El Festival de cine Smartfilms celebra una década contando historias
La décima edición de Smartfilms abre nuevamente sus convocatorias para participar en uno de los festivales de cine hecho con celulares más destacados en Colombia.
En el año 2023 Guillermo del Toro recibió el Óscar a mejor película animada por Pinocho, la historia de un hombre que construyó un muñeco de madera y mágicamente se llenó de vida. También era el relato de un padre y un hijo en medio de muchas adversidades, de las primeras décadas del siglo XX cuando el fascismo avanzaba en Italia; o una lección sobre la crianza, la muerte, el amor, la imaginación. Así son las verdaderas historias, guardan mensajes dentro de otros mensajes.
Pinocho fue realizada en una técnica conocida como stop motion, que consiste en capturar fotografías de milimétricos pasos que al reproducirse en secuencia generan la ilusión de movimiento. Es un trabajo manual, de absoluta paciencia que puede requerir de meses entre toma y toma. Guillermo del Toro, por ejemplo, se tardó 15 años para terminar esta película. Y logró terminarla porque la marioneta de madera le recordada a su infancia y a su madre, porque fue un personaje emblemático en su vida, se obsesionó con su historia, se hizo incluso, coleccionista de pinochos durante años. El cine, el arte, el stop motion, fueron las herramientas que encontró para contar su forma de ver el mundo, para hablar de sus pasiones, de su pasado.
Después de ganar el premio Óscar, mencionó en el Festival de Cine de Animación de Annecy, refiriéndose a su película, que su trabajo se trataba de amor por la animación, amor por la técnica, por un arte en específico: “Somos un puñado de locos intentando mantener viva una antigua forma de magia. Creo que el stop motion puede ser intravenoso, puede ir directo a tus emociones de una manera que ningún otro medio puede”.
Ese mismo año de 2023 pero unos meses después, Yeisson García de Villapinzón, Cundinamarca, participó de un festival de cine con celulares en donde presentó su obra Magia de una ilusión, y se llevó a casa siete premios por su historia que contó en la misma técnica, fotograma por fotograma, como lo hizo el director mexicano. El corto muestra la vida de un viejo mago que está arrepentido de no haber hecho más por él y su familia cuando tuvo más tiempo. Habla de la frustración, del fracaso, del abandono, de la falta de confianza, y como Pinocho, cree en la magia que es la voluntad, la motivación.
Para montar este cortometraje de siete minutos, García necesitó de un guion, un storyboard, construir cada una de las marionetas y sus detalles, diseñar su ropa, estudiar sus movimientos, levantar la escenografía, pensar en los elementos de utilería que mejor complementaban las escenas, ambientar, iluminar. El resultado conmovió a jurados y espectadores de muchos lugares. Aunque puede parecer que un trabajo de este nivel requiere de un musculo financiero como el de Guillermo del Toro, de grandes influencias o costosos aparatos, Yeisson García jugó y con ingenio supo sacarle provecho a lo que tenía a su alcance: una buena historia y un celular.
Un festival como Smartfilms, en el que se presentó Magia de una ilusión, tuvo que surgir hace diez años, llegar a 14 ciudades de Colombia y convocar a más de 51.000 participantes para encontrar historias como la de García, o como Una niña llora al otro lado del río: el documental sobre los primeros alpinistas colombianos en ir al Everest, o Mi hermano y yo: sobre Emilia, la niña wayuu acordeonera que enfrenta una crisis familiar; todo esto para demostrar de que no es por falta de dinero o de buenas ideas que no se habla de talento en un país como el nuestro, sino que hace falta apoyo instruyendo y valorando lo que se puede hacer con las herramientas que ya existen al alcance de la mano, sin la necesidad de esperar que las grandes industrias vengan a “salvar” o a “democratizar” el arte y la singularidad de cada voz.
El pasado 21 de marzo inició un nuevo ciclo que tiene como objetivo apoyar los relatos que no han sido contados. Esta nueva oportunidad hace parte de una estrategia que se ha venido desarrollando y perfeccionando a lo largo de una década. En este enfoque, se reconoce que una misma realidad puede ser interpretada desde múltiples perspectivas, que una misma profesión no puede medirse desde un mismo nivel de experiencia, y que cada proceso en la construcción de una obra merece ser considerado en conjunto, pero también individualmente. Ahora, con todo preparado, solo hace falta de los participantes, de los amantes del cine, los creativos, de los nostálgicos como Del Toro, o de los perseverantes como Yeisson García.
Smartfilms cada mes lanzará dos categorías nuevas para participar en su festival hasta el mes de septiembre de 2024. Actualmente se encuentra abierta la Categoría aficionado Exeltis, y la Categoría juvenil motorola, que estarán abiertas hasta el 21 de abril. ¿Qué mejor que una historia para aprender sobre nosotros mismos?
En el año 2023 Guillermo del Toro recibió el Óscar a mejor película animada por Pinocho, la historia de un hombre que construyó un muñeco de madera y mágicamente se llenó de vida. También era el relato de un padre y un hijo en medio de muchas adversidades, de las primeras décadas del siglo XX cuando el fascismo avanzaba en Italia; o una lección sobre la crianza, la muerte, el amor, la imaginación. Así son las verdaderas historias, guardan mensajes dentro de otros mensajes.
Pinocho fue realizada en una técnica conocida como stop motion, que consiste en capturar fotografías de milimétricos pasos que al reproducirse en secuencia generan la ilusión de movimiento. Es un trabajo manual, de absoluta paciencia que puede requerir de meses entre toma y toma. Guillermo del Toro, por ejemplo, se tardó 15 años para terminar esta película. Y logró terminarla porque la marioneta de madera le recordada a su infancia y a su madre, porque fue un personaje emblemático en su vida, se obsesionó con su historia, se hizo incluso, coleccionista de pinochos durante años. El cine, el arte, el stop motion, fueron las herramientas que encontró para contar su forma de ver el mundo, para hablar de sus pasiones, de su pasado.
Después de ganar el premio Óscar, mencionó en el Festival de Cine de Animación de Annecy, refiriéndose a su película, que su trabajo se trataba de amor por la animación, amor por la técnica, por un arte en específico: “Somos un puñado de locos intentando mantener viva una antigua forma de magia. Creo que el stop motion puede ser intravenoso, puede ir directo a tus emociones de una manera que ningún otro medio puede”.
Ese mismo año de 2023 pero unos meses después, Yeisson García de Villapinzón, Cundinamarca, participó de un festival de cine con celulares en donde presentó su obra Magia de una ilusión, y se llevó a casa siete premios por su historia que contó en la misma técnica, fotograma por fotograma, como lo hizo el director mexicano. El corto muestra la vida de un viejo mago que está arrepentido de no haber hecho más por él y su familia cuando tuvo más tiempo. Habla de la frustración, del fracaso, del abandono, de la falta de confianza, y como Pinocho, cree en la magia que es la voluntad, la motivación.
Para montar este cortometraje de siete minutos, García necesitó de un guion, un storyboard, construir cada una de las marionetas y sus detalles, diseñar su ropa, estudiar sus movimientos, levantar la escenografía, pensar en los elementos de utilería que mejor complementaban las escenas, ambientar, iluminar. El resultado conmovió a jurados y espectadores de muchos lugares. Aunque puede parecer que un trabajo de este nivel requiere de un musculo financiero como el de Guillermo del Toro, de grandes influencias o costosos aparatos, Yeisson García jugó y con ingenio supo sacarle provecho a lo que tenía a su alcance: una buena historia y un celular.
Un festival como Smartfilms, en el que se presentó Magia de una ilusión, tuvo que surgir hace diez años, llegar a 14 ciudades de Colombia y convocar a más de 51.000 participantes para encontrar historias como la de García, o como Una niña llora al otro lado del río: el documental sobre los primeros alpinistas colombianos en ir al Everest, o Mi hermano y yo: sobre Emilia, la niña wayuu acordeonera que enfrenta una crisis familiar; todo esto para demostrar de que no es por falta de dinero o de buenas ideas que no se habla de talento en un país como el nuestro, sino que hace falta apoyo instruyendo y valorando lo que se puede hacer con las herramientas que ya existen al alcance de la mano, sin la necesidad de esperar que las grandes industrias vengan a “salvar” o a “democratizar” el arte y la singularidad de cada voz.
El pasado 21 de marzo inició un nuevo ciclo que tiene como objetivo apoyar los relatos que no han sido contados. Esta nueva oportunidad hace parte de una estrategia que se ha venido desarrollando y perfeccionando a lo largo de una década. En este enfoque, se reconoce que una misma realidad puede ser interpretada desde múltiples perspectivas, que una misma profesión no puede medirse desde un mismo nivel de experiencia, y que cada proceso en la construcción de una obra merece ser considerado en conjunto, pero también individualmente. Ahora, con todo preparado, solo hace falta de los participantes, de los amantes del cine, los creativos, de los nostálgicos como Del Toro, o de los perseverantes como Yeisson García.
Smartfilms cada mes lanzará dos categorías nuevas para participar en su festival hasta el mes de septiembre de 2024. Actualmente se encuentra abierta la Categoría aficionado Exeltis, y la Categoría juvenil motorola, que estarán abiertas hasta el 21 de abril. ¿Qué mejor que una historia para aprender sobre nosotros mismos?