“El dolor es lo que motiva a la humanidad a seguir adelante”: Brenda Navarro
La escritora mexicana Brenda Navarro ha publicado dos novelas, Casas Vacías y Ceniza en la Boca, con las que ha ganado reconocimiento y premios. El más reciente fue el San Clemente de Novela 2023. Una conversación sobre su trabajo, mientras participaba en la residencia de invierno del Internacional Writing Program en Iowa City.
Mónica Quintero Restrepo
Brenda Navarro escribía poemas en la secundaria, un montón, dice, pero eran horribles, y los tiró todos, no hay posibilidad de que algún amigo –al estilo de Max Brod con Franz Kafka– encuentre alguno y lo publique. Nadie tiene constancia de ellos, además rimaban. Lo importante de los poemas, sin embargo, es que se hizo consciente de que escribía. Ya sabía que podía contar historias: a los ocho años, cuando se quedaba a dormir en la casa de su mejor amiga, le decía duérmete que te voy a contar qué vas a soñar. Y a los diez años, cuando estaba en quinto de primaria y le ponían una imagen en la clase de lectura y comprensión para describirla, ella escribía un cuento. La profesora le dijo yo sabía que no me podías decepcionar, me encantó. Entonces se dio cuenta.
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Brenda Navarro escribía poemas en la secundaria, un montón, dice, pero eran horribles, y los tiró todos, no hay posibilidad de que algún amigo –al estilo de Max Brod con Franz Kafka– encuentre alguno y lo publique. Nadie tiene constancia de ellos, además rimaban. Lo importante de los poemas, sin embargo, es que se hizo consciente de que escribía. Ya sabía que podía contar historias: a los ocho años, cuando se quedaba a dormir en la casa de su mejor amiga, le decía duérmete que te voy a contar qué vas a soñar. Y a los diez años, cuando estaba en quinto de primaria y le ponían una imagen en la clase de lectura y comprensión para describirla, ella escribía un cuento. La profesora le dijo yo sabía que no me podías decepcionar, me encantó. Entonces se dio cuenta.
Aunque no estudió nada relacionado con la escritura.
–Mi sueño era ser cineasta, ser Martin Scorsese, que sé yo, y luego me di cuenta de que si es difícil ser escritora, ser cineasta, o tienes que tener el capital simbólico más bueno porque conoces a todo mundo o tener un montón de dinero; no hay otra. Estudié unos cursos de guion audiovisual y entendí que eso no me iba a suceder y que mis amigas estaban ya estudiando en la universidad Comunicación, porque todas queríamos ser cineastas, y yo las veía y pensaba lo hacen muy bien, pero no tienen nada que contar, y si quiero contar algo no quiero cometer el error de mis amigas y tengo que entender cómo es el mundo. Por eso me metí a estudiar Sociología, y había una sola asignatura que se llamaba Sociología del Cine. Por una sola asignatura dije me voy a meter ahí, creo ni tomé la asignatura, pero la sociología me abrió un mundo. Imagínate estar leyendo los diarios del Che Guevara como tarea, es que eso no podía ser una tarea, lo disfrutaba un montón.
Brenda también estudió economía feminista. Un amigo le dijo hace poco que cuando la googleó vio que en todos lados ponían que es socióloga y economista, y que sintió que estaban despreciando su trabajo literario, uno que ya habla por ella. Y sí: Brenda es una autora que se ha hecho un nombre desde que publicó Casas Vacías, con el que recibió el premio Tigre San Juan 2020 y en inglés el English Pen Translation en 2019. Ha sido traducido al inglés, portugués, francés, italiano, griego y holandés, y pronto llegará al alemán y al ruso. Con Ceniza en la boca, su libro más reciente, recibió el Cálamo Prize por libro del año 2022, el Libro del año en la categoría ficción tanto de la Feria del Libro de Madrid 2022 como del Cegal 2022 y en este octubre el premio San Clemente de novela 2023. Será traducido al portugués, inglés, sueco, alemán, italiano, griego, francés y árabe.
–La discusión sigue casi en el mismo lugar, pero sí se ha movido un poquito. Cuando yo publico con Sexto Piso la discusión sobre las escritoras era cuántas ganábamos premios, cuántas accedíamos a becas y pienso que la mayoría de las personas que ponían eso a la hora de hablar de mi trabajo lo hacían más bien como diciendo miren qué personaje tan completo, qué bien que hay un personaje que tiene toda esta formación, y yo pensaba, está bien, digamos, no me afecta. Lo que aprendí en la academia fue aprender a escuchar, a observar y a ser disciplinada, pero lo que te da te lo quita en la libertad de decir lo que tú quieres y dentro de la literatura lo que encuentro justamente es que pueda hablar de lo que me interesa, de la economía, de la política, de la sociología, de la música, de todos los temas y con toda la libertad de inventar mentiras. Yo todos los días me despierto, especialmente en esta residencia, y pienso te están pagando por escribir, por inventar mentiras, y me parece que eso, esa conciencia me lo da justamente el haber aprendido que dentro de la economía de género las mujeres sí lo tenemos muy complicado por las triples jornadas de trabajo, por lo que implican los afectos, por lo que implica el sostenimiento de una casa y porque ahora parece que escribimos mucho más, pero si tú te vas a los datos reales de las editoriales, todavía no somos la mitad siquiera. Quienes ahora tenemos mayor reconocimiento mediático somos las mujeres, pero en realidad es una forma de como decimos en México, darnos a tole con el dedo, porque quienes tienen los mejores contratos, quienes tienen las mejores condiciones, siguen siendo los hombres o las mujeres con un poder simbólico y económico muy grande, y eso me lo ha enseñado la economía.
–Cuando dices que se ha movido un poquito la discusión, en qué punto está
–En qué es correcto y qué no es correcto escribir: si vamos a escribir un libro porque a mí me mueve hablar del feminismo o me importa hablar de lo que le está sucediendo a un personaje. Y es una discusión falsa porque en realidad todas las personas que han escrito libros y que se han interesado por la literatura lo han mezclado todo. Todo es muy dogmático, cuando los avances que hemos tenido como humanidad es gracias a que los filósofos sabían de astronomía, de biología, de filosofía, sabían de todo. No nos segmentaba la información, al contrario, cada vez la expandían más. Esa es la discusión que no estamos teniendo, cómo estamos adquiriendo el conocimiento del mundo que estamos habitando.
–Es esa idea de que si no eres queer no puedes tener un personaje queer en tu novela, y no podrías entonces tener un personaje negro u hombre
–A mí me parece una ridiculez, ni siquiera entro en la discusión. En estos espacios que hablan español me ubican como escritora latinoamericana, lo cual es cierto, pero si ustedes ven las influencias literarias que a mí me gustan solo puedo mencionar a Pedro Páramo, no porque no me interese todo lo demás, sino porque quienes realmente me han influenciado son personas que pueden ser Milan Kundera, Elfriede Jelinek, que no son latinoamericanos. Cuando me ponen dentro de esta etiqueta de escritora latinoamericana, lo que me preguntan es sobre la literatura latinoamericana, pero no de lo que realmente me interesa de la literatura, que no está probablemente solo en América Latina. Son discusiones absurdas porque nos están metiendo en cajitas de las que no podemos salir. No hay peor cosa para la libertad de expresión.
–Porque al final se trata de verosimilitud
–Cuando estoy con gente que quiere escribir lo que yo les digo es aquí no vamos a hablar de la realidad, vamos a hablar de un universo literario que ustedes se van a inventar, que va a tener sus propias reglas, que va a tener una coherencia y que va a responder a las necesidades de ese universo literario. No me interesa si eso va acorde a la realidad y a los lectores, las lectoras querrán relacionarla con la realidad, pero lo que ustedes tienen que construir tiene que ser coherente dentro de su universo literario, no dentro de la realidad. Si todo fuera como la realidad, no hubiéramos inventado un montón de cosas.
Encontrar un libro
Antes de Casas Vacías la gente le preguntaba, y tú qué, cuándo vas a publicar, porque ella estaba en el backstage, haciendo edición, lectura profesional, pero no más, y un día en una fiesta de escritores le preguntaron que si escribía y ella dijo que no mucho, pero una amiga respondió más contundente: no se atreve. A Brenda la enojó: ¿cómo que no me atrevo? Y eso se juntó con unas palabras que escuchó de un escritor mexicano sobre que los escritores solo son aquellos que cobran por su trabajo, cosa que le pareció ofensivo, hizo su tesis en economía de género, investigó del mundo editorial, del acceso de las mujeres a la literatura, a la cultura, y ahí fue cuando dijo: Es muy fácil que nos hagan creer que no podemos ser escritoras, pero es mucho más fácil crearnos la ficción de que podemos ser escritoras, ¿no?
Casas Vacías lo publicó virtualmente, porque no quería tener más esa novela en el cajón. Y ahí estaba Twitter, que fue un espacio de ficción en el que se inventaba (y se inventa todavía) cosas. En ese momento estaban empezando los clubes de lectura, y a los de México les pareció muy interesante que fuera un libro virtual y lo agarraron, se encantaron con la historia, lo compartieron y la novela se empezó a pasar hasta por WhatsApp. Un éxito.
El siguiente pasó fue que se volviera un libro que se pudiera tocar, y eso llegó en una clase a la que la invitó Jorge Volpi en la UNAM –a él le había gustado mucho la novela–, el salón estaba llenísimo –Brenda dice que porque era la clase de Volpi– y un señor de 70 años llegó con el libro impreso en A4, portada a color. Ella lo supo en ese momento: Este es un libro. Entonces la empezaron a leer otros que no eran sus amigos, se ganó el premio Tigre Juan, que ni siquiera sabía que existía, y la invitaron a eventos a conversar, entre otros temas, de la maternidad, que es uno de los temas del libro, pero no el único.
–Me interesa la maternidad en términos de cuidados, de administración de la casa, de la administración de los afectos, quién contiene, quién cuida, quién levanta, quién sostiene al propio país. La maternidad en términos de que somos las mujeres haciendo el trabajo de reproducción y productivo. Todo el trabajo que hacen las madres dentro de las casas y ahora en América Latina cada vez más, de una forma más común, el trabajo que hacen para la búsqueda de justicia. Somos las mujeres las que sostenemos un montón de cosas y de movimientos sociales. El concepto de maternidad en tanto cuidados implica también a las tías, a las abuelas, a las primas, a las hermanas. El que me vengan a preguntar, y qué mal que los hombres no quieran hacer su trabajo, qué mal que las mujeres no estén ganando igual que los hombres, qué mal que los niños no tengan guardería, eso no me interesa.
–Y también esa pregunta que se hace una de las protagonistas de Casas Vacías, sobre si quería ser mamá
–Claro, sí, porque creo que ahí hay una cosa que han querido hacer, pero afortunadamente no lo han logrado: han querido meter el tema de mamá mala, y me interesa mucho porque yo sí creo que el deseo de ser madre termina siendo una pulsión inconsciente, biológica, me da igual, no me interesa de dónde viene, pero es una pulsión. Y esa cosa, ese deseo de querer cuidar una vida ajena, solamente lo podemos hacer si somos unas inconscientes de lo peor. Es muy fuerte. Y el darte cuenta de que cuando tienes que cuidar a un ser humano que no eres tú, como de pronto todo el Estado, la sociedad, la pareja, la familia, se te viene encima a vigilarte, me parece muy interesante, horrible pero muy interesante. Las mujeres no podemos decir, aunque creo que lo decimos, estoy hasta la madre de este niño. No se calla o me cae mal. A veces los hijos pueden caer mal, y no se nos permite decir ese tipo de cosas.
–De lo que más me gustó en Casas Vacías es la culpa que sienten las dos protagonistas
–A veces me preguntan de qué va Casas Vacías y yo diría, siempre digo, nunca pensé que era de maternidades como tal, yo creo que va de desapariciones en todo el sentido amplísimo de la palabra. Pero ahora que lo dices también podría decir Casas Vacías es un tratado de la culpa latinoamericana. De la culpa católica. Tengo una amiga que además es poeta cubana a la que siempre le cuento mis problemas y siempre me dice, tú y tu culpa católica. Si no tuvieras esa culpa católica, otra vida tendrías. Sí, de eso va también. Realmente no hay nada, más allá de mis propios miedos, nada específico de mi realidad que haya hecho yo que esté en Casas Vacías.
***
Mientras promocionaba su primer trabajo, Brenda empezó a escribir Ceniza en la Boca. Era el tiempo de la pandemia, estaba en otro libro y se encontró una noticia en los periódicos sobre un joven que se había suicidado. Empezó a halar y descubrió una historia, y además todo se fue conectando: el nombre del protagonista, por ejemplo, llegó en una canción de Vampire Weekend. Ceniza en la Boca es una novela que también toca temas profundos, como la migración y el suicidio, ser madre y uno que lo atraviesa todo: el dolor.
–Nunca pensé voy a escribir sobre la migración. Eso se va dando cuando estoy construyendo a mis personajes y las estoy tratando de complejizar hasta que parezcan humanas. La migración es solo una pequeña parte de la historia. Si lo tuviera que resumir diría que es una novela que habla del dolor de estar vivo en general. Del dolor de ella de haber sobrevivido, del dolor del desarraigo, del dolor de estar vivo de un niño que no sabe habitar el mundo, del dolor de la madre de no saber qué hacer con su vida ante una violencia que la estaba apabullando, del dolor de la familia. Para mí es como la concientización de que la vida no puede existir sin dolor. Socialmente nos quieren hacer creer que existe una fórmula en la que podemos estar anestesiados y creer que todo puede estar bien, y no, nada puede estar bien siempre. Esa es una de las grandes falacias de nuestra sociedad. Es mentira, siempre existe algo que está desacomodado, dislocado, roto, y está bien mirarlo porque cuando te vuelves consciente de eso, te vuelves incluso un poco más autónomo. Como sabes que te va a doler, asumes la responsabilidad y tienes la autonomía de decidir si lo vas a vivir o lo vas a hacer. Siempre he pensado, pero lo digo apenas ahora a mis 40 años, que es el dolor lo que motiva a la humanidad a seguir adelante, no es la felicidad, no es la búsqueda de felicidad, es el dolor. Es cuando te duele algo en tu cuerpo y vas al médico que dices tengo que comer bien, ya voy a hacer ejercicio, voy a dejar de fumar. Nunca es cuando estás comiendo delicioso que dices voy a hacer cambios drásticos en mi vida. El dolor en ese sentido es una de las grandes herramientas que tiene la humanidad para seguir imaginando nuevas formas de seguir subsistiendo. Para mí el dolor está bien, no digo que se disfrute, creo que es horroroso, pero la vida no podía ser perfecta.
–Y en Ceniza en la Boca además hablas del suicidio, que es un tema que nos cuesta mucho conversar como sociedad
–El suicidio es el gran tema de la humanidad en general y desafortunadamente la religión nos la ha cooptado. Hay un gran tema ahí, siempre lo pienso desde una visión feminista, si las mujeres decimos mi cuerpo, mi decisión a la hora de ejercer nuestros derechos sexuales y reproductivos, ¿por qué no podemos decir mi cuerpo, mi decisión a la hora de querer detener nuestra vida? No tengo la respuesta, pero pienso que nos obligan a seguir viviendo a pesar de todo porque somos fuerza de producción, no porque valgamos como seres humanos. El hecho de que una persona pueda decidir cuándo quiere terminar con su vida es uno de los actos más humanos que puedan existir. Yo no sé si está bien o está mal, no sé si lo haría o no lo haría, lo que creo es que no podemos hacer que las personas que se han suicidado tengan que cargar con nuestros deseos y nuestros afectos. No se trata de hacerlo por nadie, se trata de ojalá pudiéramos tener una conversación de para qué vale la pena estar viviendo. Y cuando tengamos esa conversación probablemente vamos a tener más respuestas para que la gente no se suicide.
–Y por ejemplo en Ceniza en la Boca, Diego dice muchas cosas con el silencio.
–Para mí el silencio es también la forma en la que podríamos comunicarnos de forma más adecuada con el mundo en general. Cuando logramos entender qué es el silencio y de pronto en las ciudades escuchas los propios ruidos de las casas o los pájaros o los perros. El silencio viene en el momento en el que tienes el deseo verdadero de escuchar lo que está sucediendo en el mundo y me parece que eso nos hace muchísima falta. Literariamente es uno de los grandes retos porque para construir el silencio tienes que hacer que alguien más esté hablando o haciendo mucho ruido y encontrar el equilibrio entre quien está contando las cosas y que ese silencio aparezca un poco casi inadvertido. Yo por ejemplo recuerdo que en una reseña que hizo Jorge Téllez me di cuenta de mi propia forma de llegar a expresar ese silencio. Él decía que una de las cosas que menos se pueden explicar en el mundo y que necesita el silencio es justo el fenómeno migratorio y que en el caso de Diego García en Ceniza en la Boca cuando más se expresa es cuando chasquea la boca, no cuando dice algo. Ahí en ese movimiento de los labios, el sonidito ese, en no poder expresar algo. El silencio es una herramienta poderosísima para narrar.
–Y la idea de la novela llegó por una noticia que leyó en el periódico
–De verdad, como dice la narradora, no me dejaba pensar porque ahí sí te puedo decir que tenía una hija adolescente y en cuanto leí esa noticia pensé ¿estoy con las antenas adecuadas para saber interpretar el silencio de todo adolescente? A todos se nos olvida, pero cuando nos volvemos adolescentes nos encerramos y no queremos hablar con el mundo, más que con nuestros pares, y eso me parece superinteresante, la forma en la que vamos configurándonos como seres humanos y en un momento tan importante como es el tener que volverte adulto y entrar en esta locura productiva. Me acuerdo que ya traía esa idea y escuché el álbum de Vampire Weekend y escuché esta canción de Sympathy que es la que pongo el epígrafe del libro, y yo decía qué demonios es esto, no es el tipo de música que hace Vampire Weekend, y claro, al ser una cosa tan diferente me obligó a querer escuchar de qué iba la canción y era una cosa rarísima porque es un pop bailable con palmeo español y está hablando de judíos y musulmanes y luego de pronto nombra a la isla de Diego García, que existe como tal y que es un problema, un conflicto político, y cuando empieza ese versito de Diego García, surrounded by the waves, fue que me llegó un rayo por todo el cuerpo y dije, pero claro que mi personaje se llama Diego García, pero claro que estoy hablando de cómo un adolescente se aísla y cómo ese aislamiento no es por sí mismo sino porque hay un montón de conflictos políticos rondándole. Fue como aquí está la novela.
–La novela tiene una voz muy fluida, como si la hubieras escrito de un tirón
–Era una ansiedad tratar de escribir y me molestaba que me interrumpieran. Sí, fue como déjenme en paz, déjenme en paz, es ahora, es ahora o nunca.
Por estos días Brenda trabaja en una nueva novela. La idea apareció hace un par de años, cuando estaba escribiendo Ceniza en la Boca. Hace un tiempo una lectora en México le hizo caer en cuenta de que existe el Brenda Universo, que Nagore estuvo en Casas Vacías y luego en Ceniza en la Boca, y así pasará en este proyecto: uno de los personajes de Ceniza en la Boca será la protagonista, y tendrá nombre por primera vez. Tal vez ahí cierre el Brenda Universo. Estos últimos tres meses estuvo en Iowa City, invitada a la residencia de escritores del International Writing Program (IWP), y trabajó en este nuevo libro, en el que tocará un tema que le obsesiona: lo fantasmal –no lo fantasmagórico.
–El estar y no estar, no el hecho de la representación, pero no en términos de identidad sino de la representación del dolor mismo y estoy obsesionada con todo lo que tiene que ver con marionetas, así que estoy tratando de encontrar una metáfora de cómo construimos nuestra sombra, nuestro fantasma mismo. Como cuando ves un cuerpo muerto, que es un cuerpo que deja de ser humano, hay algo ahí fantasmal de lo que fue esa persona. En el segundo capítulo de Breaking Bad el protagonista que es un químico está viendo qué tantos elementos químicos tiene el cuerpo, y dice tanto de no sé qué, en dónde están esos 21 gramos que no vienen de algún lugar. Esos 21 gramos de lo que podría significar la vida que existe, pero no existe, que se puede nombrar, pero que no se puede nombrar. Eso es lo que me lo que me está obsesionando ahora. Estoy en eso.