El emperador que quiso borrar la historia
El hombre que armó un ejército para convertir siete reinos en la gran China y que ordenó esculpir un batallón de soldados para salvaguardarse de la muerte después de la muerte se convirtió en uno de los primeros censores de la historia.
Alberto Medina López
Autoproclamado primer emperador, Shih Huang Ti, no le encontró sentido alguno al pasado antes de su existencia y ordenó la primera quema de libros de la que se tenga noticia. En 213 a. C. ardieron los textos de historia y la sabiduría del taoísmo y el confucionismo.
Pero no solo armó fogatas con los libros para borrarlos de la conciencia del pueblo, sino que además ordenó la ejecución de 460 sabios de todas las escuelas del pensamiento porque amenazaban la nueva versión de la historia que planeaba contar.
Borges, en La muralla y los libros lo relata con maestría. “Tres mil años de cronología tenían los chinos (y en esos años, el emperador Amarillo y Chuang Tzu, y Confucio y Lao Tzu), cuando Shih Huang Ti ordenó que la historia comenzara con él”.
La orden del emperador incluía un cruel castigo para todos aquellos que ocultaran libros. Eran condenados a trabajar hasta la muerte, con una marca de hierro en su rostro, en la construcción de otro de sus sueños de grandeza: la Muralla China.
Pasado un siglo de la muerte del emperador, Sima Qian, considerado el Herodoto chino, trabajó en la recuperación de lo perdido. “Quienes no olvidan el pasado son amos del futuro”, escribió aludiendo al desaparecido emperador.
Shih Huang Ti no solo quería buscar la inmortalidad borrando la historia, sino que puso a los alquimistas a trabajar en la fórmula mágica que le permitiera quedarse reinando para siempre entre los hombres como un dios.
La empresa fracasó, pero los ocho mil guerreros de terracota, que ordenó esculpir para que custodiaran eternamente su tumba, se quedaron protegiendo por siglos y bajo tierra la ciudadela de la muerte.
Las acciones del emperador en busca de la inmortalidad le sugirieron a Borges una maravillosa conclusión: “La muralla en el espacio y el incendio en el tiempo fueron barreras mágicas destinadas a detener la muerte”.Huang Ti burló la muerte en la memoria colectiva, porque sus soldados de arcilla, del tamaño de los hombres, sobrevivieron al paso del tiempo para reescribir su historia.
Autoproclamado primer emperador, Shih Huang Ti, no le encontró sentido alguno al pasado antes de su existencia y ordenó la primera quema de libros de la que se tenga noticia. En 213 a. C. ardieron los textos de historia y la sabiduría del taoísmo y el confucionismo.
Pero no solo armó fogatas con los libros para borrarlos de la conciencia del pueblo, sino que además ordenó la ejecución de 460 sabios de todas las escuelas del pensamiento porque amenazaban la nueva versión de la historia que planeaba contar.
Borges, en La muralla y los libros lo relata con maestría. “Tres mil años de cronología tenían los chinos (y en esos años, el emperador Amarillo y Chuang Tzu, y Confucio y Lao Tzu), cuando Shih Huang Ti ordenó que la historia comenzara con él”.
La orden del emperador incluía un cruel castigo para todos aquellos que ocultaran libros. Eran condenados a trabajar hasta la muerte, con una marca de hierro en su rostro, en la construcción de otro de sus sueños de grandeza: la Muralla China.
Pasado un siglo de la muerte del emperador, Sima Qian, considerado el Herodoto chino, trabajó en la recuperación de lo perdido. “Quienes no olvidan el pasado son amos del futuro”, escribió aludiendo al desaparecido emperador.
Shih Huang Ti no solo quería buscar la inmortalidad borrando la historia, sino que puso a los alquimistas a trabajar en la fórmula mágica que le permitiera quedarse reinando para siempre entre los hombres como un dios.
La empresa fracasó, pero los ocho mil guerreros de terracota, que ordenó esculpir para que custodiaran eternamente su tumba, se quedaron protegiendo por siglos y bajo tierra la ciudadela de la muerte.
Las acciones del emperador en busca de la inmortalidad le sugirieron a Borges una maravillosa conclusión: “La muralla en el espacio y el incendio en el tiempo fueron barreras mágicas destinadas a detener la muerte”.Huang Ti burló la muerte en la memoria colectiva, porque sus soldados de arcilla, del tamaño de los hombres, sobrevivieron al paso del tiempo para reescribir su historia.