César Luis Menotti durante la Copa del Mundo de Argentina, 1978. El cigarrillo infinito, la mirada penetrante, la convicción a la orden del día. / Cortesía
Habló de la amistad en una cancha de fútbol. De la solidaridad con una pelota de por medio y el triunfo o la derrota a la vuelta de la esquina. Entonces decía que aquella tarde El Gitano le había entregado una pelota en la mitad de la cancha y que él, César Luis Menotti, se la había devuelto de primera. Tic-tac, como un reloj. De primera, también, el Gitano se la volvió a dar, larga y profunda, pero él no fue. No había entendido y tampoco le había dado la gana de ir. Se quedó con las manos en jarra, con cara de reproche,...
Por Fernando Araújo Vélez
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