El gigante muerto, una radiografía de país
Reseña sobre “El gigante muerto”, un cuento de Óscar Pantoja, que está compuesto por doce capítulos en los que se retratan algunas desapariciones de campesinos en el país.
J. Mauricio Chaves-Bustos
Un epígrafe remite al cuento escrito hace 60 años, El gigante ahogado del escritor inglés J. G. Ballard, ahí se describe como las partes de ese gigante encontrado en la playa, y que despertó inicialmente tanto interés del público, terminan en varios lugares del pueblo casi que como un adorno y descontextualizadas del todo que fue ese gigante. Para muchos, Ballard describe la fugacidad del asombro ante algo novedoso, así mismo la actitud de la sociedad moderna ante el mundo, ante la naturaleza, que se convierte en exotismo y en explotación.
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Un epígrafe remite al cuento escrito hace 60 años, El gigante ahogado del escritor inglés J. G. Ballard, ahí se describe como las partes de ese gigante encontrado en la playa, y que despertó inicialmente tanto interés del público, terminan en varios lugares del pueblo casi que como un adorno y descontextualizadas del todo que fue ese gigante. Para muchos, Ballard describe la fugacidad del asombro ante algo novedoso, así mismo la actitud de la sociedad moderna ante el mundo, ante la naturaleza, que se convierte en exotismo y en explotación.
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Son trece pequeños capítulos los que conforman el cuento de Pantoja, la carátula muestra un gigante casi que bonachón, con tirantas y con plantas saliendo de su bolsillo, la muerte está ausente ahí, es en los primeros capítulos donde se percibe la magnitud de lo que va a suceder, un temblor despierta a todos en la ciudad, al salir, encuentran que un gigante ha caído muerto en la calle principal de la ciudad, la misma que conduce al Palacio de Gobierno. Los últimos capítulos, sin embargo, dimensionan la magnitud de lo que está pasando ahí.
En una maravillosa metáfora, Pantoja muestra una realidad colombiana que muchos quisieran ignorar, y es el exterminio sistemático de los líderes campesinos en el país, el gigante pareciera representar precisamente la magnitud del horror que ha vivido el campo colombiano, ese mismo campo que en el texto aparece como algo extraño, como algo ambicioso y fantástico de lo que algunos ancianos hablaban, además, el gigante tiene la cortesía de morir en un lugar donde no había muchas construcciones, como una mirada citadina alejada de lo que pasa realmente en el campo colombiano.
El autor sigue empleando maravillosos recursos para irnos adentrando en nuestra propia realidad, al inicio el cuento pareciera una mera ficción, pero a medida que vamos avanzando encontramos una radiografía de nuestra realidad colombiana. Hay una crítica profunda sobre el manejo de los medios de comunicación y su maridaje con el poder, representado en la Casa de Gobierno, desde ahí se dictamina qué deben hacer los ciudadanos y se disfraza la realidad con noticias añejas y glorias pasadas -la alusión al partido de Fútbol que se transmite, evoca la actitud de la Ministra de Comunicaciones, Noemi Sanín, y del gobierno cuando ordenó a los medios transmitir un partido de fútbol mientras el Palacio de Justicia era tomado por el M-19 y retomado por el Ejército Nacional, con el oscuro desenlace que tuvo -, medios de comunicación comprometidos con ocultar la realidad, de disfrazarla de realitys, de noticias sosas mientras el campo colombiano está siendo exterminado.
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Un papel fundamental va a jugar la esposa del protagonista, es ella quien se resiste a acatar lo ordenado por el gobierno, que no es más que ayudar a la Casa de Gobierno a eliminar al gigante muerto mediante un sanguinario acto, como es desaparecerlo a punta de cuchillos y motosierras, al mejor estilo del paramilitarismo cuando tuvo sus aliados y su protección desde el mismo Estado, de tal manera que el autor arroja una complicidad no tan sosa sobre la ciudadanía que opera ciegamente para hacer desaparecer un hecho concreto: la eliminación de miles de colombianos por pensar diferente a quienes detentan el poder. Es la esposa quien llama la atención sobre lo que está pasando con el gigante, que es mostrado como un monstruo, es ella la que se da cuenta del ruido
que hacen los cuchillos y las sierras que hacen todo lo posible para eliminarlo; finalmente, por pensar diferente y no sumarse a la horda criminal, va a terminar desapareciendo y se presume como una víctima más del establecimiento.
El rojo cubre a la ciudad, impregna a los habitantes, está en la conciencia de todos, es como la nueva bandera de un país sin memoria donde el azul ha sido oscurecido y el amarillo robado, de ahí un presente carmesí el que se describe fríamente en el cuento. La historia del gigante termina por eliminarse de esa ciudad imaginaria, un año después nadie habla de él, todos continúan como si nada, el protagonista para no ser escuchado por nadie, se pregunta en la ducha sobre su esposa. El tamaño del gigante es un dato que se vuelve muy importante dentro del contexto que va narrando el autor, diciente por demás de algo que debería ser una vergüenza para los colombianos, y cuyos determinantes aún siguen ostentando un poder ubérrimo: “el gigante equivalía a algo así como a 6042 seres humanos juntos”.
Maravillosa narrativa la de Oscar Pantoja al permitirnos vernos a nosotros mismos como colombianos eliminando un gigante que muchas veces no queremos ver.
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