“El éxito es un momento”: Camilo Jiménez Varón
El manizaleño interpretó el papel de Rafael Cardona Salazar en la serie “Griselda”. Este trabajo le llegó en un momento de dudas sobre su carrera y lo que conlleva vivir del arte.
Samuel Sosa Velandia
¿Cómo llegó a este personaje?
Me llegó por medio de un casting. Vivo en Los Ángeles y, para ese momento, llevaba dos años aquí, en medio de pandemia y con dudas de todo. Aunque nunca abandoné la idea de ser actor, muchas de esas cosas perdieron sentido. Esa audición fue al otro día de recibir la Green Card (tarjeta de residente en Estados Unidos), junto a otra seguidilla de castings que también obtuve esa semana, pero el de Griselda me atrapó: la escena estaba muy bien escrita y, a pesar de que no sabía para qué proyecto era, sí llamó mi atención su gran calidad narrativa.
Le recomendamos: “A veces no reconocemos la belleza que tiene Colombia”: Álvaro Balcázar.
¿Este papel le devolvió la motivación?
La motivación nunca se fue, si se hubiera ido me habría regresado a Colombia. Lo que pasa es que aquí en Estados Unidos, como a todos los inmigrantes, nos toca empezar desde algún lugar y tratar de conquistar la industria gringa. Mi comienzo fue lavando platos y trabajando en restaurantes, pero quiero decir que eso no me hace especial, es lo que me tocaba hacer en ese momento. Además, la carrera actoral lo somete a uno a esa exposición: si a uno le va a mal y lo ven fracasar, casi que está obligado a esconderse. La cocina es el trabajo ideal: una labor solitaria en donde nadie te está viendo la cara.
¿Y esas vivencias influyeron en la preparación de su personaje?
El primer casting fue el de la serie y tocaba el tema de la inmigración latina en Estados Unidos, pero tengo rasgos que no son tan comunes entre la población y ese fue un impedimento: el estereotipo que pedían era el de una persona trigueña, con pelo negro y ojos oscuros. Tuve que adaptarlo para que me creyeran que era colombiano. Sin embargo, en el casting había una frase que decía: “Fuck the American Dream” (A la mierda el sueño americano) y cuando dije eso, lo hice con toda la carga que tenía de hace meses por estar lavándoles la grasa a los gringos en un restaurante. Eso le dio más vida a la interpretación. No sé si eso me dio el papel, pero sí tengo claridad de que no habría pasado si hubiera estado en Colombia.
¿Fue difícil interpretar el papel de una persona real?
No había mucha información sobre él, lo que me dio un margen alto de creatividad y no tuve la necesidad de hacer una copia fiel del personaje que existió. Si tú ves sus fotos, era otra cosa: bajito y moreno. Muy poco parecido a mí físicamente. Sin embargo, en mi investigación encontré que, si no hubiera existido Pablo Escobar o Griselda Blanco, Rafael Cardona Salazar habría sido esa leyenda de los capos de la droga, porque tenía mucho poder. Eso empezó a darme luces para construir el papel y crear una identidad propia.
Además del reconocimiento y el trabajo, ¿qué le dejó este personaje?
La gran enseñanza del personaje de Rafa es creer que uno tiene el poder y logra el éxito, pero cuando llega se confía y no ve venir el momento en el que lo bajan de ahí. Es una linda metáfora, aunque dura de asimilar: todo lo que sube tiene que bajar. Finalmente, la historia de este hombre, en la serie, es el relato de un capo que pierde todo y tiene que lidiar con ello, y eso es a lo que nos enfrentamos muchas veces los actores.
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¿Todo esto ha cambiado su idea sobre el éxito?
No la cambio: entendí que el éxito, cuando eres un personaje público, es un momento. No es una línea de llegada, ni un objetivo. Es algo que pasa por el camino en el cual también puede haber muchos fracasos. Y aunque uno no desea que eso suceda, no hay opción.
¿Pero tiene miedo de que se acabe este momento de éxito?
Claro que tengo miedo, sobre todo ahora: estoy convencido de que estas cosas duran muy poco. Es decir, Griselda será un boom hasta que llegue la siguiente serie, pero igual, con miedo o sin miedo, pasará. De modo que el problema es cómo uno lidia con eso y qué cartas toma para aprovechar los momentos que está viviendo.
Ha sido también director y guionista, ¿considera que, sin importar el rol, en la televisión todo es inestable y efímero?
Sí, ese es el gran reto y la gran angustia que tienen todos los profesionales que trabajan en esta industria, incluso los productores, que son quienes más estabilidad podrían tener. Es una apuesta por una carrera en la que no hay nada fijo y hay un riesgo grande. A veces digo que las vacaciones de un actor son cuando le sale trabajo, porque todo lo demás es estar angustiado por no tenerlo.
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Si le interesan los temas culturales y quiere opinar sobre nuestro contenido y recibir más información, escríbanos al correo de la editora Laura Camila Arévalo Domínguez (larevalo@elespectador.com) o al de Andrés Osorio (aosorio@elespectador.com).
¿Cómo llegó a este personaje?
Me llegó por medio de un casting. Vivo en Los Ángeles y, para ese momento, llevaba dos años aquí, en medio de pandemia y con dudas de todo. Aunque nunca abandoné la idea de ser actor, muchas de esas cosas perdieron sentido. Esa audición fue al otro día de recibir la Green Card (tarjeta de residente en Estados Unidos), junto a otra seguidilla de castings que también obtuve esa semana, pero el de Griselda me atrapó: la escena estaba muy bien escrita y, a pesar de que no sabía para qué proyecto era, sí llamó mi atención su gran calidad narrativa.
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¿Este papel le devolvió la motivación?
La motivación nunca se fue, si se hubiera ido me habría regresado a Colombia. Lo que pasa es que aquí en Estados Unidos, como a todos los inmigrantes, nos toca empezar desde algún lugar y tratar de conquistar la industria gringa. Mi comienzo fue lavando platos y trabajando en restaurantes, pero quiero decir que eso no me hace especial, es lo que me tocaba hacer en ese momento. Además, la carrera actoral lo somete a uno a esa exposición: si a uno le va a mal y lo ven fracasar, casi que está obligado a esconderse. La cocina es el trabajo ideal: una labor solitaria en donde nadie te está viendo la cara.
¿Y esas vivencias influyeron en la preparación de su personaje?
El primer casting fue el de la serie y tocaba el tema de la inmigración latina en Estados Unidos, pero tengo rasgos que no son tan comunes entre la población y ese fue un impedimento: el estereotipo que pedían era el de una persona trigueña, con pelo negro y ojos oscuros. Tuve que adaptarlo para que me creyeran que era colombiano. Sin embargo, en el casting había una frase que decía: “Fuck the American Dream” (A la mierda el sueño americano) y cuando dije eso, lo hice con toda la carga que tenía de hace meses por estar lavándoles la grasa a los gringos en un restaurante. Eso le dio más vida a la interpretación. No sé si eso me dio el papel, pero sí tengo claridad de que no habría pasado si hubiera estado en Colombia.
¿Fue difícil interpretar el papel de una persona real?
No había mucha información sobre él, lo que me dio un margen alto de creatividad y no tuve la necesidad de hacer una copia fiel del personaje que existió. Si tú ves sus fotos, era otra cosa: bajito y moreno. Muy poco parecido a mí físicamente. Sin embargo, en mi investigación encontré que, si no hubiera existido Pablo Escobar o Griselda Blanco, Rafael Cardona Salazar habría sido esa leyenda de los capos de la droga, porque tenía mucho poder. Eso empezó a darme luces para construir el papel y crear una identidad propia.
Además del reconocimiento y el trabajo, ¿qué le dejó este personaje?
La gran enseñanza del personaje de Rafa es creer que uno tiene el poder y logra el éxito, pero cuando llega se confía y no ve venir el momento en el que lo bajan de ahí. Es una linda metáfora, aunque dura de asimilar: todo lo que sube tiene que bajar. Finalmente, la historia de este hombre, en la serie, es el relato de un capo que pierde todo y tiene que lidiar con ello, y eso es a lo que nos enfrentamos muchas veces los actores.
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¿Todo esto ha cambiado su idea sobre el éxito?
No la cambio: entendí que el éxito, cuando eres un personaje público, es un momento. No es una línea de llegada, ni un objetivo. Es algo que pasa por el camino en el cual también puede haber muchos fracasos. Y aunque uno no desea que eso suceda, no hay opción.
¿Pero tiene miedo de que se acabe este momento de éxito?
Claro que tengo miedo, sobre todo ahora: estoy convencido de que estas cosas duran muy poco. Es decir, Griselda será un boom hasta que llegue la siguiente serie, pero igual, con miedo o sin miedo, pasará. De modo que el problema es cómo uno lidia con eso y qué cartas toma para aprovechar los momentos que está viviendo.
Ha sido también director y guionista, ¿considera que, sin importar el rol, en la televisión todo es inestable y efímero?
Sí, ese es el gran reto y la gran angustia que tienen todos los profesionales que trabajan en esta industria, incluso los productores, que son quienes más estabilidad podrían tener. Es una apuesta por una carrera en la que no hay nada fijo y hay un riesgo grande. A veces digo que las vacaciones de un actor son cuando le sale trabajo, porque todo lo demás es estar angustiado por no tenerlo.
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Si le interesan los temas culturales y quiere opinar sobre nuestro contenido y recibir más información, escríbanos al correo de la editora Laura Camila Arévalo Domínguez (larevalo@elespectador.com) o al de Andrés Osorio (aosorio@elespectador.com).