El creador de Atlantis vive en el siglo XXI
La leyenda de la isla sumergida puede que sea solo eso. La obra del artista británico, Jason deCaires Taylor, retrata escenas que parecen salidas del mito. al sumergir la mayoría de sus esculturas en el fondo del mar.
Andrea Jaramillo Caro
Las tranquilas aguas del mar Caribe en la isla de Granada esconden un tesoro anclado a la arena que cubre el lecho marino. Más de 65 esculturas que retratan a hombres, mujeres y niños yacen cubiertas de corales, esponjas, erizos de mar y otras criaturas marinas, creando la escena del primer parque subacuático del mundo. Las figuras fabricadas con un cemento ecológico son obras del escultor británico Jason deCaires Taylor y adornan el desolado paisaje de la Bahía de Molinere desde el 2006, cuando inició la construcción del parque que ahora National Geographic catalogó como ‘Maravilla del Mundo’.
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Las tranquilas aguas del mar Caribe en la isla de Granada esconden un tesoro anclado a la arena que cubre el lecho marino. Más de 65 esculturas que retratan a hombres, mujeres y niños yacen cubiertas de corales, esponjas, erizos de mar y otras criaturas marinas, creando la escena del primer parque subacuático del mundo. Las figuras fabricadas con un cemento ecológico son obras del escultor británico Jason deCaires Taylor y adornan el desolado paisaje de la Bahía de Molinere desde el 2006, cuando inició la construcción del parque que ahora National Geographic catalogó como ‘Maravilla del Mundo’.
Sobre la arena hay 26 figuras, esculturas de tamaño real moldeadas a la imagen de niños de la isla, tomados de la mano y formando un círculo. Esta obra de Taylor lleva el nombre de ‘Vissicitudes’ y a 15 años de su instalación los cuerpos están cubiertos de algas, corales, esponjas y animales marinos hicieron de esta obra su hogar llenándola de color. En una entrevista el artista mencionó que “la escultura propone crecimiento, oportunidad y transformación natural. Muestra cómo el tiempo y el ambiente tienen un impacto sobe el cuerpo físico y lo forman”. En 2004 y 2005 los arrecifes de coral de la Bahía sufrieron daños considerables por el paso de los huracanes Iván y Emily, las esculturas fueron hechas en concreto de pH neutro y acero inoxidable.
La relación del británico con el océano se remonta a su infancia. Oriundo de Dover, Inglaterra, Taylor contó a Robert Preece que el mar representaba para el un lugar de infinitas posibilidades, “un espacio físico para explorar y mental para escapar”. Durante su etapa universitaria en el Instituto de Arte de Londres se interesó por el movimiento americano Land Art, que se enfoca en utilizar el paisaje natural para crear obras específicas en el, y fue luego de crear instalaciones para ambientes urbanos y costeros que encontró el componente ambiental y de conservación que necesitaba su obra. “Me preocupaban los recursos y materiales que se consumen en instalaciones a gran escala. Fue en ese momento cuando me di cuenta del elemento conservacionista de mi trabajo y comencé a sentirme cómodo con este” afirmó el artista a la revista Sculpture.
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Este movimiento, nacido durante los años 60, dobla como una forma de activismo ambiental y en este punto y hora se hace más notorio. Taylor no fue el primero en ver la tierra como espacio de exhibición e intervención artística, pero si fue de los primeros en ver el lecho marino como un espacio museístico para impulsar una reflexión y activismo por la conservación de los océanos. Sus esculturas no están diseñadas únicamente para ser admiradas, sino que al estar en un entorno acuático se vuelve una exhibición interactiva. La página web explica que su trabajo genera esencialmente arrecifes artificiales que en ocasiones se encuentran alejados de arrecifes naturales para dar un descanso al ecosistema natural de turistas y los efectos negativos que el constante aleteo puede tener sobre los corales.
No es un secreto que la temperatura de los mares está incrementando, la acidez de sus aguas está cambiando y que la pesca indiscriminada y polución afectan negativamente a los arrecifes coralinos alrededor del mundo generando el blanqueamiento y la muerte de estos animales. Con esta preocupación en mente, son muchos los esfuerzos de restauración y conservación de estos ecosistemas que se han desarrollado y entre estos se destacan los arrecifes artificiales como los que crea Taylor con sus obras.
Cada una de sus esculturas se hace en con la asesoría de científicos marinos para maximizar el impacto positivo. Para cada proyecto entran en consideración diversos factores como el momento en el que se instalan las esculturas, para asegurar que las larvas de coral se adhieran a la superficie y no otro tipo de vida marina, y el cemento no-tóxico de grado marino y textura áspera que fomenta el crecimiento y desarrollo de vida marina. Verdes, naranjas, rojos vibrantes, tonos rosas y más colores cubren las esculturas del artista y con cada día que pasa la exhibición cambia.
El artista no solo se limitó al entorno submarino, Taylor también ha presentado obras fuera del agua. Entre estas y aquellas que están sumergidas son once los países donde se pueden encontrar sus esculturas. Bahamas, México, Australia, Reino Unido, Maldivas, España, Australia y más recientemente Chipre, entre otros, albergan sus proyectos con sentido ambiental que son comisionados por museos, ministerios, personas y empresas.
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Nassau es, desde 2014, el hogar de la escultura individual más grande jamás sumergida. ‘Ocean Atlas’ representa a una niña cargando el peso del océano y hace referencia al mito griego del titán Atlas, cuyo castigo por participar en la guerra contra el dios Zeus fue cargar el cielo por el resto de los tiempos. La versión marina del titán se alza 5 metros desde la arena y debido a su peso de 60 toneladas tuvo que ser ensamblada bajo el agua.
A diferencia de esta pieza única masiva, Cancún en México cuenta una historia totalmente diferente. Junto a Jaime González Cano, director de tres parques marinos en la costa mexicana, deCaires Taylor ideó lo que en 2009 se convertiría en el Museo Subacuático de Arte (MUSA). Cerca de Isla Mujeres el artista sumergió más de 500 esculturas propias en una instalación que se extiende a lo largo de 420 metros cuadrados. Para Taylor “los museos son lugares de preservación, de conservación y educación. Son lugares donde mantenemos objetos de gran valor para nosotros, donde los atesoramos simplemente por el hecho de ser ellos”.
Para esta exhibición el británico moldeó a 90 personas locales de Puerto Morelos en su obra ‘La Evolución Silenciosa’, creando una imagen que parece sacada del mito de Atlantis y que ahora alberga a 2,000 corales jóvenes, según datos de la página oficial del artista. Entre este mar de personas, otra de las obras que resalta es ‘Reclamation’, que presenta a un ángel cuyas alas están hechas de abanicos de mar gorgonia ventalina y su rostro y manos se dirigen hacia el cielo en una suerte de reverencia.
Más allá de figuras humanas también se exhibe un Beetle VW que, a pesar de representar un objeto inanimado, fue diseñado para albergar vida en su interior. El carro tiene huecos en sus ventanas y las puertas tienen agujeros en la parte baja, pero aquí nada está hecho sin intención. La escultura de 9 toneladas fue diseñada especialmente para que a través de sus ventanas los peces pudieran buscar refugio y reproducirse en el interior, los huecos en las puertas permiten el acceso de langostas y dentro hay espacios habitables para estos animales. Una última característica de esta obra es el grosor de sus muros, con esto Taylor explica que se previene la extracción de crustáceos y langostas. Encima del automóvil al que Taylor nombró ‘Antropoceno’ se encuentra un niño en duelo y la obra pretende “cuestionar qué le estamos dejando a futuras generaciones”.
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Su más reciente proyecto fue inaugurado en Chipre el 23 de agosto de este año. El Museo de Escultura Submarina cuenta con 93 obras del artista sumergidas a 8 y 10 metros de profundidad y según reportes de CNN costó $1.1 millones de dólares. Es el primer museo de este tipo en el Mediterráneo y representa un bosque con un camino para que los visitantes recorran, que se extiende a lo largo de 200 metros de la costa de Aiya Napa.
“A través de los años me he dado cuenta de que lo mejor de este trabajo, de lo que hacemos, es que tan pronto sumergimos las esculturas dejan de ser nuestras, porque una vez hundidas le pertenecen al océano” aseguró Taylor en una charla TED de 2016.
Mientras que las obras sumergidas le pertenecen al mar, hay una que le pertenece a la gente de Townsville, en Australia desde 2019. Erguida sobre el agua está la figura iluminada por 202 luces LED de la joven indígena Takoda Johnson, de la tribu Wulgurukaba, en una obra titulada ‘Ocean Siren’. La mujer sostiene en su mano alzada un caracol de mar y a través de esta acción actúa como una sirena con un mensaje de alerta sobre la temperatura de las aguas bajo sus pies. En las noches la escultura de 4 metros se enciende y cambia de color dependiendo del promedio de las temperaturas registradas en el arrecife Davis durante el día por la estación de clima instalada allí. “Ocean Siren es la representación visual de las condiciones actuales en el arrecife y puede potencialmente avisar sobre los riesgos del incremento de temperaturas en el océano” afirmó Taylor en la descripción de la obra, “el propósito es traer la ciencia de los arrecifes directamente al entrono urbano en vivo y de forma visual y emotiva destilando esta problemática tan compleja en un mensaje claro”.
La intención de Taylor no es solo acercar la ciencia a diferentes audiencias, con su obra ‘The Rising Tide’ también espera enviar un mensaje claro y de alerta a quienes toman decisiones. En 2015 instaló cuatro esculturas frente al Parlamento Británico que vagamente recuerdan a los cuatro jinetes del apocalipsis, pero en este caso las cabezas de los caballos fueron reemplazadas por bombas de pozos de petróleo. “Creo que realmente debemos empezar a responsabilizar a las personas por lo que están haciendo. Y necesita ser documentado en piedra en vez de en unas pocas palabras en un periódico que desaparece. Hay muchas personas cuyas acciones deben ser inmortalizadas”, comentó Taylor.
“No consideramos que nuestros océanos sean sagrados, pero deberíamos”, afirmó Taylor en el 2016. El artista argumentó que aquellos íconos como la Mona Lisa son considerados sagrados y protegidos porque se les asigna un valor, pero si no se conociera ese valor serían fácilmente profanados, cosa que sucede con el mar. Taylor espera poder aliarse con otros inventores, filántropos, creadores, biólogos, educadores para crear un mejor futuro para los océanos que vaya más allá del arte, porque para el artista británico “cada día degradamos, contaminamos y sobre pescamos en nuestros océanos. Creo que es más sencillo para nosotros hacer eso, porque cuando vemos el océano, no vemos el caos que creamos. Porque para la mayoría de las personas el mar es así. Y es muy difícil pensar que algo tan plano y enorme pueda ser tan frágil”.