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                                                                                                                                El calendario de papelitos (Cuentos de sábado en la tarde)

                                                                                                                                Cada fin de año aparecía en la casa el calendario de siempre. Era el eterno aguinaldo del granero donde éramos clientes. Lo poníamos en alguna pared de la cocina, un lugar muy relacionado con la andadura del tiempo.

                                                                                                                                José Hoyos

                                                                                                                                Mi mamá dejaba al descubierto la mitad del mañana. Otras veces, en lugar de echar a la basura el papelito de ayer, lo dejaba dos o tres días a la vista de todos sobre una mesa, como velando un muerto, indecisa sobre si hacerlo pasar a la nada absoluta del basurero o retenerlo como se acostumbra con las postales y la nostalgia.
                                                                                                                                Foto: Pixabay
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Para asentarnos debidamente en cada nueva mañana, incluso antes del café con leche, primero confirmábamos que el papelito exhibido correspondiera con el día en que estábamos. Ella se levantaba muy temprano y lo primero que hacía era arrancar el papelito con un chasquido ligero y hacer con él un zurullo en el que iban a ser aventadas todas las respiraciones, los parpadeos, los aromas de césped cortados, los ladridos del perro, las andanzas en bicicleta, los mensajes enviados, todos los clap del segundero, las sombras de mujer, el agua llovida, todos los saludos entre amigos y todas las palabras y las ropas y los pasos y los pájaros y los gestos y los hechos y los sonidos y todo lo lamido por la costumbre, junto a las experiencias y los latidos del día de ayer, todo plaf. Pero bastaba la aparición del nuevo papelito para que todo volviera a edificarse. Cuando se acercaba otro fin de año, el montoncito de papeles era tan lánguido y flaco que nos daba la impresión de que el tiempo llegaría a una calle ciega y no habría más mañana. Entonces mi madre se apuraba a traer el nuevo calendario, y al ponerlo en la pared nos abría otro plazo, volvían las palabras y los pájaros a desplegarse y las bicicletas a rodar y los amigos a saludarse. El tiempo otra vez se llenaba de sí mismo y había más aromas de césped creciendo y nuevas sombras de mujer.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Mi mamá dejaba al descubierto la mitad del mañana. Otras veces, en lugar de echar a la basura el papelito de ayer, lo dejaba dos o tres días a la vista de todos sobre una mesa, como velando un muerto, indecisa sobre si hacerlo pasar a la nada absoluta del basurero o retenerlo como se acostumbra con las postales y la nostalgia.
                                                                                                                                Foto: Pixabay
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Para asentarnos debidamente en cada nueva mañana, incluso antes del café con leche, primero confirmábamos que el papelito exhibido correspondiera con el día en que estábamos. Ella se levantaba muy temprano y lo primero que hacía era arrancar el papelito con un chasquido ligero y hacer con él un zurullo en el que iban a ser aventadas todas las respiraciones, los parpadeos, los aromas de césped cortados, los ladridos del perro, las andanzas en bicicleta, los mensajes enviados, todos los clap del segundero, las sombras de mujer, el agua llovida, todos los saludos entre amigos y todas las palabras y las ropas y los pasos y los pájaros y los gestos y los hechos y los sonidos y todo lo lamido por la costumbre, junto a las experiencias y los latidos del día de ayer, todo plaf. Pero bastaba la aparición del nuevo papelito para que todo volviera a edificarse. Cuando se acercaba otro fin de año, el montoncito de papeles era tan lánguido y flaco que nos daba la impresión de que el tiempo llegaría a una calle ciega y no habría más mañana. Entonces mi madre se apuraba a traer el nuevo calendario, y al ponerlo en la pared nos abría otro plazo, volvían las palabras y los pájaros a desplegarse y las bicicletas a rodar y los amigos a saludarse. El tiempo otra vez se llenaba de sí mismo y había más aromas de césped creciendo y nuevas sombras de mujer.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Por José Hoyos

                                                                                                                                Temas recomendados:

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