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Nacido en Ibagué en 1961, Óscar Godoy Barbosa siempre tuvo clara su vocación por la escritura. Desde los días de colegio en que por pudor literario no se atrevía a mostrar sus trabajos, hasta que ingresó al Taller de Escritores de la Universidad Central en 1983 y el maestro Isaías Peña lo forzó a hacerlo delante de todos. Aunque estudió periodismo en la Universidad Externado y desempeñó el oficio por aquello de la supervivencia, antes de asumirlo viajó a Francia y durante tres años en el Instituto de Altos Estudios de América Latina en La Sorbona, afianzó su interés por la narrativa.
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Cuando regresó al país en 1987, ya la literatura era su norte, pero acudió al periodismo para acercarlo. Ingresó al diario La República con el propósito de acomodar su regreso, pero se quedó diez años. Con breves intervalos en La Prensa o El Nuevo Siglo, fue una década dedicado a explicar negocios. No obstante, su talento para escribir lo volvió editor y su persistencia con la lectura de ensayos y novelas lo llevó a conducir un suplemento dominical en el que recobró sus sueños. Únicamente esperaba una señal para quemar las naves y pasarse del todo a la esquina literaria.
El primer aviso apareció en 1998 cuando ganó en Medellín el VIII Concurso Nacional de Cuento para Trabajadores con un relato titulado Mis jueves sin ti. El segundo llegó al año siguiente, cuando obtuvo el primer lugar en el XVI Concurso Anual de Novela de Pereira con su primera obra narrativa de largo aliento, Duelo de miradas. Entonces supo que había llegado el momento de hacer una pausa en el frenesí del periodismo y, tanteando el terreno en el universo de los guiones, encontró el aliado que buscaba para fortalecer su decisión: su amigo Isaías Peña Gutiérrez.
En su calidad de director del Departamento de Humanidades y Letras de la Universidad Central, el maestro Isaías Peña necesitaba un apoyo para su reconocido Taller de Escritores, y Óscar Godoy Barbosa fue el elegido. A partir del año 2000 entró a secundarlo y junto a otros escritores y académicos comparte los logros de haberlo convertido sucesivamente en Especialización en Creación Narrativa (2008), Pregrado de Creación Literaria (2010) y Maestría en Creación Literaria (2013). Un trabajo de formación que muchos escritores de las últimas generaciones agradecen.
Sin embargo, Óscar Godoy no se limitó a la enseñanza. En 2007, en desarrollo de una colección de 50 novelas colombianas, publicó su segunda obra, El arreglo. Un año después fue segundo lugar en el Premio Nacional de Cuento Bogotá Capital Mundial del Libro con su relato Susana y el sol. Entonces comprendió que necesitaba un segundo aire en el exterior para enfrentar la novela que seguía rondando en su cerebro. Con su familia a bordo se fue tres años a El Paso, en Estados Unidos, y entre 2009 y 2012 cursó una maestría en Escritura Creativa en la Universidad de Texas.
Esa novela fue su tesis de grado y la primera versión, casi definitiva, de su obra Once días de noviembre. Necesitaba tomar distancia de Colombia para desarrollarla. Lejos de la polarización política o la eterna discusión judicial del holocausto del Palacio de justicia. Sin los ecos cercanos de la tragedia de Armero que sigue enlutando a su gente del Tolima. La trabajó con la misma dedicación que siempre pide a sus aprendices en los talleres. Frase a frase, sin la urgencia objetiva del periodismo que conoce a fondo, pero con los sonidos, percepciones sensitivas o licencias que permite la ficción narrativa.
Actualmente, Godoy trabaja como profesor de la Universidad Central, en Bogotá.
El premio
Godoy ganó el reconocimiento con la novela Te acuerdas del mar, que registra el conflicto colombiano y las dificultades de la reconciliación, hecho que fue destacado por el jurado del premio.
La novela registra un tema que sigue abierto pese a los acuerdos de desmovilización de las Farc: el conflicto se transformó y sigue vigente. La novela es la historia de dos enemigos a muerte, un guerrillero de las Farc y un paramilitar, que se encuentran en la sala de un hospital de Bogotá; el uno carcomido por el cáncer y el otro asaltado por tres jóvenes que casi lo matan. Pese a las distancias planteadas por la guerra, tienen mucho más en común de lo que ellos mismos creen.
“Nada justifica el sacrificio de tantas vidas –dice corso, en la cama del hospital, sobre su pasado en las Farc y su presente internado–. Y menos ahora que renunciamos a cambio de un lugar en la sociedad que quisimos cambiar, que no cambió y no nos acepta”, narra la obra.
Te acuerdas del mar fue seleccionada entre 466 manuscritos recibidos y se involucra en los laberintos y escombros de la guerra que no ha sanado del todo y que involucra no solo a los dos personajes centrales, sino también a un general del Ejército y a una niña que vivió la infancia entrando y saliendo de la clandestinidad de su madre; son historias que se entrelazan mediante una prosa “tersa y vibrante” como la definió el escritor mexicano, Jorge Volpi, uno de los jurados del premio.
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Liliana Heker, Jorge Fernández Díaz (argentinos) y Jorge Volpi (mexicano) destacaron en el fallo que consideran a la novela de una actualidad palpitante. Fernández Díaz afirmó “es una poderosa parábola sobre la violencia política y sobre la amistad impensada entre dos enemigos irreconciliables”.
Por su parte, Liliana Heker consideró: “a través de distintas voces, de historias que se cruzan, de personajes tal vez irreconciliables, pero fugazmente hermanados, el autor va urdiendo un alegato perturbador y luminoso”.