El colegio del cuerpo le regresa las flores a Kazuo Ohno
El próximo 22 de junio, en el marco de la celebración del cincuentenario del Teatro Jorge Eliécer Gaitán, la Compañía Cuerpo de Indias (Núcleo Profesional de El Colegio del Cuerpo) presentará la obra “Flowers for Kazuo Ohno (and Leonard Cohen)”, concebida y dirigida por Álvaro Restrepo. Entrevista.
Laura Camila Arévalo Domínguez
¿Cómo nace “Flowers for Kazuo”?
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¿Cómo nace “Flowers for Kazuo”?
La obra nace como resultado de la visita que hicimos, en el año 2008, a la casa del gran Kazuo Ohno, el padre de la danza butoh japonesa. Con el Colegio del cuerpo danzamos para conmemorar los 100 años de relaciones diplomáticas entre Japón y Colombia. En un pequeño teatro donde bailamos para algunos miembros de la familia imperial y cuerpo diplomático, recibimos unas flores y una tarjeta de los grandes Ohno y su hijo Yoshito, y fuimos al día siguiente a visitarlos. A raíz de esa visita extraordinaria en la casa de los Ohno en Yokohama, donde él ya tenía 103 años y estaba en su lecho de partida, tuvimos la idea de hacer este homenaje y devolver las flores que ellos nos habían enviado al teatro a raíz de nuestras presentaciones.
Hablemos de esta frase acerca de la obra y su intención: “un homenaje a dos artistas que supieron hacer de su edad una obra de arte”
Alguien dijo que la juventud es un don de la naturaleza, pero que la vejez debería ser una obra de arte, y yo creo firmemente en eso. Creo que nuestro cuerpo, que es nuestro reloj biológico, es tal vez lo más importante que tenemos que esculpir y que cuidar. Muchas veces he dicho que el Colegio del cuerpo se debería llamar el Colegio del tiempo: lo que tenemos que cuidar con mucho cuidado es nuestro tiempo, que es tan corto para estar en este mundo. Cuando uno ve personas como Kazuo Ohno, que bailó hasta entrado en los 90 años, que murió de 103, que logró hacer de su vejez, e incluso de su decrepitud, una obra de arte, es algo que emociona mucho. Se da cuenta de que la vejez no es una derrota necesariamente, sino que puede ser una conquista. Lo mismo Leonard Cohen, quien produjo la poesía y la música más hermosa y profunda hasta después de sus 80 años. Los dos se fueron volviendo más hermosos y profundos e impactantes.
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Kazuo Ohno es uno de los padres de la danza butoh, pero ¿en qué consiste este estilo de danza?
La danza Butoh es para mí el ejemplo más claro de resiliencia de un hecho tan terrible y trágico como fueron Hiroshima y Nagasaki, surge una respuesta con el cuerpo a tanto dolor. Surge esta danza de las tinieblas que a veces es muy oscura y siniestra, de alguna manera, pero que también en otros creadores, como el mismo Ohno, puede ser de una gran ternura e ingenuidad. Hay otros grupos como Sankai Juku, que han venido varias veces a Colombia, y han hecho un trabajo muy estético, muy depurado, que no tiene tanto que ver con el horror de esos cuerpos torturados y espectrales de la danza butoh original. Creo que es un ejemplo que en este país deberíamos aprender. Aquí, que hemos sufrido tanto, deberíamos generar nuestra propia danza butoh, nuestra propia danza de renacimiento que exprese el dolor y horror que hemos vivido, pero también la belleza de lo que somos y tenemos en este país.
¿Cuál es la relación entre Kazuo Ohno y el cantante Leonard Cohen? Por qué los tuvo en cuenta a los dos en esta obra…
La relación entre Kazuo Ohno y Leonard Cohen, aparentemente no era muy evidente, pero a medida que me fui adentrando en el proceso de creación, sobre todo de la obra dancística, reencontré la música de Cohen, a quien oía mucho en mi juventud. Encontré a un artista que había sabido hacer de su tiempo una obra de arte. Su voz, como los buenos vinos, se fue volviendo añeja, pero también noble y profunda. Comenzamos a trabajar con su música, a redescubrir a su poesía y su mundo, para también encontrarnos con otros artistas que han cantado sus canciones, así que por eso decidimos reincorporar, no solo canciones cantadas por eso, sino con otros artistas como Nina Simone, Antony Hegarty, las Webb Sisters, Anjani, Silvia Pérez Cruz, entre otros, que reinterpretaron las canciones de él. Luego se creó un vínculo mágico entre ellos dos a través de la figura de Federico García Lorca, a quien Cohen siguió con fervor. De hecho, su única hija se llama Lorca Cohen. Kazuo Ohno empezó a bailar también después de ver bailar a una gran amiga de Lorca, la argentina Antonia Mercé, bailarina de flamenco que lo inspiró. Mis primeras obras fueron dedicadas a este poeta asesinado y, bueno, así se creó este vínculo mágico.
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La obra se estrenó en 2014, ¿cuáles han sido las reacciones que más lo han conmovido de la obra? Cuáles han sido los comentarios o los resultados de la misma en las personas…
Los comentarios o las reacciones más significativas y conmovedoras han sido, primero, del mismo Yoshito Ōno, que al ver la obra dijo: “La obra es realmente bella y se puede llamar “butoh” en su espíritu.” Le gustó muchísimo el trabajo. Leonard Cohen, después de haber visto la grabación de la obra, transmitió al coreógrafo el siguiente mensaje a través de su mánager Robert B. Kory: “Leonard está muy complacido y conmovido con la obra... dice que es un trabajo excelente”. Y rara vez él da sus impresiones, así que nos emocionó muchísimo. La biógrafa principal de Cohen, también habló sobre la obra, Sylvie Simmons, quien dijo que se había impresionado mucho con la interpretación que habíamos hecho de sus canciones. La prensa canadiense fue muy elogiosa.
Usted cuenta que le propuso a Marie France Delieuvin (codirectora de El colegio del cuerpo) y a Ricardo Bustamante (bailarín de la Compañía), que crearan colectivamente una pieza que, sin utilizar el lenguaje del butoh, fuese una ofrenda, pero ¿cómo lograron el objetivo, justamente, sin usar el lenguaje de butoh?
Quisimos hacer un homenaje al butoh, pero sin tratar de apropiarnos de una tradición que no nos pertenece. Nos conmueve su belleza y extrañeza, pero no quisimos imitarla. Hicimos algo a partir del mundo de cada uno de nosotros. Tanto Marie France Delieuvin, como Ricardo Bustamante, y yo, construimos imágenes dedicadas a Kazuo Ohno y Leonard Cohen, pero sin apropiarnos de sus mundos. Respetando la particularidad de cada uno de ellos. Me gusta trabajar en colectivo porque así es nuestra dinámica: cada uno propone, busca sus propios caminos y luego, entre todos, lo vamos construyendo y esculpiendo.
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¿Por qué quedó tan conmovido después de su reencuentro con la obra de Cohen? ¿Qué fue lo que llamó tanto su atención de “Popular problems”?
El reencuentro fue a través de su disco Old ideas. Fue uno de los primeros discos que hizo después de que se lanzó a hacer giras. Él estuvo recluido en un monasterio budista en Los Ángeles y su manager, durante ese tiempo, le robó mucho dinero, y cuando salió se encontró casi en la ruina y le tocó rencauchar su carrera de concertista y se lanzó de nuevo a la carretera a llevar su música por el mundo. Para él fue una forma de resurrección. Me conmueven mucho estas canciones tan profundas. No solo son las de su época de juventud, un poco depresivas, sino ahora con mucho humor y muchísima sabiduría. La que solo traen los años.