“El Club”: en el silencio se esconden los pecados
El Club, la quinta película del chileno Pablo Larraín, fue la ganadora del oso de plata en el Festival de cine de Berlín, en 2015. El filme explora las dinámicas de una casa destinada al exilio de sacerdotes que cometieron actos cuestionables y la mujer que los cuida. La llegada de un nuevo miembro perturba el silencio que por años les ha permitido ocultarse.
Juan Andrés Rodríguez
Esta narrativa puede recaer fácilmente en la construcción del abusador como una figura monstruosa, un ser que no conoce la empatía y disfruta del sufrimiento ajeno, un dualismo donde lo humano se clasifica entre lo bueno o lo malo. El Club desafía esta convicción al alinear la cámara con la perspectiva de los acusados, empezando por secuencias de días grises en medio de un pueblo en decadencia, donde las carreras de perros son el único antídoto para la monotonía. Acá nadie parece un monstruo, solo hay seres tristes y olvidados.
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Ocultándose bajo el manto de la moral, estos hombres caídos en desgracia justifican sus acciones desde la abnegación, el sentido del deber y la investidura sacerdotal que los hace sentir más cercanos a lo divino que a lo humano, como si por ello sus pecados fueran automáticamente expiados, ocultando sus deseos como parte de la obra y voluntad de Dios.
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Paulatinamente, se revelan los motivos que los confinan en esa casa, provocando tensión desde un acto simple pero poderoso: nombrar las cosas. Usualmente, para huir de la incomodidad se usan eufemismos, se hace implícito un acto con palabras vacías, porque nombrar es como invocar a un fantasma, una vez pronunciado habrá de acechar a quienes han escogido vivir en silencio. Los momentos donde alguien se atreve a gritar la verdad se vuelven aterradores, claustrofóbicos, la música eclesiástica se convierte en un sonido ominoso que solo intensifica la urgencia de huida a cualquier costo.
Larraín logra diseccionar el silencio donde se esconden los pecados, retratando en este grupo la dinámica que ha empleado la iglesia católica para salvaguardar su reputación, la doble moral con la que es más fácil ver la paja en el ojo ajeno y, sobre todo, la complicidad. Larraín logra, finalmente, envolvernos en los pactos de la ignorancia deliberada.
Fábula Cine, la productora de esta película, será la homenajeada en la retrospectiva del BIFF. Esta casa ha sido reconocida mundialmente por películas como Una mujer fantástica, No y El club, que serán proyectadas en funciones especiales durante el festival.
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