El Centro Nacional de las Artes adoptó el nombre de Delia Zapata Olivella
“Encontramos en la figura de Delia Zapata la representación de lo mejor del alma de Colombia”, dijo Iván Benavides, director de este centro. La bailarina e investigadora colombiana dedicó su vida al realce de las raíces negras e indígenas.
En la historia de Colombia, existen artistas cuyas contribuciones han fortalecido la memoria cultural del país. Entre estos personajes se encuentra Delia Zapata Olivella.
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En la historia de Colombia, existen artistas cuyas contribuciones han fortalecido la memoria cultural del país. Entre estos personajes se encuentra Delia Zapata Olivella.
Nació el 1 de abril de 1926 en Lórica, Córdoba. Su familia se radicó en el barrio Getsemaní de Cartagena cuando ella cumplió un año, así que su adolescencia transcurrió en la Universidad de Cartagena, lugar en el que cursó bachillerato. Durante estos años comenzó su curiosidad por las artes, enfocándose en la escultura y el dibujo, pasiones que después reforzó en Bogotá en la Escuela Nacional de Bellas Artes, donde afinó muchas de las bases que ya tenía. A lo largo de esta época, también tomó clases de ballet.
Desde los años cuarenta, Zapata Olivella trabajó para convertirse en investigadora y maestra de las tradiciones culturales afrocolombianas e indígenas, convirtiéndose en una defensora de las danzas de distintos pueblos colombianos.
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Le decían Yeya. Un día de 1953 fue con su hermano, el escritor Manuel Zapata Olivella, a una función del Ballet Negro, dirigido por la coreógrafa norteamericana Katherine Dunhan. Así quedó registrado en el portal de la Red cultural del Banco de la República, en donde, además, se contó que después de esta función, fue tanta la estimulación y motivación de los Olivella Zapata, que le dieron forma a su idea de conformar un grupo de danza folclórica que expusiera y promoviera, pero sobre todo realzara, las raíces negras, que eran herencia de su padre, y las indígenas, un legado de su madre.
“La primera función fue en el Teatro Heredia de Cartagena en 1954. Consideran que la propuesta debe ser vista en Bogotá y la ofrecen al Teatro Colón, donde en principio su director se opone, considerando impropio presentar un espectáculo folclórico en un recinto destinado a conciertos, danza y teatro clásicos. Allí Delia, desde entonces llamada ‘la primera bailarina negra de Colombia’, interpreta su primera creación coreográfica ‘El alma de los tambores’, siendo bien acogida por la crítica y presentándose luego en gira nacional”, dice en la enciclopedia de la Red cultural del Banco de la República.
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En las décadas de 1950 y 1960, Delia Zapata Olivella alcanzó algo más reconocimiento: sus habilidades como escultora fueron premiadas y fue la primera bailarina afrocolombiana en presentarse con su espectáculo de danzas negras en el Teatro Colón de Bogotá. Realizó giras internacionales con sus bailarines, visitando en ese momento países como Francia, Alemania Oriental y Occidental, Checoslovaquia, Unión Soviética y China.
Durante varios años se dedicó a recorrer Colombia para dibujar y aprenderse los distintos bailes que se practicaban en el país. Estas travesías las hizo junto a su hermano Manuel, a quien se le reconoce como uno de los escritores más importantes de Colombia. Algunas de sus obras fueron Changó, el gran putas, Historia de un Joven Negro, Hemingway, el cazador de la muerte, entre muchas otras.
A través de su investigación y creación de coreografías, Delia logró transmitir la esencia de las culturas afrocolombianas e indígenas. Obras como El alma de los tambores, Diablos espejos, Indios farotos y Danza de la vida y la muerte, se convirtieron en referentes culturales. Publicó, además, manuales de danzas folclóricas de las costas Pacífica y Atlántica, así como artículos académicos sobre música, danza y cultura, que contribuyeron a valorar la diversidad y la herencia de distintas comunidades.
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Cuando regresó a Colombia, se estableció como profesora de las universidades Central y Nacional, además de convertirse en la directora del Cuerpo de Danza del Instituto Popular de Cultura de Cali. Su legado como docente resultó dando frutos en personajes como Germán Vargas, Julián Bueno, Martha Ospina, entre otros, que se destacaron como bailarines de “gran capacidad interpretativa”.
Logró procesos creativos a partir de encuentros con otros profesionales de su campo, como Rosario Montaña Cuellar, actriz y dramaturga, con la que creó montajes como La última profecía de los chibchas, una de las tantas obras que originó la creación de la licenciatura en danzas y teatro en la Universidad Antonio Nariño de Bogotá.
El movimiento y la inquietud constante de esta mujer, a quien le apasionó su trabajo tanto como para resignificarlo miles de veces y convertirlo en una herencia para los profesionales de las artes y el resto de los colombianos que estuviesen interesados en adentrarse en los colores, olores y sonidos que de la afrocolombianidad. Y todo lo hizo con baile, además de investigaciones y escritos que registraron sus hallazgos.
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El pasado domingo, 18 de junio, el recien inaugurado Centro Nacional de las Artes, celebró su cambio de nombre a Centro Nacional de las Artes Delia Zapata Olivella, con Edelmira Massa Zapata, quien se presentó con el grupo “El palenque de Delia: conjunto de tradiciones populares” con la obra “Loros loriando”. Una puesta en escena que rindió un homenaje al legado de su madre, resaltó las músicas de la costa atlántica y generó reflexiones sobre las raíces, identidades y tradiciones culturales de Colombia.
Iván Benavides, el director de este complejo cultural, explica que el objetivo de este espacio era convertirse en un punto de encuentro, de creación y de diálogo: “Sentíamos que al Centro le hacía falta un nombre propio que nos llegará al corazón y encontramos en la figura de Delia Zapata la representación de lo mejor del alma de Colombia, no solamente de lo afro, no solamente de la danza, no solamente de las mujeres, no solamente de los artistas. Ella nos enseñó a caminar como pueblo, así que en su honor bautizamos el Centro Nacional de las Artes con su nombre”.
Los escenarios que lo componen son la sala Delia Zapata, la sala Fanny Mikey, la sala Sinfónica, y el Teatro Colón.