fueron reimpresos en repetidas ocasiones, contribuyendo así a que el nombre de América prevaleciera sobre otras posibles alternativas para nombrar el cuarto continente.
El texto que acompañó el mapa hizo referencia a la tradicional división de la Tierra en tres grandes partes: Europa, Asia y África; pero advirtió que recientes exploraciones dieron noticia de una cuarta parte. Se dijo que esta nueva parte se pudo llamar Tierra de Américo, o mejor América, para seguir con los nombres femeninos de los otros tres continentes. Así, este fue el primer documento cartográfico que ostentó el nombre de América y mostró las nuevas tierras como una sola entidad geográfica, un nuevo continente.
En la inscripción de la esquina inferior izquierda, el autor expuso los propósitos de esta gran carta: “Una delineación general de las distintas tierras e islas, algunas no mencionadas por los antiguos, más tarde descubiertas entre 1497 y 1504 en cuatro viajes sobre los mares, dos por Fernando de Castilla, dos por Manuel de Portugal, muy serenos monarcas, con Américo Vespucio como uno de sus navegantes y oficiales de la flota”.
Uno de los aspectos que mayor trascendencia obtuvo del mapa de Waldseemüller fue su propuesta de honrar a Américo Vespucio, gran navegante italiano al servicio de la Corona española: esta parte del planeta recibió su nombre. Diversas alternativas se usaron para referirse al nuevo continente: Bohio, Brasil, Vera Cruz, Tierra de Papagayos, Nueva India, Mundus Novus y Terra Incognita, entre muchos otros; pero fue necesario eliminar la ambigüedad: se propuso un nombre que dejara clara la propiedad europea de las nuevas tierras y fuese reconocido por todos. Con la publicación y posterior circulación de la obra de Waldsemüller, el mundo desconocido, esa terra incognita, se transformó en América, la tierra de Américo. Entre las muchas funciones de la cartografía moderna está la toponimia: otorgarles nombres a los lugares, accidentes geográficos, ríos o poblaciones. Todo acto de nombrar, como el sacramento del bautismo, busca generar un vínculo, es una forma de adopción en la cual la persona o la cosa nombrada deja de ser desconocida y se convierte en algo familiar.
Como lo señaló Waldseemüller, el mapa fue una gran carta de propiedad: “Así como los granjeros marcan las fronteras de sus tierras, ha sido nuestro propósito marcar las partes más importantes del mundo con los símbolos de sus gobernantes”. Además de la demarcación de dominios, el mapa fue un instrumento útil para futuros navegantes: “Y lo que debe ser tenido en cuenta, hemos marcado con cruces los lugares poco profundos en el mar donde hay riesgo de naufragio”.
El mapamundi es una novedad geográfica, pero también una celebración de un gran momento histórico que marcó el inicio de una nueva era, de un nuevo cosmos y de un nuevo orden político. En la sección superior sobresalieron enfrentadas las figuras de Claudio Ptolomeo, la gran autoridad geográfica de la Antigüedad, y Américo Vespucio, una figura alegórica de los nuevos tiempos. La terra incognita se presenta en este documento como América. Así fue como el nuevo continente hizo parte tanto de la nueva pintura del mundo como de su historia.
Lecturas recomendadas:
Sugiero leer del autor Toby Lester el libro The Fourth Part of the World: The Race to the Ends of the Earth, and the Epic Story of the Map that Gave America its Name (Nueva York: Free Press, 2009).