En “Yo, Gustave Flaubert…” hay que resaltar el valor interior de dos corazones que se atreven a irrumpir en el círculo cultural y existencial del otro. De ahí que un tercer corazón, el del lector omnisciente, entre a formar un “ménage à trois” epistolar, aun cuando Carolina Tovar Merizalde no haya podido ver al novelista más que descendiendo por el río onírico de un sueño nocturno donde lo idealiza.
Foto: Cortesía: Sílaba Editores
“¿No significan las “cartas entreabiertas” una renovación de la fe en la razón y en las razones?”.
Julián Marías
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