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“El futuro de la literatura tiene que ver con la desaparición de los géneros”

“Soñar con perros” es el nuevo libro de poesía de John F. Galindo, publicado por Lectores secretos. Diálogo con el autor.

Juan Sebastián Lozano
14 de abril de 2023 - 08:30 p. m.
John F. Galindo es un poeta y escritor bumangués.
John F. Galindo es un poeta y escritor bumangués.
Foto: Cortesía

Ecos de la guerra en Colombia. Mujeres y hombres en paisajes desolados, encerrados en recuerdos, nostalgias, intentando liberarse. Cantos de perros como banda sonora, animales negros que acechan. El amor como búsqueda, como condena, el placer que nos queda; la razón o el consuelo para estar vivos. Reflexiones de alguien que sueña, que habla consigo mismo hasta romper el espejo y al fondo un fantasma. En todo caso, poesía sublime, imágenes que nos conmueven. Poesía que es pintura y por supuesto música. Y balas en el aire, cómo no, Colombia y su violencia ahí. Esto encontramos en Soñar con perros, el nuevo libro de poemas de John F. Galindo.

No es fácil saber de qué trata el libro y no importa, nos regodeamos en sus imágenes que inquietan, tan únicas, que demuestran el talento poético de Galindo, que no está jugando, que no es un poeta de juventud. Soñar con perros es el séptimo libro de poemas del premiado autor. Una muestra de su arte:

Deseaba tanto este viaje, recorrer los mapas con monedas en

los ojos, buscar el origen de la risa, el apellido de la madre,

la estupidez necesaria para regresar los pasos. Planchar la ropa negra,

intentar una oración, caminar al borde del camino

no te mueras todavía

no te mueras

todavía

John F. Galindo nació en Bucaramanga en 1978. Ha publicado los libros de poemas Ventanas de otros días (2008), Karaoke Demon (2012), L (2013), No hace falta que te digan que te quites (2017), La piedra que quería ser Simone Weil (2019), Dioestiércol (2021). También la novela Aviones que se estrellan contra todo (2019). Este año su libro La segunda vida de las cosas obtuvo el Premio Nacional de Poesía Eduardo Cote Lamus.

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¿Su poesía es planeada, le da prelación a lo técnico (por ejemplo, el poeta Leopoldo María Panero decía que escribía poesía matemática, razonada, no improvisada) o lo suyo es más la improvisación, la escritura automática, por decirlo así? Cuéntenos sobre este proceso creativo.

Hay en mi proceso creativo una suerte de extravío que me lleva a descubrir regiones desconocidas. La poesía es para mí entonces una aventura, un riesgo, un misterio si se quiere, nunca un lugar predecible; sin embargo, dicho proceso parte de una búsqueda constante, generalmente de una idea y de un ritmo que me obsesionan durante mucho tiempo, incluso antes de sentarme a escribir; esa escritura mental se construye a medida que me interno más y más en los territorios de lo incierto. Si bien muchas de las imágenes y temas que configuran mi universo poético surgen del hallazgo y del azar, la arquitectura de cada uno de mis libros tiene algo de esa matemática a la que se refiere Panero, lo que hace que mis libros se diferencien unos de otros, aunque se encuentren y se relacionen de alguna misteriosa forma.

¿Qué lo motivó a escribir el libro y a conceptualizarlo como “Soñar con perros”?

Soñar con perros es un libro muy extraño dentro de mi obra, al menos en su concepción. Es un libro escrito durante varios años, es un organismo dispar que me ha acompañado por mucho tiempo. Cada libro tuvo su propio proceso, alcanzó su propia forma de manera independiente y al final cada parte se juntó para conformar una trilogía por decirlo de alguna manera. No obstante, hay un tema que atraviesa las tres partes en que está configurado y es la violencia en todas sus manifestaciones; la violencia de nuestro país que abre el libro, la cual está abordada desde la muerte como narradora de episodios que nos han acompañado durante años como sociedad, una segunda parte que aterriza esa violencia enorme a las calles del barrio, a esa oscuridad que padecemos a diario mientras caminamos o tomamos el bus, o miramos por la ventana, y una tercera parte que entra a la casa y aborda, a su manera, la violencia doméstica que es igual de terrible y siniestra. Lo que une las tres partes, más allá del tema que las involucra, es la sombra de un perro que se atraviesa, que ladra, que muerde y corretea a lo largo del libro.

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¿Para quién escribe?

Escribo para que esos dispositivos me afecten a mí, pero es indudable que pienso también en quien lee. Tengo la fortuna de tener gente que lee lo que escribo, y eso se manifiesta en lo que me dicen y lo que me escriben y en lo que pienso que sucede con mi escritura. Sin embargo, esos lectores y lectoras están allí en las sombras, pertenecen a esa otra dimensión de la literatura que frecuento y me nutre, la que habita el misterio y la fraternidad y la calle; lo que me motiva no es vender libros, es el misterio de saber que alguien más se conectará con mis hallazgos y que si no sucede, igual algo afectará su cotidianidad. Todos mis libros están, de alguna manera, conectados. Escribo porque eso que tengo por decirme fastidia, molesta, pesa sobre mí y, una vez que aparecen y otros y otras llegan a eso que escribo, siento calma.

¿Qué nos da la poesía en libro, formato tradicional, digamos, en un mundo dominado por la tecnología, los mensajes publicitarios, Fake news, el ruido y la furia, etc.?

Vamos un poco más allá, qué nos queda a quienes escribimos con la irrupción de GPT-4 si ya podemos adivinar la existencia de redes neuronales programadas para que escriban como grandes autores del pasado o que con un par de indicaciones puedan editar, corregir y producir nuevas obras. Yo soy un curioso de la tecnología y sigo muy de cerca lo que sucede con sus manifestaciones. Y eso me interesa, por un lado como momento político, desde la forma en que la sobredosis de información, la posverdad, y la manipulación mediática afectan y absorben el devenir social del mundo y, por otro lado, la forma en que este momento dominado por los contenidos sintéticos afectan la forma en que se escribe hoy, me interesan esos contenidos como posibilidad poética y como material creativo. La inteligencia artificial generativa, por ejemplo, no solo avanza en el campo del lenguaje, escrito y oral, también lo hace en los de la música, la ilustración, la edición de vídeo o la producción audiovisual, de esta forma creo que en estos momentos es necesario abrir la piel de la escritura e integrar en ella a la tecnología y todas las extrañas circunstancias en las que nos encontramos. Esa realidad abrirá un abanico de opciones de co-escritura más o menos creativa y allí es donde la poesía juega un papel inmenso, al integrar su forma de relacionar el mundo, al hibridarse con eso que sucede allí y darle a esa escritura, en apariencia fría, la humanidad y el asombro del que carece.

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También escribe narrativa. ¿Cuál es la diferencia en su abordaje de la poesía y la prosa?

Siempre he pensado, respecto a mi trabajo creativo, que yo escribo dispositivos poéticos, una forma de escritura muy cercana a la escritura modular; en este sentido creo que mi escritura parte de un proceso de experimentación e hibridación constante. Es un juego que me gusta mucho porque parto de la idea de cruzar los géneros hasta extinguirlos, hasta que germine algo nuevo. De esta forma, mi abordaje respecto a la poesía y a la prosa son el mismo, la misma búsqueda, piezas de un mismo rompecabezas que llevo intentando armar desde que fui más o menos consciente de mi escritura. Por eso hay quienes hablan de mi poesía desde un plano narrativo y hay quienes han dicho de mi narrativa que es bastante poética y eso me causa mucha alegría porque es algo que me inquieta, no solo desde el plano creativo sino también desde el plano conceptual de mis ideas. Creo, sin ninguna duda, que el futuro de la literatura tiene que ver con la desaparición de los géneros, de esa taxonomía absurda.

¿Qué poetas son los que más lo influencian? ¿Qué otros artistas?

Han sido muchas mujeres y muchos hombres y muchas máquinas y muchos errores los que ha marcado mi escritura. Yo respeto mucho el trabajo de mis amigos y amigas de la literatura, por ejemplo, que es lo único que la escritura me ha dejado. Creo también que cada época de mi vida y de mi obra se ha visto afectada por diferentes voces y vidas que me he cruzado por la calle y que la noche me ha presentado. Así que tendría que nombrar a muchas personas y muchas circunstancias por las que he pasado hasta llegar aquí. Sin embargo, hay algunas personas que siempre han estado presentes en mi obra: mis padres por ejemplo, de quienes heredé la sensibilidad y la humanidad para dejarme afectar por el mundo, Oscar Martínez un gran pintor santandereano que fue en secreto uno de mis últimos maestros de la vida, Agustín Fernández Mallo, un escritor español que cambió para siempre mi forma de relacionarme con la escritura, Luz Andrea Castillo, una poeta santandereana a quien le debo mi poesía por ser la primera persona en confiar en mi trabajo y muchos nombres más por los que siento infinito aprecio y agradecimiento.

Recomiéndenos poetas de su generación o cercanas.

Yo siento gran admiración y alegría por lo que sucede hoy con la poesía joven colombiana, creo que hay voces muy diversas que están rompiendo las cadenas que amarran a la poesía del país dejarla escapar y que corra libre, allí hay varios nombres que me interesan: Alexandra Espinosa, por ejemplo, una gran poeta con quien tuve la posibilidad de compartir una publicación llamada “Impertinencia de todo”, que hicieron los amigos de Culo de guayabo editores; César Cano un poeta de Armenia que se aventura y se arriesga de forma muy poderosa; Ramona de Jesús, una poeta colombiana que vive en Alemania y que aquí desafortunadamente casi no se lee tiene un libro que me impactó mucho, “Dos metros cuadrados de piel”, con el que incluso consiguió un premio muy importante aquí. De mi generación creo que hay dos poetas con las que me une, más allá de una inmensa amistad, un respeto enorme por su obra y por lo que nos han enseñado con su poesía y con su dignidad: María Paz Guerrero y Angie Gaona, a quienes admiro y aprecio con el corazón.

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Por Juan Sebastián Lozano

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