El hechizo de las brujas sobre la historia del arte
Desde la mitología hasta la literatura, las brujas han sido un objeto de fascinación y la historia del arte no ha sido la excepción. Durante siglos estas mujeres de leyenda se han convertido en la temática de diferentes cuadros y representaciones visuales que han evolucionado con la percepción que se tiene de ellas.
Andrea Jaramillo Caro
Desde la diosa griega Hecate y sus compañeras de los mitos, Circe y Medea, hasta personajes modernos, las brujas han aparecido en el imaginario humano durante siglos. A pesar de que la percepción de estas mujeres cambió de un tono místico en la antigüedad a la maldad con la que se les asoció desde el siglo XIV al XVII, nunca desaparecieron de las leyendas, mitos, libros y pinturas en las que se les representaba.
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Desde la diosa griega Hecate y sus compañeras de los mitos, Circe y Medea, hasta personajes modernos, las brujas han aparecido en el imaginario humano durante siglos. A pesar de que la percepción de estas mujeres cambió de un tono místico en la antigüedad a la maldad con la que se les asoció desde el siglo XIV al XVII, nunca desaparecieron de las leyendas, mitos, libros y pinturas en las que se les representaba.
Los disfraces actuales que se usan alrededor del mundo para encarnar a estas mujeres varían entre prendas largas y faldas cortas con un sombrero puntiagudo. Sin embargo, parecer o ser señalado de practicar brujería en el pasado podía ser equivalente a una sentencia de muerte. Desde que en el siglo XIV aparecieron las menciones de estas criaturas como las culpables de sucesos como una cosecha fallida o con características que desafiaban el status quo del momento, comenzaron las cacerías de brujas. Hacia el año 1400 aparecieron las primeras brujas en ilustraciones y xilografías, donde eran representadas como criaturas demoníacas y pervertidas. Durante los próximos 400 años después de esas primeras representaciones, cerca de 80.000 personas, el 80% mujeres, fueron perseguidas y acusadas de brujería, donde los crímenes iban de impotencia masculina, a daño de propiedad y adoración al demonio, con quien hacían pactos para obtener poderes supernaturales.
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“Pero ¿por qué las mujeres fueron villanadas como brujas? Es una cuestión ampliamente debatida entre historiadores y antropólogos. El consenso general es que históricamente se ha considerado que las mujeres son más susceptibles a la influencia del Diablo. Las mujeres tenían la llamada “disposición a la histeria y los celos” y, en general, una naturaleza más corruptible”, escribió la revista Artsper.
Mientras que los primeros juicios por brujería se llevaron a cabo en Francia en 1428, la primera vez que fueron representadas fue en el manuscrito del poema “Le champion des dames” de 1451, del escritor francés Martin Le Franc. Al lado de su texto dibujó a dos mujeres en vestidos largos y montadas sobre palos de escoba, “eran etiquetadas como “valdenses”, provenientes de una secta cristiana ascética. La tradición francesa se burlaba del grupo calificándolo de herético, imaginando que sus mujeres volaban por el cielo en escobas de ramitas”, se lee en el artículo de Artsper. Posteriormente, aparecieron en el Malleus Maleficarium de 1486 del clérigo alemán católico Heinrich Kramer, era un manual para cazadores de brujas, donde eran descritas como “maliciosas, débiles mentales, codiciosas y celosas: presa fácil para el diablo. Su mayor pecado, aparentemente, fue su insaciable lujuria carnal. A continuación se muestra el primer ejemplo de una bruja en el arte occidental”, de acuerdo con Candy Bedworth, de la revista Daily Art.
En el imaginario occidental comenzamos a ver a las brujas a través del arte en representaciones como la de Alberto Durero, “Las cuatro brujas”, de 1497. En este se muestra a cuatro mujeres desnudas que rodean a un demonio con huesos y otros elementos regados en el piso. Junto con esto, el Malleus Maleficarium se convirtió en el segundo libro más vendido después de la biblia durante esos años. Entre el siglo XV y el siglo XVII la brujería era considerada ilegal, mientras que en el arte las brujas seguían protagonizando las obras de diferentes artistas.
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A mediados del siglo XVII Salvator Rosa creó la pintura “Brujas en sus encantamientos”, en que “coincidía con el apogeo de la manía de las brujas que se estaba extendiendo por toda Europa. Representa a ancianas demacradas y desnudas, algunas encorvadas sobre calderos, y a un bebé sacrificado a monstruos esqueléticos y diabólicos. La escena retrata un sábado de brujas, una inversión satánica de una misa cristiana. Es una ilustración del miedo que los herejes pueden sobrevivir sin ser detectados dentro de una comunidad temerosa de Dios”, escribieron en Artsper. Durante estos años las representaciones de las brujas variaron desde escenas satánicas hasta personajes clásicos como Circe.
Con el tiempo, el temor a estas mujeres decreció y hacia 1750 ya no eran estas criaturas que debían ser vistas como ser perseguidas. Esto se reflejó en el arte, puesto que todos los países en Europa, excepto Suiza, ya habían despenalizado la brujería y las representaciones ya no se veían como repulsivas. Por ende, artistas como Francisco Goya comenzó a interpretar el mito “creando lienzos que presentaban aquelarres y aquelarres de brujas. Con frecuencia utilizó imágenes violentas para protestar contra los males de la sociedad; sus lienzos de brujas pueden haber sido excavaciones contra la superstición y la paranoia mientras la Inquisición española hacía estragos hasta 1834. Sin embargo, las representaciones de brujas europeas del siglo XIX no siempre exhibieron tonos antisistema. The Magic Circle (1886), del pintor británico John William Waterhouse, es una imagen encantadora de una mujer descalza que rodea un caldero en medio de ruinas arenosas, una composición más exótica que crítica”, de acuerdo con Alina Cohen de Artsy.
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Para el siglo XX la percepción de las brujas ya había cambiado lo suficiente para que una artista, Hilma af Klint, creara sus serie “Pinturas del templo” junto a su grupo espiritual Las Cinco. Antes de ellas, las brujas fueron representadas por los prerrafaelitas como un objeto de misterio y belleza. “Algo interesante sucede cuando las mujeres empuñan varitas creativas, ya sea en forma de lápices o pinceles: materializan su propia magia y se convierten ellas mismas en una especie de bruja”, escribió la curadora, educadora y autoproclamada bruja Pam Grossman en el libro Despertar a la bruja (2019).