El Carnaval de Negros y Blancos, ritual de libertad
El Carnaval de Negros y Blancos, que se celebra del 2 al 6 de enero, no solo es una fiesta. Desde su origen, se ha convertido en un diálogo entre el pasado, el presente, la libertad y la tradición. Con cada lenguaje artístico, los participantes celebran la diversidad cultural, la resistencia de sus ancestros y el poder sanador de sus oficios.
Samuel Sosa Velandia
Lina Montero no estaba buscando convertirse en bailarina, pero cuando su cuerpo empezó a moverse al ritmo de la música, entendió que esa era la oportunidad que la vida le ofrecía para sentirse más liviana y cómoda. Este sentimiento creció aún más cuando comenzó a danzar los ritmos tradicionales de su tierra.
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Lina Montero no estaba buscando convertirse en bailarina, pero cuando su cuerpo empezó a moverse al ritmo de la música, entendió que esa era la oportunidad que la vida le ofrecía para sentirse más liviana y cómoda. Este sentimiento creció aún más cuando comenzó a danzar los ritmos tradicionales de su tierra.
Los sonidos y los bailes del suroeste del país le abrieron un camino hacia sus raíces y ancestros. Descubrió que cada elemento de una coreografía estaba precedido por una historia que le pertenecía, que se conectaba con su deseo de libertad y escape de la crudeza de la realidad.
Se dice que el primer rastro conocido del Carnaval de Negros y Blancos remite a la época colonial. Según la investigación del docente Heiman Danilo Jurado Ortiz, como una conquista de sus luchas por la libertad, el rey concedió a las personas esclavizadas un día libre, el 5 de enero.
En aquellos tiempos, cualquier persona que no fuera negra debía pintarse la cara con una mezcla de carbón y grasa, ya que ese era el día de los negros y todos debían unirse a la celebración de la libertad.
La fiesta y el jolgorio, que tuvieron su origen en Popayán, se extendieron hasta Pasto. Allí, se le dio forma al Juego de Negritos, que se celebra cada 5 de enero, en el cual la gente se pinta la cara y sale a jugar y bailar en la calle. De hecho, en uno de esos festejos surgió el Juego de los Blancos, otra celebración emblemática del carnaval.
La tradición popular cuenta que todo comenzó en una cantina de Pasto, donde cinco personas estaban tomando alcohol. Las botellas estaban fiadas, ya que el día anterior habían gastado todo su dinero en el Juego de Negritos. De repente, un sastre les echó a los borrachos unas cajitas de polvos y plumas. Todos decidieron salir a la calle pintados. Desde la calle Real hasta la plaza se escucharon gritos resumidos en dos frases: “¡Viva el blanquito! ¡Viva el negrito!”.
Desde entonces, el Carnaval de Negros y Blancos se ha convertido en una catarsis colectiva que exalta el mestizaje de Colombia. En este carnaval convergen los rituales de los pueblos indígenas originarios, a quienes los españoles les prohibieron sus celebraciones y los sometieron a un proceso de evangelización, basada en la tradición cristiana, así como la memoria de las naciones africanas esclavizadas.
Ese sentimiento de libertad, la oportunidad de sanar y el encuentro sensible con el otro cautivaron a Montero, dándole un sentido a su arte y, por ende, a su vida. “Cuando entré a la agrupación e hicimos una propuesta que hablaba del colibrí y del cuidado de la tierra, todo comenzó a tener un sentido profundo. Luego vino una propuesta que cambió mi vida por completo, llamada Tierra del Amor. Justo ese año había vivido diversas situaciones que me enseñaron a transformar mi concepto del amor. Llegué al 3 de enero y, al danzar toda una senda, cada movimiento tenía un significado profundo para mí, permitiéndome sanar y liberar todo lo vivido ese año en solo seis horas, todo con mi cuerpo. Es algo mágico, realmente mágico”. Aunque estaba exhausta, espiritualmente se sentía plena.
Cada 3 de enero se celebra el desfile de colectivos coreográficos, que, a través de la danza, rinde un tributo a la madre tierra y a los torrentes musicales y dancísticos del legado ancestral andino. Por la Senda del Carnaval van apareciendo las agrupaciones que se han preparado durante casi todo el año para obtener un lugar en este evento.
Este año, Montero no participó por motivos personales. No dudó en reconocer la tristeza y la nostalgia que le causaba no estar presente, pues ya llevaba una década dedicada a bailar para su gente y su tierra. A pesar de ello, expresó que se emocionaba al admirar el trabajo de los otros danzantes, conscientes del esfuerzo y sacrificio que implicaba.
El proceso de preparación comienza en febrero. Los líderes de los colectivos inician la convocatoria para que las personas interesadas presenten sus propuestas. Estos temas se convierten en el eje de investigaciones que luego se plasman en la danza y el sonido. Después se realiza una audición y se selecciona a quienes continuarán con el proyecto. Este proceso se lleva a cabo entre finales de febrero y principios de marzo. Con las personas y propuestas seleccionadas, comienza la cuenta regresiva.
Al principio del año, los ensayos solo se realizan los domingos, pero a partir de mayo o junio se intensifican a dos veces por semana, ya que antes del 3 de enero se hace otra audición en la que se define quiénes participarán por la Senda. En esta edición, por ejemplo, se presentaron 20 grupos, pero solo 12 pasaron.
Luego, los colectivos coreográficos deben hacer una presentación ante un jurado, donde exponen su tema, la investigación realizada y su conexión con la música. Una vez acreditados, comienza el trabajo en los vestuarios y en los detalles para el gran momento. A medida que se acerca la fecha, los ensayos se intensifican, y algunos colectivos ensayan tres o cuatro veces por semana, según sea necesario.
Aunque este es un trabajo que llena de orgullo a los artistas, muchos jóvenes que participan en el carnaval enfrentan la incomprensión de sus familias, que no entienden la intensidad y dedicación que le ponen al evento.
“Somos a menudo criticados por pasar todos los domingos en los ensayos y sacrificar momentos familiares, paseos e incluso cumpleaños. Esto genera conflictos en algunos jóvenes. Además, cuando se acerca la fecha, los ensayos se intensifican, lo que genera molestias en algunas personas de la comunidad que no comprenden el trabajo detrás del carnaval. Muchas veces nos critican por el ruido, ya que no podemos ensayar en silencio. En ocasiones hemos sido objeto de agresiones: nos tiran agua o intenten atropellarnos con los autos”, comentó Montero.
Pero el show debe continuar y, a pesar de todo, las calles se convierten en su escenario. Dos días después del baile, tiene lugar el desfile magno, la culminación de esta fiesta. El 6 de enero, las carrozas se roban las miradas de turistas, curiosos y de quienes se dejan cautivar por el arte.
Holman Cabrera es uno de los artistas que este año participará en el desfile, como lo hace desde hace 15 años. “La locura que cura” es el nombre de su carroza, que competirá por el primer lugar. Sin embargo, todos los participantes ganan, ya que, como señaló Cabrera, para cada hacedor es una fortuna transitar las calles con su arte.
“‘La locura que cura’ es un homenaje al arte, concebido como el remedio, la cura para el alma. Esta propuesta tiene como personaje principal a un artista que, como un hechicero del sur, nos ofrece la pócima para enfrentar la realidad a través del arte. Es el remedio que alivia nuestras penas y nos alimenta, permitiéndonos seguir soñando. La carroza presenta diversas imágenes que representan el arte en todas sus dimensiones: el teatro, la danza, la pintura, la escultura”, explicó Cabrera, quien, a pesar de los inconvenientes burocráticos, logró completar este trabajo en tres meses, cuando originalmente se había planteado en seis. Su familia y amigos fueron sus principales aliados y compañeros en esta labor.
El artista también destacó el poder del arte para propiciar encuentros, señalando que, para él, es la única forma de evitar naufragar por completo por la desazón que a veces se impone en el mundo. “Gracias al arte podemos ser soñadores y vivir la fantasía. Nos permite escaparnos un poco de la realidad”, afirmó.
La técnica tradicional utilizada en la creación de las carrozas se basa en el modelado de arcilla y el papel maché. Sin embargo, con el tiempo y la búsqueda de mayor ligereza, se ha optado por utilizar icopor como material principal. El proceso comienza con el tallado de este material, donde se le da forma mediante cortes, raspados y lijados, hasta alcanzar el volumen deseado. Luego, se recubre con papel encolado, un paso esencial para darle estructura y la estética característica del carnaval.
Una vez cubierta la figura, se enyesa y se lija para lograr un acabado suave y pulido. Luego, la pintura añade los colores vibrantes que, más allá de decorar, buscan captar la atención en las calles, otorgando vida a las carrozas. Estos colores se convierten en el alma de las carrozas.
Aunque Holman Cabrera nunca ha ganado, sigue manteniendo la esperanza de que ese momento llegue. No obstante, afirma sentirse siempre satisfecho con su trabajo y, más aún, al escuchar los aplausos del público, que considera un premio invaluable. Lleva consigo el orgullo de salir por la senda y formar parte de un carnaval que él ve como el corazón y motor de una ciudad que celebra su libertad.