“La decepción con Evo Morales ha sido muy grande”: Kiro Russo
Con El Gran Movimiento, una historia centrada en un minero abandonado a su suerte en La Paz, el director boliviano ganó el Premio Especial del Jurado de la sección Orizontti en la Mostra de Venecia.
Janina Pérez
Un par de días antes de la gala de clausura de la 78° edición de la Biennale del Cinema de Venecia, el cineasta Kiro Russo estaba tranquilo y satisfecho. Su segundo largometraje El Gran Movimiento, seleccionado en la sección Orizzonti, ya había pasado la prueba de fuego del estreno mundial.
La historia de Elder (Julio César Ticona), que junto a cientos de mineros llega a La Paz en búsqueda de trabajo, conseguiría poco después de esta entrevista el Premio Especial del Jurado de la mencionada sección. “Este es un premio importante para Bolivia”, dijo Russo al recibir el galardón dedicándoselo a sus protagonistas, que son mineros y trabajadores reales.
El título de la película abarca desde lo que se está gestando a nivel social pero también de los cambios en el cine.
En efecto es por todo eso, está llena de movimientos grandes como el de los trabajadores, el de la ciudad, el movimiento del cuerpo, sin embargo lo que más me costó fue ponerle título a la película(se ríe) En un principio el proyecto se llamaba Loba porque cuando la estaba escribiendo incluía otra historia sobre una mujer lobo. Yo trabajo mucho con la realidad, por lo que llegué al punto en el que todas esas ideas fantásticas que a uno le seducen, se fueron diluyendo, no era coherente para mí incluirlas. Retomé lo que había trabajado Viejo calavera (2016, premiada en el Festival Internacional de Cine de Cartagena), mi primer largometraje que me parecía mucho más importante. En un primer momento había dividido la historia en capítulos, El Gran Movimiento era uno de ellos y se quedó como título.
¿Qué sensaciones te dejó el estreno de El Gran Movimiento en Venecia?
Sinceramente la película es súper demandante y radical. Sé que en la Mostra están acostumbrados al glamour, a Hollywood, así que me preguntaba qué habrán pensado al verla. Por otra parte haber sido seleccionado es también un gesto importante de hacer cine.
¿Cuándo te diste cuenta que querías hacer un filme radical?
No es que quería hacer una película radical. Soy muy cinéfilo y me interesa hacer cine puro, como también me atrae el lenguaje cinematográfico y rescatar muchas cosas del cine antiguo para reinterpretarlas. Además desde Bolivia me parece que hay que tener cierta consciencia de clase y de dónde estamos parados para hacer películas. Se trataba de valorar el cine más como un lenguaje, y en esta época de saturación de las imágenes, de los videos, del celular, es muy importante hacer algo un poco más demandante para el público.
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¿Cómo te planteaste reflejar una realidad social, la eterna efervescencia de Bolivia y de Latinoamérica que hace estar en constante movimiento hacia una parte a la que nunca se llega?
Como decía (el cineasta ruso Andréi) Tartovski, se trata de esculpir en el tiempo. Y es que mientras escribía le sucedían cosas reales a mis amigos mineros, de repente en 2018 (el protagonista) Julio César Ticona, quien también participa en Viejo calavera, llegó caminando a La Paz para pedir trabajo junto a 400 mineros. Para mí fue muy fuerte ver aquello porque conozco a muchos de ellos, y no pueden acceder a ese trabajo a pesar de que sus padres e incluso abuelos también fueron mineros; son jóvenes que se quedaron a su suerte, lo cual hizo que la historia se empezara a mover hacia ese lugar y por eso terminó siendo un reflejo de cosas que iban pasando. Es cierto que hay una cuestión del mundo trabajador que es triste pero real y es que es una vida sin salida. Desde hace 10 años trabajo en la comunidad minera de Huanuni, por lo que muchos se han convertido en gente muy cercana a mí, entonces me afecta en lo personal la situación y lo que han pasado. La vida de esos trabajadores me ha marcado mucho por lo que ha sido muy fuerte ver que desde el 2010 hasta hoy murieron 15 personas conocidas de esa comunidad en diferentes circunstancia.
¿De qué manera han cambiado tus motivaciones cuando llegaste a esa comunidad frente a las actuales?
Ha cambiado mucho. Sinceramente llegué allí más con fines estéticos que sociales y políticos. Me interesaba más el espacio de la mina y una cuestión más formal que sigue manteniéndose en mi trabajo cinematográfico, pero cuanto más tiempo pasaba, me interesaron mucho las personas.
Como en mis películas participan amigos muy cercanos, ese trabajo tiene que afectarles positivamente es sus vidas; es algo que me he cuestionado mucho porque hay varios cineastas que también trabajan con actores naturales y luego te pones a investigar lo que ha sido de esas personas y te encuentras con historias muy fuertes. Entonces para mí ha sido fundamental que las dos películas que he hecho repercuta positivamente en la vida de la gente que ha trabajado conmigo, y en realidad puedo decir que ha sido así para ellos.
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¿Cómo ves la crispación social acentuada por el gobierno de Evo Morales en la Bolivia actual?
Nuestra situación es grave. Siempre fui seguidor de Evo Morales, lo apoyé durante muchos años, pero me decepcioné de él hace bastante tiempo, incluso mucho antes del golpe de estado. Evo perdió mucha credibilidad y luego su empeño ridículo en mantenerse en el poder, pero con esto no quiero decir que debimos cambiar hacia los otros. Evo y su gente no se preocuparon de formar a nadie y eso para mi es un error terrible. La decepción con Evo ha sido muy grande, tuvo en sus manos la posibilidad de cambiarlo todo pero no lo hizo, lo que ha pasado es que el mundo indígena se ha acercado aún más al capitalismo, al consumismo y a la idea de la riqueza. Al final lo que terminó pasando fue un un intercambio de jefes, de gente que está repitiendo lo mismo que se hacía antes.
Como cineasta boliviano, con ganas de hacer tantas cosas, ¿cómo lidias con la decepción continua?
Como boliviano y latinoamericano, en unos países más que en otros, somos ciudadanos abandonados, y me refiero a todos sin distinción social. No hay oportunidades, no importa la gente con talento ni con conocimiento, no importa nada. Pero más allá de eso, sobre todo en el cine y en el arte en general no hay una responsabilidad de una conciencia de por lo menos tratar de crear con lo mínimo. La verdad es que nunca hemos tenido nada, entonces no hay mucha diferencia.
Recientemente tuve una charla con dos cineastas latinoamericanos, Paz Encina y Cao Guimarães; Cao nos habló del concepto brasilero “gambiarra”, que es la capacidad de inventarnos algo nuevo con lo que hay. Ese término refleja mucho al latinoamericano en nuestro día a día y en todas las disciplinas, tenemos que inventar con las opciones y recursos que tenemos.
Un par de días antes de la gala de clausura de la 78° edición de la Biennale del Cinema de Venecia, el cineasta Kiro Russo estaba tranquilo y satisfecho. Su segundo largometraje El Gran Movimiento, seleccionado en la sección Orizzonti, ya había pasado la prueba de fuego del estreno mundial.
La historia de Elder (Julio César Ticona), que junto a cientos de mineros llega a La Paz en búsqueda de trabajo, conseguiría poco después de esta entrevista el Premio Especial del Jurado de la mencionada sección. “Este es un premio importante para Bolivia”, dijo Russo al recibir el galardón dedicándoselo a sus protagonistas, que son mineros y trabajadores reales.
El título de la película abarca desde lo que se está gestando a nivel social pero también de los cambios en el cine.
En efecto es por todo eso, está llena de movimientos grandes como el de los trabajadores, el de la ciudad, el movimiento del cuerpo, sin embargo lo que más me costó fue ponerle título a la película(se ríe) En un principio el proyecto se llamaba Loba porque cuando la estaba escribiendo incluía otra historia sobre una mujer lobo. Yo trabajo mucho con la realidad, por lo que llegué al punto en el que todas esas ideas fantásticas que a uno le seducen, se fueron diluyendo, no era coherente para mí incluirlas. Retomé lo que había trabajado Viejo calavera (2016, premiada en el Festival Internacional de Cine de Cartagena), mi primer largometraje que me parecía mucho más importante. En un primer momento había dividido la historia en capítulos, El Gran Movimiento era uno de ellos y se quedó como título.
¿Qué sensaciones te dejó el estreno de El Gran Movimiento en Venecia?
Sinceramente la película es súper demandante y radical. Sé que en la Mostra están acostumbrados al glamour, a Hollywood, así que me preguntaba qué habrán pensado al verla. Por otra parte haber sido seleccionado es también un gesto importante de hacer cine.
¿Cuándo te diste cuenta que querías hacer un filme radical?
No es que quería hacer una película radical. Soy muy cinéfilo y me interesa hacer cine puro, como también me atrae el lenguaje cinematográfico y rescatar muchas cosas del cine antiguo para reinterpretarlas. Además desde Bolivia me parece que hay que tener cierta consciencia de clase y de dónde estamos parados para hacer películas. Se trataba de valorar el cine más como un lenguaje, y en esta época de saturación de las imágenes, de los videos, del celular, es muy importante hacer algo un poco más demandante para el público.
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¿Cómo te planteaste reflejar una realidad social, la eterna efervescencia de Bolivia y de Latinoamérica que hace estar en constante movimiento hacia una parte a la que nunca se llega?
Como decía (el cineasta ruso Andréi) Tartovski, se trata de esculpir en el tiempo. Y es que mientras escribía le sucedían cosas reales a mis amigos mineros, de repente en 2018 (el protagonista) Julio César Ticona, quien también participa en Viejo calavera, llegó caminando a La Paz para pedir trabajo junto a 400 mineros. Para mí fue muy fuerte ver aquello porque conozco a muchos de ellos, y no pueden acceder a ese trabajo a pesar de que sus padres e incluso abuelos también fueron mineros; son jóvenes que se quedaron a su suerte, lo cual hizo que la historia se empezara a mover hacia ese lugar y por eso terminó siendo un reflejo de cosas que iban pasando. Es cierto que hay una cuestión del mundo trabajador que es triste pero real y es que es una vida sin salida. Desde hace 10 años trabajo en la comunidad minera de Huanuni, por lo que muchos se han convertido en gente muy cercana a mí, entonces me afecta en lo personal la situación y lo que han pasado. La vida de esos trabajadores me ha marcado mucho por lo que ha sido muy fuerte ver que desde el 2010 hasta hoy murieron 15 personas conocidas de esa comunidad en diferentes circunstancia.
¿De qué manera han cambiado tus motivaciones cuando llegaste a esa comunidad frente a las actuales?
Ha cambiado mucho. Sinceramente llegué allí más con fines estéticos que sociales y políticos. Me interesaba más el espacio de la mina y una cuestión más formal que sigue manteniéndose en mi trabajo cinematográfico, pero cuanto más tiempo pasaba, me interesaron mucho las personas.
Como en mis películas participan amigos muy cercanos, ese trabajo tiene que afectarles positivamente es sus vidas; es algo que me he cuestionado mucho porque hay varios cineastas que también trabajan con actores naturales y luego te pones a investigar lo que ha sido de esas personas y te encuentras con historias muy fuertes. Entonces para mí ha sido fundamental que las dos películas que he hecho repercuta positivamente en la vida de la gente que ha trabajado conmigo, y en realidad puedo decir que ha sido así para ellos.
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¿Cómo ves la crispación social acentuada por el gobierno de Evo Morales en la Bolivia actual?
Nuestra situación es grave. Siempre fui seguidor de Evo Morales, lo apoyé durante muchos años, pero me decepcioné de él hace bastante tiempo, incluso mucho antes del golpe de estado. Evo perdió mucha credibilidad y luego su empeño ridículo en mantenerse en el poder, pero con esto no quiero decir que debimos cambiar hacia los otros. Evo y su gente no se preocuparon de formar a nadie y eso para mi es un error terrible. La decepción con Evo ha sido muy grande, tuvo en sus manos la posibilidad de cambiarlo todo pero no lo hizo, lo que ha pasado es que el mundo indígena se ha acercado aún más al capitalismo, al consumismo y a la idea de la riqueza. Al final lo que terminó pasando fue un un intercambio de jefes, de gente que está repitiendo lo mismo que se hacía antes.
Como cineasta boliviano, con ganas de hacer tantas cosas, ¿cómo lidias con la decepción continua?
Como boliviano y latinoamericano, en unos países más que en otros, somos ciudadanos abandonados, y me refiero a todos sin distinción social. No hay oportunidades, no importa la gente con talento ni con conocimiento, no importa nada. Pero más allá de eso, sobre todo en el cine y en el arte en general no hay una responsabilidad de una conciencia de por lo menos tratar de crear con lo mínimo. La verdad es que nunca hemos tenido nada, entonces no hay mucha diferencia.
Recientemente tuve una charla con dos cineastas latinoamericanos, Paz Encina y Cao Guimarães; Cao nos habló del concepto brasilero “gambiarra”, que es la capacidad de inventarnos algo nuevo con lo que hay. Ese término refleja mucho al latinoamericano en nuestro día a día y en todas las disciplinas, tenemos que inventar con las opciones y recursos que tenemos.