Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
¿Cómo llegó a representar a Colombia en esta bienal?
Todo empezó en Artbo 2022, allí conocí a Elisa Carollo, una curadora italiana que vio mi obra en la feria. Ella me escribió y preguntó si podía visitar mi taller. Cuando fue a verme en mi espacio de trabajo, tuvimos una visita de estudio muy intensa y profunda. Luego me invitó a participar en la bienal, después de conocer mi trabajo. Ella entendió que los temas de lo femenino y la mujer son muy importantes para mí. Por esta razón, mi obra está en la exhibición principal de la bienal llamada “Matriarchivo”, que recoge a una selección de mujeres artistas de diferentes partes del mundo.
¿Cuál es la historia detrás de su obra?
Decidí trabajar con la imagen de Santa Ágata, quien, además de ser una de las patronas de Malta, es la santa patrona de las mujeres violadas, las enfermeras, las nodrizas y con cáncer de seno. Mi obra está exhibida en el Grand Master Palace o la sede de gobierno del presidente de Malta, junto a la selección de mujeres. Lo que las curadoras buscaban era llenar este espacio de artistas que hablaran sobre las luchas de lo femenino y por las mujeres. Consideraba que trabajar con Santa Ágata era ideal, ella fue una mártir que fue sacrificada en el siglo III. Le cortaron los senos y luego la quemaron viva porque quiso mantenerse casta y no casarse con el emperador que la pretendía como esposa.
¿Qué temas quiso abordar a partir de ahí?
Hay dos temáticas. Por un lado, quise poner sobre la mesa esta denuncia sobre las violaciones de los cuerpos de las mujeres, pero también quise explorar el tema de la sanación. No quería quedarme solo en la denuncia. Para lograr esto, comencé por el suelo que se extiende sobre un muro y está hecho por las mujeres del Taller San Lorenzo de Barichara. Esta es como una primera piel y una mesa de sanación sobre la cual reposan los objetos en cerámica que son representaciones de pechos femeninos y las pinturas que son mi interpretación de Santa Ágata. En estas aparecen diferentes mujeres que tienen hueco, en vez de senos, y en ellos circula la vida y los elementos del universo, que también son importantes en mi obra.
¿Cómo conoció la historia de Santa Ágata?
Llegué a ella a través de una conversación que tuve con el artista Karim Estefan, quien está interesado en el tema religioso y la imagen de los santos. Un día me contó la historia de ella, porque no la había escuchado antes.
¿Cómo relaciona lo religioso con lo femenino?
Más allá del tema de la religión están los mitos que se extienden a los relatos indígenas, porque también he trabajado con ellos e intento encontrar lo que hay detrás. En la religión hay una iconografía muy fuerte porque necesitaba llegarle directamente a las personas y el mensaje tenía que ser lo más claro posible, pero detrás de todas las historias hay otra parte de ellas que no es tan clara y es la que me interesa. Por ejemplo, en el caso de Santa Lucía, otra imagen con la que he trabajado mucho, que es la patrona de aquellos con problemas de visión, ella representa para mí el poder de ver en la oscuridad. Santa Ágata, para mí, representa la sanación del cuerpo femenino después de haber sido violentado. Desde ahí me interesan estos aspectos religiosos.
De los relatos con los que ha trabajado, ¿cuál ha dejado huella en usted?
Santa Lucía, por eso mi obra está llena de ojos y empecé mi firma con ellos. Ella es la imagen religiosa que más me ha marcado.
¿Cómo se relaciona con el dicho de que “los ojos son las ventanas del alma”?
El alma está adentro, pero también afuera. Es lo primero que se va cuando morimos, pero lo primero que llega a nuestro cuerpo en la concepción. El alma, para nosotros que estamos vivos, habla desde adentro. Por eso los ojos son el espejo del alma, porque a través de ellos es que narramos las emociones.
¿Qué representa la imagen del ojo?
Para mí es la conciencia. Hago ojos abiertos y cerrados. Cuando está abierto, es el momento en que estamos conscientes y presentes, observando lo que pasa a nuestro alrededor y lo que está pasando con nosotros, en contacto con el otro y con nosotros mismos. Cuando está cerrado, para mí representa otra manera de conciencia, porque es cuando nos vamos para adentro, de diferentes maneras. Una es el sueño, cuando nos quitamos todas las armaduras y disfraces que tenemos a diario, y nos vamos desnudos de todo eso hacia el sueño. La otra forma es cuando cerramos los ojos para meditar o buscar una respuesta, porque cuando tenemos que resolver algo importante, lo primero que hacemos es cerrar los ojos. De esta manera nos vamos hacia adentro a buscar una verdad, una solución o una frase.
¿De dónde salió su interés por la exploración de la conciencia a través de los ojos?
Yo practico yoga y soy meditadora. Desde el 2014 he estado mirando hacia adentro.
¿Cómo ha influido el yoga sobre su visión del mundo?
El yoga la transformó, porque sé que desde el momento en que empecé a profundizar sobre estas enseñanzas, tuve muchos cambios a nivel emocional. Esta práctica hizo que yo me convirtiera en una persona mucho más atenta a mis pensamientos, acciones y tomar responsabilidad desde otro lugar sobre diferentes aspectos de mi vida. A través del yoga entendí el poder de la palabra y cómo uno puede transformar a una persona a través de ella, como lo hace el arte con una imagen.
¿Qué es el arte?
Es una manera de entender y contar algunas cosas de una forma que solo se puede hacer desde la imagen.
¿Hay alguna mujer que sea un referente para usted?
Esta respuesta es un poco más amplia. Por ejemplo, esta obra que llamé “Mi cuerpo dice la verdad” fue una frase que dijo una mujer que fue víctima de violencia por parte de los paramilitares, en los relatos de la Comisión de la Verdad. Para mí, estas mujeres que se pararon a narrar esos hechos de violencia con tanta claridad y dolor son las grandes heroínas. También pienso que Colombia es un país de mujeres, especialmente de las que son cabezas de familia. Por eso es que insisto en narrar a través de mi trabajo estas escenas desde el cuerpo femenino, porque es el que sostiene la vida, pero también a nuestro país.
¿Cómo el arte puede ayudar a sanar a una sociedad?
Para poder sanar, hay que poder mirar la herida y el arte es el agente que las muestra y las denuncia.
¿Hay alguna imagen a través de la que interprete las heridas que tiene Colombia?
Hay varias y de diferentes artistas. Por ejemplo, el “David” de Miguel Ángel Rojas, “La violencia” de Débora Arango, las imágenes en “Héroes mil” de Juan Fernando Herrán... Son muchas formas de violencia las que vivimos en el país.
¿Hacia dónde cree que va el arte colombiano?
Creo que aquí hay muchas voces y pocos agentes, porque carecemos de instituciones que nos respalden. Tenemos pocos museos y galerías, y somos muchos los artistas. En esa medida, nuestra producción también es muy amplia.