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                                                                                                                                El coronavirus y una vida más casera: Pensamientos desde casa, día 22

                                                                                                                                Las perspectivas de la pandemia del nuevo coronavirus harán que cambien nuestras costumbres sociales. Hoy la inspiración va por cuenta de las "soledades felices" de Juan Carlos Onetti y su esposa Dolly.

                                                                                                                                Nelson Fredy Padilla *

                                                                                                                                Una de las fotos que me compartió en 2014 la argentina Dorotea Muhr sobre su vida con el escritor uruguayo Juan Carlos Onetti. Desde la habitación de la que muy poco salían en Madrid, España, recreaban el mundo. / Cortesía
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Se viene una época de abstinencias en la que sufrirán más los fiesteros, los adictos a los gimnasios, a los cocteles, a las salas de cine, a los conciertos, a los bares, a los restaurantes. En cambio, los hogareños, los solitarios, los cusumbosolos podrán adaptarse mejor a las nuevas reglas comunales que regirán luego del confinamiento obligatorio, que no quedará descartado del todo si los niveles de contagio no ceden. (Recomendamos más de esta serie: El coronavirus y el poder del amor).

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Dolly, como le gusta que la llamen, se acercaba a los 90 años de edad y tenía muy buena memoria. Desde su casa en Buenos Aires se empeñó en desbaratar los lugares comunes sobre el autor de novelas como La vida breve y El Astillero. “No me vayás a preguntar por el Onetti huraño, solitario, pesimista. No fue el Juan amoroso, realizado, amigo de sus amigos que yo conocí”. Coincidí con ella en una lectura positiva de su obra, nadie se sienta obligado a hacerla, y, en especial, de su alma casera.

                                                                                                                                Si un lector sólo ve en las ficciones de Onetti soledad, drama, desasosiego, desesperación, angustia, frustración, es porque no ha profundizado en su filosofía y escritura existencialistas. Era un genio de las letras que cada mañana y cada noche quería escapar de la realidad para refundarla en el universo imaginario en el que creó su Santa María, el equivalente al Macondo de García Márquez.

                                                                                                                                La propia Dolly, cuarta y última esposa del autor, me dijo que la prueba es que le dedicó La cara de la desgracia, en uno de los mayores gestos de amor que tuvo para ella a quien llamaba “ignorado perro de la dicha”. “Ahí podés ver esa mezcla de ternura, inteligencia e ironía que él encarnaba”. De acuerdo. Encuentro la fuerza que necesitaremos en los próximos tiempos en camino a una existencia más íntima y no por eso más aburrida. Cuando escribe sobre esa “sensación de soledad que nadie me había permitido”, que puede llenarnos de “paz y confianza”. También identifico su estado asocial como propicio para encontrarle utilidad de a la ignorancia del ser humano, porque es en ese reencuentro con él mismo que empieza la búsqueda de la verdad que podía tener refundida en el ruido exterior.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                A ella le encantaba que le dictara libros o cartas, porque con su oído musical, de pianista, le advertía de disonancias. “Aparte de música, yo estudié taquigrafía en inglés y español. Casi todas las cartas firmadas por Juan son mías también. O él anotaba a mano y yo le pasaba a la máquina de escribir. Eso mientras fumábamos, comíamos, brindábamos, imaginate... Y a nuestros pies estaba la perrita por la que Juan decía ‘no me levanto de la cama, porque me muerde La Biche'. Nunca nos aburríamos. Muchos de esos papeles los doné a la biblioteca uruguaya más importante en Montevideo”.

                                                                                                                                Entonces, insistió en que no hablen de Onetti sólo desde la cama y el vicio del cigarrillo, del “mundo particular, estrecho, insustituible, el suicidio latente, el olor a tabaco, los dientes sucios”, que es apenas una de muchas lecturas de su obra. Dolly toma la voz de la protagonista del cuento “Tan triste como ella” y me dice: “Como ella, viví casi feliz en el centro exacto de la soledad y del silencio”.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                La vida de esa pareja, según el escritor español Antonio Muñoz Molina, desprendía una intensa sensación de privacidad y bienestar así estuvieran “como en un exilio en el interior de otro exilio, sin levantarse de la cama, fumando y sorbiendo whisky y leyendo novelas de misterio”. Privacidad. Qué buena palabra. Ahora, en cuarentena, podremos recuperarla de muchas formas.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Les dejo como parábolas frases de otros cuentos de Onetti. De “Excursión”: “Absoluta soledad de su alma, fantástica libertad de todo su ser”. De “Nueve de julio”: “A quebrar la soledad con las puntas de los dedos apretados”. De “La casa en la arena”: “cuando Díaz Grey, en el consultorio frente a la plaza de la ciudad provinciana, se entrega al juego de conocerse a sí mismo mediante este recuerdo”. De “El álbum”: “encontrarnos con nosotros mismos, lúcidos y en presente”.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Siento que Juan Carlos Onetti y Dolly nos inducen a no tener miedo de “las soledades”, a “habitarlas con una sensación de poder”, a recrear el planeta desde nuestras cuatro paredes, aunque eso no garantice nada.

                                                                                                                                @NelsonFredyPadi / npadilla @elespectador.com

                                                                                                                                * Estamos cubriendo de manera responsable esta pandemia, parte de eso es dejar sin restricción todos los contenidos sobre el tema que puedes consultar en el especial sobre Coronavirus

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Una de las fotos que me compartió en 2014 la argentina Dorotea Muhr sobre su vida con el escritor uruguayo Juan Carlos Onetti. Desde la habitación de la que muy poco salían en Madrid, España, recreaban el mundo. / Cortesía
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Se viene una época de abstinencias en la que sufrirán más los fiesteros, los adictos a los gimnasios, a los cocteles, a las salas de cine, a los conciertos, a los bares, a los restaurantes. En cambio, los hogareños, los solitarios, los cusumbosolos podrán adaptarse mejor a las nuevas reglas comunales que regirán luego del confinamiento obligatorio, que no quedará descartado del todo si los niveles de contagio no ceden. (Recomendamos más de esta serie: El coronavirus y el poder del amor).

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Dolly, como le gusta que la llamen, se acercaba a los 90 años de edad y tenía muy buena memoria. Desde su casa en Buenos Aires se empeñó en desbaratar los lugares comunes sobre el autor de novelas como La vida breve y El Astillero. “No me vayás a preguntar por el Onetti huraño, solitario, pesimista. No fue el Juan amoroso, realizado, amigo de sus amigos que yo conocí”. Coincidí con ella en una lectura positiva de su obra, nadie se sienta obligado a hacerla, y, en especial, de su alma casera.

                                                                                                                                Si un lector sólo ve en las ficciones de Onetti soledad, drama, desasosiego, desesperación, angustia, frustración, es porque no ha profundizado en su filosofía y escritura existencialistas. Era un genio de las letras que cada mañana y cada noche quería escapar de la realidad para refundarla en el universo imaginario en el que creó su Santa María, el equivalente al Macondo de García Márquez.

                                                                                                                                La propia Dolly, cuarta y última esposa del autor, me dijo que la prueba es que le dedicó La cara de la desgracia, en uno de los mayores gestos de amor que tuvo para ella a quien llamaba “ignorado perro de la dicha”. “Ahí podés ver esa mezcla de ternura, inteligencia e ironía que él encarnaba”. De acuerdo. Encuentro la fuerza que necesitaremos en los próximos tiempos en camino a una existencia más íntima y no por eso más aburrida. Cuando escribe sobre esa “sensación de soledad que nadie me había permitido”, que puede llenarnos de “paz y confianza”. También identifico su estado asocial como propicio para encontrarle utilidad de a la ignorancia del ser humano, porque es en ese reencuentro con él mismo que empieza la búsqueda de la verdad que podía tener refundida en el ruido exterior.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                A ella le encantaba que le dictara libros o cartas, porque con su oído musical, de pianista, le advertía de disonancias. “Aparte de música, yo estudié taquigrafía en inglés y español. Casi todas las cartas firmadas por Juan son mías también. O él anotaba a mano y yo le pasaba a la máquina de escribir. Eso mientras fumábamos, comíamos, brindábamos, imaginate... Y a nuestros pies estaba la perrita por la que Juan decía ‘no me levanto de la cama, porque me muerde La Biche'. Nunca nos aburríamos. Muchos de esos papeles los doné a la biblioteca uruguaya más importante en Montevideo”.

                                                                                                                                Entonces, insistió en que no hablen de Onetti sólo desde la cama y el vicio del cigarrillo, del “mundo particular, estrecho, insustituible, el suicidio latente, el olor a tabaco, los dientes sucios”, que es apenas una de muchas lecturas de su obra. Dolly toma la voz de la protagonista del cuento “Tan triste como ella” y me dice: “Como ella, viví casi feliz en el centro exacto de la soledad y del silencio”.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                La vida de esa pareja, según el escritor español Antonio Muñoz Molina, desprendía una intensa sensación de privacidad y bienestar así estuvieran “como en un exilio en el interior de otro exilio, sin levantarse de la cama, fumando y sorbiendo whisky y leyendo novelas de misterio”. Privacidad. Qué buena palabra. Ahora, en cuarentena, podremos recuperarla de muchas formas.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                No quiero que se vayan de este texto con ideas de asocialidad, soledad, miseria, muerte o suicidio de otros pensadores más radicales como Cioran, Nerval y Artaud. No pretendo que se vuelvan admirables ermitaños como Salinger o, para citar a un autor colombiano, Tomás González. Pero sí podemos ser talentosos, disciplinados, productivos, normales, hibernando en nuestras casas, pegados al escritorio y a la pantalla, junto a nuestros seres más queridos, lejos de los políticamente correctos círculos sociales.

                                                                                                                                Les dejo como parábolas frases de otros cuentos de Onetti. De “Excursión”: “Absoluta soledad de su alma, fantástica libertad de todo su ser”. De “Nueve de julio”: “A quebrar la soledad con las puntas de los dedos apretados”. De “La casa en la arena”: “cuando Díaz Grey, en el consultorio frente a la plaza de la ciudad provinciana, se entrega al juego de conocerse a sí mismo mediante este recuerdo”. De “El álbum”: “encontrarnos con nosotros mismos, lúcidos y en presente”.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Siento que Juan Carlos Onetti y Dolly nos inducen a no tener miedo de “las soledades”, a “habitarlas con una sensación de poder”, a recrear el planeta desde nuestras cuatro paredes, aunque eso no garantice nada.

                                                                                                                                @NelsonFredyPadi / npadilla @elespectador.com

                                                                                                                                * Estamos cubriendo de manera responsable esta pandemia, parte de eso es dejar sin restricción todos los contenidos sobre el tema que puedes consultar en el especial sobre Coronavirus

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                *Apóyanos con tu suscripción.

                                                                                                                                 

                                                                                                                                Por Nelson Fredy Padilla *

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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