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El hombre que puso al diablo de visita en Moscú para que hablara de creencias religiosas en un mundo ateo y creara espejismos de dinero inconcebibles en el comunismo, logró sobrevivir a la barbarie de Iósif Stalin, uno de los peores criminales de la historia.
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Atorado en la censura del estalinismo, Mijaíl Bulgákov escribió, quemó y volvió a escribir El maestro y Margarita, su obra cumbre, que vio la luz tras la muerte del autor y del dictador.
Stalin no permitió su publicación y convirtió su vasto país en una cárcel, porque le negó a Bulgákov y a su mujer el permiso de salida. Santiago Posteguillo, rastreador de historias de la literatura, reveló una carta del escritor dirigida a Stalin en la que dejaba en claro que nada podía diezmar su pensamiento.
“La lucha contra la censura, cualquiera que sea y cualquiera que sea el poder que la detente, representa mi deber de escritor (…) creo que si algún escritor intentara demostrar que la libertad no es necesaria se asemejaría a un pez que asegurara públicamente que el agua no le es imprescindible”.
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En el trágico recorrido del diablo en la novela, acompañado de su secretario y de un gato negro que hablaba y caminaba sobre sus pies traseros como cualquier humano, muchos poetas y escritores perdieron la vida, desaparecieron o terminaron en el manicomio; un triste final de novela parecido al de muchos en la era de Stalin.
Con una enorme capacidad de trastornar la mente de los hombres, el diablo y su corte presentaron en un teatro una sesión de magia negra que terminó en escándalo. En el escenario apareció una maravillosa tienda francesa para señoras que las hizo enloquecer. Todas dejaban sus viejas prendas para lucir a la moda con trajes y zapatos.
El capitalismo, con su consumismo desbordado, daba rienda suelta a las frustraciones del comunismo, pero al final todo era una ilusión. Dos mil personas salieron del teatro estrenando, pero ya en la calle el sueño terminó y quedaron en paños menores, como le ocurrió a una de ellas.
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“La desdichada, víctima de su frivolidad y de su pasión por los trapos, engañada por la compañía del odioso Fagot, solo una cosa ansiaba: ¡que se la tragara la tierra!”.
La bandola se fue dejando cuatro edificios en llamas y una policía secreta que al no encontrar respuestas a lo que ocurría, terminó capturando inocentes para mostrar resultados. Los gatos llevaron la peor parte, porque el temor al diablo terminó convirtiéndolos en mártires de una persecución atroz.
El maestro, un escritor censurado que quemó una novela sobre Poncio Pilatos, y Margarita, la musa enamorada, hacen parte de los desaparecidos sobre los que nunca más se volvió a tener noticia.
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Los dos personajes centrales de la novela son réplica de la realidad. El maestro, como lo hizo Bulgákov, quemó su novela. Margarita, como lo hizo la esposa del escritor, ayudó a reescribirla hasta el punto final.
Para redondear la enorme sátira a la sociedad soviética, Instrucción Criminal concluyó que todo lo ocurrido era fruto de una escurridiza banda de hipnotizadores.