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Tal vez muchos pasamos gran parte de la niñez y la adolescencia anhelando tener una vida con sucesos interesantes. Con los giros propios de los libros o las películas. Otros, simplemente, quisieron sentirse parte de algo, pertenecer a una comunidad que estuviese de “moda”. Unos se sintieron identificados con lo que protagonistas ficticios vivieron al paso de cada página. Varios encontraron el escape a sus problemas, escondiéndose bajo las portadas de sagas, trilogías y novelas. Lo cierto es que todos crecimos: los más pequeños, los jóvenes y los que, incluso, ya estaban pisando la adultez. Muchos cambiaron de escondite y salieron de la burbuja de cristal que les ofrecieron esas historias. Posiblemente, otros hallaron el amor que desearon vivir. Algunos encontraron inspiración en esas letras y comenzaron a escribir las propias e, incluso, las de otros. La gran mayoría saltó de historia en historia sin abandonar la tinta y las pantallas.
El colegio, los profesores, los amigos, los hermanos, las redes sociales y el internet fueron grandes detonantes para que varias generaciones encontraran una pasión y hasta un disgusto en común.
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En 2014 y 2015, cuando Tumblr, los bigotes, las gafas, la Nutella y el estilo Hípster estaban en todo su apogeo, surgió un fenómeno que hoy en día es el resultado de que muchos niños y adolescentes se hayan formado como lectores y escritores disciplinados. Comenzó en 2012 con la publicación de libros que actualmente son catalogados como “Literatura light”. Sin embargo, tomó fuerza en 2014 con el estreno de Bajo la misma estrella, la adaptación cinematográfica del libro homónimo del escritor estadounidense John Green.
La noticia se viralizó en comunidades de internet donde la mayoría de sus integrantes tenían entre 11 y 17 años. A medida que crecía la expectativa y la espera, también se aumentaba la lectura del libro: PDF, versiones impresas, originales y de segunda rotaron por los hogares, colegios, y dispositivos tecnológicos.
El libro narra la historia de Hazel Grace y Augustus Waters, dos adolescentes que, a pesar del cáncer, logran viajar a Ámsterdam para cumplir uno de los sueños de la protagonista y vivir un corto, pero significativo amor. La narración cautivó a varios adolescentes de ese entonces. Era común ver imágenes de nubes, símbolos del infinito, tanques de oxígeno y cigarrillos rondando por Facebook, con frases como “¿Okay? Okay” o “Algunos infinitos son más grandes que otros infinitos”. Sin embargo, fue ahí donde la llamada moda se convirtió en hábito de lectura. Según muchos, este hecho no se habría dado tan fácilmente sin ese tipo de novelas.
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En 2015, cuando el furor de la sexta novela de Green se calmó un poco, los vestigios se reflejaron en otros de sus libros: Ciudades de papel, Buscando a Alaska y El teorema Katherine. La tendencia también se dio con Hush Hush, una saga de la escritora Becca Fitzpatrick, o Las ventajas de ser invisible, del escritor Stephen Chbosky, ambos estadounidenses. Por el lado de la ciencia ficción, la fantasía y la ficción distópica, se añadieron a la lista de lectura sagas de escritores estadounidenses como: Los juegos del hambre, de Suzanne Collins; Divergente, de Veronica Roth; Cazadores de sombras, de Cassandra Clare; Oscuros, de Lauren Kate, y The maze runner, de James Dashner. El boom literario disminuyó para 2016 y en 2017 se desvaneció progresivamente: la vida de sus lectores comenzó a cambiar.
Querer ser como los personajes e identificarse con ellos, encontrar compañía y comprensión en los libros, anhelar vidas idealizadas, escapar de la realidad, tener la posibilidad de imaginar sucesos y soñar con amores que, probablemente, nunca tendrían, fueron las razones de peso para que niños, adolescentes y jóvenes se sumergieran en largas lecturas que terminaron en pocos días. Aquello que empezó como una moda, se convirtió en la puerta de entrada para la lectura.
Por otro lado, hubo otro factor que marcó a estas generaciones e hizo parte del boom: Wattpad, una plataforma digital de lectura y escritura que tomó fuerza gracias a las ‘Directioners’ (fanáticas de la famosa banda inglesa One Direction). En este lugar, algunos adolescentes calmaron la necesidad de crear fantasías con sus ídolos por medio de la escritura (Fanfics), dado que la aplicación brindaba la posibilidad de leer en un círculo seguro, al mismo tiempo que generaba interacción a la hora de compartir debido a su opción de comentar y reeditar. Una herramienta que facilitó la lectura y que hoy en día sigue visibilizando a jóvenes escritoras, como fue el caso de Anna Todd con su saga After, escrita en 2013 en la plataforma y posteriormente publicada en 2014.
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Estos contenidos han recibido críticas por parte generaciones más adultas debido a su escritura ligera y lenguaje sencillo, además de sus tramas con respecto a, por ejemplo, el amor romántico. La normalización e idealización de las relaciones posesivas y el amor destructivo y enfermizo; los prototipos de mujeres que ayudaban a hombres problemáticos a encontrar su felicidad por encima de la propia; la figura de la doncella en apuros que es rechazada, pero también rescatada por un hombre que le concede cierto estatus; la descripción de la personalidad y apariencia de la protagonista que gira en torno a la aprobación masculina, y la romantización de amores complejos y sufridos, fueron algunas de las preferencias a la hora de elegir los temas de escritura.
Muchas de esas mujeres y hombres ya no leemos literatura juvenil. Sin embargo, el refugio que nos brindaron estas obras nos acercó a la lectura. Creamos un amor tan grande por esas historias que nos animamos a escribir las nuestras. Muchos ahora estudiamos o ejercemos en áreas relacionadas con la literatura gracias al hábito y pasión que encontramos por medio de esas tramas. Los ideales (y nosotros) han cambiado y ahora podemos cuestionarlos, pero existe un reconocimiento hacia lo que muchos llaman literatura light, y es que, gracias a ella, ahora existe una mayor cantidad de lectores y escritores.
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