“Cuando entrego la canción mezclada, esta también lleva algo de mí”, Daniel Cortés
Daniel Cortés ha trabajado en el sonido de dos producciones de Disney: “Encanto”, y la nueva serie, “El club de los graves”. Hablamos con él sobre el interés de los productores extranjeros en la riqueza de la música colombiana y el potencial de la música independiente en el país.
Daniela Cristancho
Hablemos de la identidad musical que se le dio a la serie “El club de los graves”.
La serie trata de unos chicos de una escuela con énfasis musical, pero se dividen en dos grupos: los agudos, que son aquellos que fueron elegidos en una audición y son los más populares, y los graves, que son los que no fueron elegidos, y los más rebeldes. Carlos Vives es un profesor nuevo que entra a enseñarles a estos últimos. Desde el concepto se demarca esta diferencia de sonido de los agudos y los graves. Los agudos es hacia el lado pop, moderno, es un sonido más fresco e inclinado hacia lo que está pegando. Los graves tienen una identidad más rockera, es muy basada en la estética de El rock de mi pueblo, de Carlos Vives, pero también tiene cumbia y vallenato, todo es más tropical. Hay muchas canciones que son con clarinete, música de banda, incluso papayera.
Es la segunda vez que trabaja en un proyecto relacionado con Disney. ¿Cómo ha sido la intención de este tipo de compañías por acercarse a la música colombiana?
La vez pasada trabajamos con la película Encanto, de Disney, y esta vez El club de los graves es con Disney + propiamente, que es otro cuento, pero que igual tiene los mismos principios de la compañía, en donde la música es un factor muy importante. Todos recordamos las canciones de Disney de cuando éramos niños, adolescentes. Disney quería hacer algo así en Colombia, y cree mucho en la trayectoria que tiene Carlos Vives y su importancia en la música colombiana, entonces ellos querían que él pusiera su huella en Encanto. Hubo mucha apertura creativa. Desde Los Ángeles estimulaban sus arreglos musicales, gran parte del demo, pues también fue producido por él y por todo nuestro equipo, en el sentido de proponer qué instrumentos iba a haber, qué instrumentistas iban a tocar, de qué manera, etc.
¿Por qué cree que ha surgido esa intención de darle un rol a la música colombiana en ese tipo de espacios?
Pienso que se va reconociendo cada vez más la riqueza cultural, y en este caso musical, de Colombia a nivel global. Creo que eso en gran parte es gracias a grandes artistas que se han vuelto virales a nivel mundial, que han puesto a Colombia en los oídos de la gente y en la curiosidad. Cada vez que la gente se sumerge en la cultura colombiana y en la música, descubre mucha riqueza. Gran parte de lo que es llamativo para los productores extranjeros es la parte rítmica de la música colombiana.
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¿Qué tiene de particular esa parte rítmica colombiana?
Tiene mucho que ver con la historia de Colombia, con el mestizaje, con las colonias, con los esclavos africanos, los indígenas. Colombia por su historia, al igual que en gran parte de Latinoamérica, vivió esa mezcla que se dio entre razas y culturas distintas, todo eso se refleja en muchas expresiones culturales. En Europa, que tiene una música que ha sido registrada desde mucho antes, la música clásica tiene unas formas muy estandarizadas, unos ritmos formales, que aquí la música, sobre todo la que ha sido influenciada por África, rompe. En algún sentido es más minimalista, pero al mismo tiempo mucho más compleja y rica.
¿Cree que hay elementos de esa herencia cultural que se han ido perdiendo o que están en riesgo?
Como sucede con las lenguas, hay cosas que poco a poco, si no se tiene el apoyo y las ganas, se van a ir extinguiendo, pero también creo que hay mucha gente que hoy en día las valora mucho y se dedican a eso. Hay muchos músicos en Bogotá, en Medellín y en otras ciudades y pueblos tradicionales que se dedican a músicas y a nichos muy específicos y, gracias a eso, aportan a mantenerlos vivos. El problema es que no siempre tienen el apoyo que sería ideal. Seguramente hay gente a quien le encantaría dedicar su vida a preservar la música de gaitas, a estudiarla e investigarla, pero por motivos económicos eso no es viable. Es un poco el espejo de la premisa de la serie, puede parecer más fuerte y popular el reguetón o el pop, y son subestimados los ritmos más tradicionales.
¿En qué proyectos está trabajando actualmente?
En este momento estoy principalmente dedicado a la música independiente. Siento que también es mucha la riqueza de música independiente que hay en Colombia. He tenido la oportunidad de viajar y trabajar en otros países y me he dado cuenta de que había ciertas idealizaciones, por ejemplo, creer que la música que se hace en el extranjero es mejor. Luego vas y te das cuenta de que hay proyectos increíbles que tú estabas haciendo en Colombia de la talla de los que se producen en ciudades como Nueva York. Haberme dado cuenta de eso, me hizo querer trabajar en la música de acá y en que cada vez suene mejor y le llegue mejor a las audiencias. Es decir, quiero aportar desde mis roles. Ahora, por ejemplo, estoy produciendo un EP de Nicolás y los Fumadores. Trabajo con artistas como Armenia y me llena mucho ver que la gente de mi generación cada vez está más interesada en descubrir música colombiana y en apoyarla, que un evento como el Estéreo Picnic ahora tenga una gran cuota de artistas nacionales. Sentirme parte del engranaje que de alguna forma está aportando a eso en este momento es la misión que me gusta tener.
Le recomendamos: Historia de la literatura: “El cuaderno dorado”
¿Cómo ve el futuro de la música independiente acá en Colombia?
Yo siento que Colombia está poco a poco avanzando hacia, por ejemplo, lo que México es hoy en día. Todavía no al nivel de Estados Unidos o de Europa, pero sí hay más gente interesada en hacerlo. Por ejemplo, las facultades de artes y de música se están llenando y eso es algo que ya está rompiendo con un esquema mental y cultural de que no se puede estudiar música y tratar de vivir de esto. Hay gente muy talentosa que por fin está teniendo visibilidad, aquellos que comenzaron hace 10 años con proyectos pequeños de medios independientes, hoy son medio que tienen un alcance muy grande, todo a punta del trabajo. Como decía, se está comenzando a construir un engranaje de pequeñas partes que todas están aportando para un ecosistema. En este momento estoy viviendo en Medellín y es muy común que vengan artistas de toda Latinoamérica. Aquí he trabajado con artistas de Uruguay, Panamá, Chile, Ecuador, que vienen aquí a producir música porque escuchan que hay gente muy buena, que se pasa bien, etc. Y se está volviendo de alguna manera una meca de la música independiente.
¿No quisiera hacer su propia música?
La verdad es que no. Creo que todos comenzamos en el campo de la música, visualizándonos como artistas haciendo nuestra propia música, pero afortunadamente encontré temprano mucho valor en ayudar a la música de otra gente. Por un lado, me gusta el rol de aportar a que la música de otros, que son buenos escribiendo e interpretando canciones, llegue a la gente de la mejor manera posible. Por otro, también me gusta mucho la variedad. Es decir, levantarme un día y trabajar en una salsa, y al día siguiente en un hip hop, y al día siguiente en un rock, y al día siguiente en reggaetón.
El suyo es un trabajo de cuidado...
Sí, yo agradezco mucho cuando una persona se acerca a mí. Por general es por alguna recomendación o porque escucharon algo que había hecho y les gustó. Es un proceso que cuesta, porque tú tienes una idea y una visión de las cosas, y te acercas a un desconocido para que cambie todo a su gusto y a su discreción. Eso es una responsabilidad, que siempre trato de respetar y de honrar mucho, de ser lo más minucioso con los detalles. Cuando esa canción sale, va a quedar a nombre del artista por toda la eternidad, entonces trato de poder hacerlo de la mejor manera posible, de estar en un buen momento emocional cuando trabajo las canciones, de conectar con ellas, hablar con el artista, entender un poco de dónde viene, etc. Yo veo que este es un trabajo con una carga emocional muy fuerte. Asimismo, cuando yo le entrego la canción mezclada al artista, eso también lleva algo de mí.
¿Cómo se mantiene el oído afilado?
Es interesante porque, por ejemplo, la gente que vive conmigo escucha cómo repito el coro de una canción una y otra vez, pero en mi mente cuando lo hago, cada vez estoy escuchando algo distinto. Es decir, para mí la experiencia no es como si escuchara lo mismo mil veces. Es como si tú tuvieras una lupa: tienes la página, pero cada vez te enfocas en un apartado distinto. Así funciona un poco a nivel mental, pero a nivel físico, definitivamente, hay que tener estrategias. Yo trabajo volúmenes muy altos y después de cierto tiempo se cansan los oídos y llega un punto en el que sé que ya no puedo trabajar más por el día, sino que tengo que descansar, porque la experiencia me ha dicho que si sigo trabajando comienzo a cometer errores. Es necesario ser muy cuidadoso con los oídos, pero también es fundamental el cuidado emocional. Si uno está trabajando la música de alguien más toca hacerlo con una buena disposición. Si uno no lo está, eso se siente.
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Hablemos de la identidad musical que se le dio a la serie “El club de los graves”.
La serie trata de unos chicos de una escuela con énfasis musical, pero se dividen en dos grupos: los agudos, que son aquellos que fueron elegidos en una audición y son los más populares, y los graves, que son los que no fueron elegidos, y los más rebeldes. Carlos Vives es un profesor nuevo que entra a enseñarles a estos últimos. Desde el concepto se demarca esta diferencia de sonido de los agudos y los graves. Los agudos es hacia el lado pop, moderno, es un sonido más fresco e inclinado hacia lo que está pegando. Los graves tienen una identidad más rockera, es muy basada en la estética de El rock de mi pueblo, de Carlos Vives, pero también tiene cumbia y vallenato, todo es más tropical. Hay muchas canciones que son con clarinete, música de banda, incluso papayera.
Es la segunda vez que trabaja en un proyecto relacionado con Disney. ¿Cómo ha sido la intención de este tipo de compañías por acercarse a la música colombiana?
La vez pasada trabajamos con la película Encanto, de Disney, y esta vez El club de los graves es con Disney + propiamente, que es otro cuento, pero que igual tiene los mismos principios de la compañía, en donde la música es un factor muy importante. Todos recordamos las canciones de Disney de cuando éramos niños, adolescentes. Disney quería hacer algo así en Colombia, y cree mucho en la trayectoria que tiene Carlos Vives y su importancia en la música colombiana, entonces ellos querían que él pusiera su huella en Encanto. Hubo mucha apertura creativa. Desde Los Ángeles estimulaban sus arreglos musicales, gran parte del demo, pues también fue producido por él y por todo nuestro equipo, en el sentido de proponer qué instrumentos iba a haber, qué instrumentistas iban a tocar, de qué manera, etc.
¿Por qué cree que ha surgido esa intención de darle un rol a la música colombiana en ese tipo de espacios?
Pienso que se va reconociendo cada vez más la riqueza cultural, y en este caso musical, de Colombia a nivel global. Creo que eso en gran parte es gracias a grandes artistas que se han vuelto virales a nivel mundial, que han puesto a Colombia en los oídos de la gente y en la curiosidad. Cada vez que la gente se sumerge en la cultura colombiana y en la música, descubre mucha riqueza. Gran parte de lo que es llamativo para los productores extranjeros es la parte rítmica de la música colombiana.
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¿Qué tiene de particular esa parte rítmica colombiana?
Tiene mucho que ver con la historia de Colombia, con el mestizaje, con las colonias, con los esclavos africanos, los indígenas. Colombia por su historia, al igual que en gran parte de Latinoamérica, vivió esa mezcla que se dio entre razas y culturas distintas, todo eso se refleja en muchas expresiones culturales. En Europa, que tiene una música que ha sido registrada desde mucho antes, la música clásica tiene unas formas muy estandarizadas, unos ritmos formales, que aquí la música, sobre todo la que ha sido influenciada por África, rompe. En algún sentido es más minimalista, pero al mismo tiempo mucho más compleja y rica.
¿Cree que hay elementos de esa herencia cultural que se han ido perdiendo o que están en riesgo?
Como sucede con las lenguas, hay cosas que poco a poco, si no se tiene el apoyo y las ganas, se van a ir extinguiendo, pero también creo que hay mucha gente que hoy en día las valora mucho y se dedican a eso. Hay muchos músicos en Bogotá, en Medellín y en otras ciudades y pueblos tradicionales que se dedican a músicas y a nichos muy específicos y, gracias a eso, aportan a mantenerlos vivos. El problema es que no siempre tienen el apoyo que sería ideal. Seguramente hay gente a quien le encantaría dedicar su vida a preservar la música de gaitas, a estudiarla e investigarla, pero por motivos económicos eso no es viable. Es un poco el espejo de la premisa de la serie, puede parecer más fuerte y popular el reguetón o el pop, y son subestimados los ritmos más tradicionales.
¿En qué proyectos está trabajando actualmente?
En este momento estoy principalmente dedicado a la música independiente. Siento que también es mucha la riqueza de música independiente que hay en Colombia. He tenido la oportunidad de viajar y trabajar en otros países y me he dado cuenta de que había ciertas idealizaciones, por ejemplo, creer que la música que se hace en el extranjero es mejor. Luego vas y te das cuenta de que hay proyectos increíbles que tú estabas haciendo en Colombia de la talla de los que se producen en ciudades como Nueva York. Haberme dado cuenta de eso, me hizo querer trabajar en la música de acá y en que cada vez suene mejor y le llegue mejor a las audiencias. Es decir, quiero aportar desde mis roles. Ahora, por ejemplo, estoy produciendo un EP de Nicolás y los Fumadores. Trabajo con artistas como Armenia y me llena mucho ver que la gente de mi generación cada vez está más interesada en descubrir música colombiana y en apoyarla, que un evento como el Estéreo Picnic ahora tenga una gran cuota de artistas nacionales. Sentirme parte del engranaje que de alguna forma está aportando a eso en este momento es la misión que me gusta tener.
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¿Cómo ve el futuro de la música independiente acá en Colombia?
Yo siento que Colombia está poco a poco avanzando hacia, por ejemplo, lo que México es hoy en día. Todavía no al nivel de Estados Unidos o de Europa, pero sí hay más gente interesada en hacerlo. Por ejemplo, las facultades de artes y de música se están llenando y eso es algo que ya está rompiendo con un esquema mental y cultural de que no se puede estudiar música y tratar de vivir de esto. Hay gente muy talentosa que por fin está teniendo visibilidad, aquellos que comenzaron hace 10 años con proyectos pequeños de medios independientes, hoy son medio que tienen un alcance muy grande, todo a punta del trabajo. Como decía, se está comenzando a construir un engranaje de pequeñas partes que todas están aportando para un ecosistema. En este momento estoy viviendo en Medellín y es muy común que vengan artistas de toda Latinoamérica. Aquí he trabajado con artistas de Uruguay, Panamá, Chile, Ecuador, que vienen aquí a producir música porque escuchan que hay gente muy buena, que se pasa bien, etc. Y se está volviendo de alguna manera una meca de la música independiente.
¿No quisiera hacer su propia música?
La verdad es que no. Creo que todos comenzamos en el campo de la música, visualizándonos como artistas haciendo nuestra propia música, pero afortunadamente encontré temprano mucho valor en ayudar a la música de otra gente. Por un lado, me gusta el rol de aportar a que la música de otros, que son buenos escribiendo e interpretando canciones, llegue a la gente de la mejor manera posible. Por otro, también me gusta mucho la variedad. Es decir, levantarme un día y trabajar en una salsa, y al día siguiente en un hip hop, y al día siguiente en un rock, y al día siguiente en reggaetón.
El suyo es un trabajo de cuidado...
Sí, yo agradezco mucho cuando una persona se acerca a mí. Por general es por alguna recomendación o porque escucharon algo que había hecho y les gustó. Es un proceso que cuesta, porque tú tienes una idea y una visión de las cosas, y te acercas a un desconocido para que cambie todo a su gusto y a su discreción. Eso es una responsabilidad, que siempre trato de respetar y de honrar mucho, de ser lo más minucioso con los detalles. Cuando esa canción sale, va a quedar a nombre del artista por toda la eternidad, entonces trato de poder hacerlo de la mejor manera posible, de estar en un buen momento emocional cuando trabajo las canciones, de conectar con ellas, hablar con el artista, entender un poco de dónde viene, etc. Yo veo que este es un trabajo con una carga emocional muy fuerte. Asimismo, cuando yo le entrego la canción mezclada al artista, eso también lleva algo de mí.
¿Cómo se mantiene el oído afilado?
Es interesante porque, por ejemplo, la gente que vive conmigo escucha cómo repito el coro de una canción una y otra vez, pero en mi mente cuando lo hago, cada vez estoy escuchando algo distinto. Es decir, para mí la experiencia no es como si escuchara lo mismo mil veces. Es como si tú tuvieras una lupa: tienes la página, pero cada vez te enfocas en un apartado distinto. Así funciona un poco a nivel mental, pero a nivel físico, definitivamente, hay que tener estrategias. Yo trabajo volúmenes muy altos y después de cierto tiempo se cansan los oídos y llega un punto en el que sé que ya no puedo trabajar más por el día, sino que tengo que descansar, porque la experiencia me ha dicho que si sigo trabajando comienzo a cometer errores. Es necesario ser muy cuidadoso con los oídos, pero también es fundamental el cuidado emocional. Si uno está trabajando la música de alguien más toca hacerlo con una buena disposición. Si uno no lo está, eso se siente.
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