Virginia Woolf (foto) afirmaba que “No hay necesidad de apresurarse. No hay necesidad de brillar. No es necesario ser nadie más que uno mismo”.
Lo que salva también caduca porque hay un momento en que parece que ya nada es suficiente. Las fuerzas se agotan como las pilas se acaban. La mente se cansa y el cuerpo se desvanece. Las voces, quizá, se hacen más fuertes. Acallarlas es una tarea con un final predecible: el de la derrota. Una decisión pone punto final al sufrimiento. Al padecimiento diario que solo quien lo vive puede entenderlo. Los momentos de felicidad se van desvaneciendo. La tristeza, tal vez, comienza a “enriquecer” cada rincón de su vida. Hasta que sucede lo que otros...
Por Danelys Vega Cardozo
Comunicadora social y periodista de la Universidad de La Sabana con énfasis en periodismo internacional y comunicación política, y un diplomado en comunicación y periodismo de moda. Perteneció al semillero de investigación Acción social y Comunidades, bajo el proyecto Educaré.danelys_vegadvega@elespectador.com