Yamile Velosa: “El clasismo está presente en Colombia todo el tiempo”
La obra de teatro “El bufete del zoquete”, que se presenta en Hoja al Viento (carrera 15A bis n.° 45-08), reflexiona sobre el clasismo a través del humor.
“El bufete del zoquete” es una obra que reflexiona sobre el clasismo. ¿Por qué se interesó en esta temática?
Quise hacer una obra que navegara por los entretelones de los prejuicios. Creo que el clasismo está presente en Colombia todo el tiempo, pero nadie habla de ello. El clasismo se toma como un chiste, pero no lo es. Al burlarse hacen sentir a la otra persona como algo inferior. En Colombia, el clasismo es algo que sentimos como cotidiano, que no nos sorprende, pero debería hacerlo. Además, afianza algo que es horrible: el concepto de que los de arriba son mejores seres humanos y tienen más derechos.
¿Por qué cree que subestimamos el clasismo?
Considero que es el peor mal que tiene Colombia, incluso es peor que la corrupción. Lo cierto es que todos vamos en el mismo barco y vamos a llegar al mismo lugar, porque atravesamos la misma condición humana. Cuando nos demos cuenta de eso, y de que todos tenemos derecho a estar acá, quizá se empiecen a solucionar los problemas de nuestro país, porque creo que muchos de ellos se originan en el clasismo.
¿Por el hecho de no vernos como un igual?
No, por todo lo contrario: por vernos como un igual, pero por nuestras diferencias (el indígena, el negro, el que tiene un nivel cultural y educativo menor que el nuestro). No hemos caído en cuenta de que el clasismo es el origen de muchos males.
Le invitamos a leer: Caleidoscopio identitario
¿Usted cómo cayó en cuenta de eso?
Mirando a mi alrededor. Pienso que el artista tiene como tarea no sucumbir a la desesperanza, sino buscar una solución para combatirla. Me he dado cuenta de que Colombia es un país con ira y la ira no es otra cosa que una profunda tristeza. Creo que esa una de las razones por las que escribí El bufete del zoquete: Colombia necesita reír, y la ciencia nos ha confirmado que la risa sana.
Decía antes que nadie habla de clasismo. ¿Por qué cree que sucede eso?
Porque es vergonzante. También creo que en Colombia hay un lío con el humor, como que lo catalogamos como inferior. No estamos acostumbrados a que la comedia nos hable de cosas que nos ponen contra el paredón.
¿Para qué le sirvió escribir la obra?
Para sanarme. Soy una persona muy atravesada por el dolor. Llevo cuatro años de constantes batallas personales de dolor, entonces encerrarme a escribir comedia me ayudó mucho.
Le recomendamos leer: El monte Etna, un volcán entre mitos, arte y literatura
¿Qué tipo de dolores?
Perdí mi trabajo, tuve cáncer y fui una de esas personas que perdieron la mitad de la familia por covid. Con muy pocos días de diferencia se murió mi tío, mi padre, mi hermana, etc. En ese encierro en el que estaba y sucumbiendo a la tristeza, descubrí el show de Fuck News y a Camilo Sánchez. Él narró en un capítulo que había estado en un momento de profunda tristeza y me di cuenta de que estaba en el mismo punto donde estuvo él. Dijo, además, que el comediante mexicano Carlos Ballarta lo salvó y me pareció muy loco, porque ahora él me estaba salvando a mí. Yo soy un reflejo de Colombia, de tristeza, de dolor y eso no es otra cosa que estar muy brava con la vida.
¿Sigue igual de brava con la vida?
No. Me encerré durante dos meses porque necesitaba exorcizarme de tanto dolor. Me descubrí a mí misma muerta de la risa de mis tontadas. Hay una parte del texto que me gusta mucho, en donde uno de los actores dice que existen las empanadas con gentilicios. En esa medida, todos los italianos comen pasta, todos los mexicanos comen picante y todos lo hawaianos, piña. En ese orden de ideas, ¿qué es una empanada criolla? Es una empanada llena de prejuicios. ¿De qué estamos hechos los colombianos? De prejuicios.
¿Cómo romper con los prejuicios?
Lo primero que debemos hacer es escucharnos y mirar al otro, porque cuando lo hacemos le damos la oportunidad de existir. Al escucharlo, ya sabemos que existe esa otra posibilidad y que no necesariamente es un ser que me va a hacer daño o que no le va a aportar nada a mi vida.
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“El bufete del zoquete” es una obra que reflexiona sobre el clasismo. ¿Por qué se interesó en esta temática?
Quise hacer una obra que navegara por los entretelones de los prejuicios. Creo que el clasismo está presente en Colombia todo el tiempo, pero nadie habla de ello. El clasismo se toma como un chiste, pero no lo es. Al burlarse hacen sentir a la otra persona como algo inferior. En Colombia, el clasismo es algo que sentimos como cotidiano, que no nos sorprende, pero debería hacerlo. Además, afianza algo que es horrible: el concepto de que los de arriba son mejores seres humanos y tienen más derechos.
¿Por qué cree que subestimamos el clasismo?
Considero que es el peor mal que tiene Colombia, incluso es peor que la corrupción. Lo cierto es que todos vamos en el mismo barco y vamos a llegar al mismo lugar, porque atravesamos la misma condición humana. Cuando nos demos cuenta de eso, y de que todos tenemos derecho a estar acá, quizá se empiecen a solucionar los problemas de nuestro país, porque creo que muchos de ellos se originan en el clasismo.
¿Por el hecho de no vernos como un igual?
No, por todo lo contrario: por vernos como un igual, pero por nuestras diferencias (el indígena, el negro, el que tiene un nivel cultural y educativo menor que el nuestro). No hemos caído en cuenta de que el clasismo es el origen de muchos males.
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¿Usted cómo cayó en cuenta de eso?
Mirando a mi alrededor. Pienso que el artista tiene como tarea no sucumbir a la desesperanza, sino buscar una solución para combatirla. Me he dado cuenta de que Colombia es un país con ira y la ira no es otra cosa que una profunda tristeza. Creo que esa una de las razones por las que escribí El bufete del zoquete: Colombia necesita reír, y la ciencia nos ha confirmado que la risa sana.
Decía antes que nadie habla de clasismo. ¿Por qué cree que sucede eso?
Porque es vergonzante. También creo que en Colombia hay un lío con el humor, como que lo catalogamos como inferior. No estamos acostumbrados a que la comedia nos hable de cosas que nos ponen contra el paredón.
¿Para qué le sirvió escribir la obra?
Para sanarme. Soy una persona muy atravesada por el dolor. Llevo cuatro años de constantes batallas personales de dolor, entonces encerrarme a escribir comedia me ayudó mucho.
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¿Qué tipo de dolores?
Perdí mi trabajo, tuve cáncer y fui una de esas personas que perdieron la mitad de la familia por covid. Con muy pocos días de diferencia se murió mi tío, mi padre, mi hermana, etc. En ese encierro en el que estaba y sucumbiendo a la tristeza, descubrí el show de Fuck News y a Camilo Sánchez. Él narró en un capítulo que había estado en un momento de profunda tristeza y me di cuenta de que estaba en el mismo punto donde estuvo él. Dijo, además, que el comediante mexicano Carlos Ballarta lo salvó y me pareció muy loco, porque ahora él me estaba salvando a mí. Yo soy un reflejo de Colombia, de tristeza, de dolor y eso no es otra cosa que estar muy brava con la vida.
¿Sigue igual de brava con la vida?
No. Me encerré durante dos meses porque necesitaba exorcizarme de tanto dolor. Me descubrí a mí misma muerta de la risa de mis tontadas. Hay una parte del texto que me gusta mucho, en donde uno de los actores dice que existen las empanadas con gentilicios. En esa medida, todos los italianos comen pasta, todos los mexicanos comen picante y todos lo hawaianos, piña. En ese orden de ideas, ¿qué es una empanada criolla? Es una empanada llena de prejuicios. ¿De qué estamos hechos los colombianos? De prejuicios.
¿Cómo romper con los prejuicios?
Lo primero que debemos hacer es escucharnos y mirar al otro, porque cuando lo hacemos le damos la oportunidad de existir. Al escucharlo, ya sabemos que existe esa otra posibilidad y que no necesariamente es un ser que me va a hacer daño o que no le va a aportar nada a mi vida.
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