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Nadie sabe quién fue exactamente Jack el Destripador. Todo lo que se sabe es que, entre agosto y noviembre de 1888, asesinó a cinco prostitutas. Su modus operandi fue siempre el mismo. Una cortada limpia en la garganta, un cadáver mutilado como si hubiera sido tratado por el más dedicado carnicero, cero testigos. Jack tenía un sentido del humor macabro, único en su clase. Solía enviarle notas a la policía vanagloriándose de sus hazañas y de su nombre. En una ocasión, incluso envió de regalo a la policía medio hígado. Jack era un gran profesional y llegó a la cumbre de su oficio: Mató a personas inocentes a cambio de su satisfacción, y el mundo, hasta el momento no ha podido descubrir su identidad.
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John Katzenbach especuló sobre cómo sería traer a un Jack el Destripador redivivo y, como resultado, surgió El Club de los Psicópatas: Un libro que se adentra en la mente de cinco hombres aparentemente normales que, detrás de la fachada, esconden la ambición de convertirse en leyenda. Un conductor, un profesor universitario, el hijo de una pareja millonaria, el empleado de una empresa de correos…No hay un estereotipo físico para identificar a un asesino. Un asesino puede clavar un cuchillo en el estómago de su víctima por la mañana y en la noche besar a su esposa, tal como lo hacían los cinco miembros del Club de Jack. Esta es una de las razones por las cuales nunca se supo quién fue Jack el Destripador y los cinco hombres del club aprovechan esta ventaja al máximo. En El Club de los Psicópatas, el lector verá con asombro la manera en que John Katzenbach trabajó para construir los perfiles de cinco hombres que, en lugar de ser lobos solitarios como generalmente son los asesinos, se reunieron para repetir la historia, la historia que solo Jack el Destripador ha podido escribir.
El único obstáculo que tienen es un adolescente, un sencillo adolescente que, con solo tratarlos como novatos en una sala de chat, despertó en ellos la sed, la necesidad, el instinto de enseñarle lo que era inmiscuirse en los asuntos de los herederos de Jack. La muerte de ese niño ya no será la noticia de un pueblito como Whitechappel. No será material para un misterio. Esta vez, los herederos de Jack irán mucho más allá. Lo perseguirán, disfrutarán su muerte, lo grabarán, mandarán una advertencia al mundo a través de miles de likes, retweets y vídeos reproducidos una y otra vez. Serán una nueva versión de Jack el Destripador, mucho más letal y escatológica, si es que algo así es posible.
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John Katzenbach, sentado tranquilamente en su casa y con una sonrisa radiante, me dice que disfrutó del proceso de escritura. Comenta que, a pesar de la sangre y las muertes, a todas sus creaciones las quiso por igual, y espera que el lector pueda ver ese amor detrás de la psicopatía.