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                                                                                                                                “El cuento en México”, un ensayo de Carlos Monsiváis

                                                                                                                                El 4 de mayo de 1938 nació en México el escritor Carlos Monsiváis, recordado por sus crónicas periodísticas y sus ensayos sobre la literatura latinoamericana. Presentamos un fragmento del ensayo “El cuento en México 1934-1984”.

                                                                                                                                Carlos Monsivais

                                                                                                                                Carlos Monsiváis escribió "Escenas de pudor y liviandad" (1988), "Los rituales del caos" (1995), "Apocalipstick" (2009), entre otros.
                                                                                                                                Foto: Lourdes Almeida
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                En la segunda mitad del siglo XIX —entre las conmociones que definen los rasgos de la nación nueva— se difunde el interés por los temas, los escenarios, los personajes y el habla de la sociedad que hace su confuso debut. Añádase a esto la vitalidad del Sector Instruido en vías de emanciparse de la cultura clerical, y se entenderá por qué, de pronto, hay quienes ya no le confían todas las posibilidades expresivas a la poesía y no esperan pacientes la aparición de una novelística que, para su adecuado desarrollo, necesitará casas editoras y en los escritores, más tiempo disponible y más destreza técnica. Por lo pronto, hay que satisfacer la demanda de “espejos en el camino”, y mientras llegan las grandes novelas, conviene prodigar crónicas, cuentos, textos sin clasificación posible. Se reiteran el color local, la recolección de personajes inolvidables, el gusto por el paisaje, el encomio de los buenos sentimientos. Aflige todavía el culto omnívoro por la poesía, que centuplica los lirismos por página, y le otorga “carta de naturalización” al ritmo ensoñador y divagador en donde naufraga cualquier intención(excepciones notables: Machado de Assis en Brasil, el Payno de los bandidos de Río Frío en México).

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Según Ignacio Manuel Altamirano, las novelas se escriben entonces fundamentalmente para el bello sexo. Nos corresponde complementar la afirmación: la famosa “suspensión dela incredulidad” se inicia en el ocio de las mujeres de clase media y burguesía; disponen demás tiempo y en ellas la fantasía es su mejor cómplice, lo que les compensa de no ejercer ciudadanía alguna. El amor-sin-límites es un sentimiento proclamado que legitima —fuera de los ámbitos eclesiásticos— la subjetividad. Patriotas y amantes, los románticos le entregan la autonomía de los individuos a la glorificación de quienes —por el impulso amatorio— rompen el fatalismo de una conducta marcada de la cuna a la tumba. Si la persona amada es como un dios o como una virgen, se fomenta la confusión entre lo sagrado y lo profano, principio inevitable de la secularización.

                                                                                                                                A los románticos y a los realistas les interesa normalizar el relato breve, convertirlo en prontuario de lo que vendrá: sentimientos, sensaciones, experiencias vitales. El criterio es nominalista: si las describimos con suficiente ardor y cuidado, las emociones creadoras florecerán invictamente. Como los modernistas (la tendencia que, sin desplazarlos jamás del todo, los sucede), los románticos ven en la prosa-que-es-poesía un “certificado de licitud” (un estilo llano y seco no se considera literatura). A la expresión de las metáforas y de los adjetivos estremecedores, se presta con holgura el relato “sobrenatural”, apto para un público todavía inmerso en la cultural oral que es, en buena medida, una cadena infinita de historias de espectros, del tráfico concupiscente entre el más acá y el más allá. Nobles emparedados vivos por sus amores ilícitos con virreinas, mujeres que vagan en la eternidad llorando a sus hijos, sacerdotes que confiesan a seres muertos hace un siglo, transfiguraciones del crimen o de la plena beatitud. El repertorio del “gótico” mexicano espropio del tránsito de una creencia homogénea en la superficie a supersticiones diversificadas que ya implican un principio de libertad de creencias, y le es indispensable aun nuevo género. Con los relatos de vírgenes que penan por haber dejado de serlo yvírgenes que prefirieron morir para no perder tal status, románticos y modernistas (como después los “colonialistas”) se amparan tras una “perturbación” admitida: las leyendas, literatura infantil, conversación de adultos, continuación de la enseñanza religiosa por otros medios.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Le sugerimos leer El viejo dilema del periodismo versus la literatura

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                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Le puede interesar: La literatura como refugio contra la soledad

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                                                                                                                                CARLOS MONSIVÁIS - Poesía mexicana del siglo (1a sesión)
                                                                                                                                Carlos Monsiváis escribió "Escenas de pudor y liviandad" (1988), "Los rituales del caos" (1995), "Apocalipstick" (2009), entre otros.
                                                                                                                                Foto: Lourdes Almeida
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                En la segunda mitad del siglo XIX —entre las conmociones que definen los rasgos de la nación nueva— se difunde el interés por los temas, los escenarios, los personajes y el habla de la sociedad que hace su confuso debut. Añádase a esto la vitalidad del Sector Instruido en vías de emanciparse de la cultura clerical, y se entenderá por qué, de pronto, hay quienes ya no le confían todas las posibilidades expresivas a la poesía y no esperan pacientes la aparición de una novelística que, para su adecuado desarrollo, necesitará casas editoras y en los escritores, más tiempo disponible y más destreza técnica. Por lo pronto, hay que satisfacer la demanda de “espejos en el camino”, y mientras llegan las grandes novelas, conviene prodigar crónicas, cuentos, textos sin clasificación posible. Se reiteran el color local, la recolección de personajes inolvidables, el gusto por el paisaje, el encomio de los buenos sentimientos. Aflige todavía el culto omnívoro por la poesía, que centuplica los lirismos por página, y le otorga “carta de naturalización” al ritmo ensoñador y divagador en donde naufraga cualquier intención(excepciones notables: Machado de Assis en Brasil, el Payno de los bandidos de Río Frío en México).

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Según Ignacio Manuel Altamirano, las novelas se escriben entonces fundamentalmente para el bello sexo. Nos corresponde complementar la afirmación: la famosa “suspensión dela incredulidad” se inicia en el ocio de las mujeres de clase media y burguesía; disponen demás tiempo y en ellas la fantasía es su mejor cómplice, lo que les compensa de no ejercer ciudadanía alguna. El amor-sin-límites es un sentimiento proclamado que legitima —fuera de los ámbitos eclesiásticos— la subjetividad. Patriotas y amantes, los románticos le entregan la autonomía de los individuos a la glorificación de quienes —por el impulso amatorio— rompen el fatalismo de una conducta marcada de la cuna a la tumba. Si la persona amada es como un dios o como una virgen, se fomenta la confusión entre lo sagrado y lo profano, principio inevitable de la secularización.

                                                                                                                                A los románticos y a los realistas les interesa normalizar el relato breve, convertirlo en prontuario de lo que vendrá: sentimientos, sensaciones, experiencias vitales. El criterio es nominalista: si las describimos con suficiente ardor y cuidado, las emociones creadoras florecerán invictamente. Como los modernistas (la tendencia que, sin desplazarlos jamás del todo, los sucede), los románticos ven en la prosa-que-es-poesía un “certificado de licitud” (un estilo llano y seco no se considera literatura). A la expresión de las metáforas y de los adjetivos estremecedores, se presta con holgura el relato “sobrenatural”, apto para un público todavía inmerso en la cultural oral que es, en buena medida, una cadena infinita de historias de espectros, del tráfico concupiscente entre el más acá y el más allá. Nobles emparedados vivos por sus amores ilícitos con virreinas, mujeres que vagan en la eternidad llorando a sus hijos, sacerdotes que confiesan a seres muertos hace un siglo, transfiguraciones del crimen o de la plena beatitud. El repertorio del “gótico” mexicano espropio del tránsito de una creencia homogénea en la superficie a supersticiones diversificadas que ya implican un principio de libertad de creencias, y le es indispensable aun nuevo género. Con los relatos de vírgenes que penan por haber dejado de serlo yvírgenes que prefirieron morir para no perder tal status, románticos y modernistas (como después los “colonialistas”) se amparan tras una “perturbación” admitida: las leyendas, literatura infantil, conversación de adultos, continuación de la enseñanza religiosa por otros medios.

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                                                                                                                                CARLOS MONSIVÁIS - Poesía mexicana del siglo (1a sesión)

                                                                                                                                Por Carlos Monsivais

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