El hogar no siempre es refugio
La escritora española Sara Mesa presenta “La familia”, una mirada al llamado núcleo básico de la sociedad desde sus lugares más oscuros y disfuncionales.
Esteban Parra
Abrir el álbum de fotos es encontrarse con una suma de momentos, de instantes inmortalizados en donde muchas veces los rostros en ellos no manifiestan del todo la realidad. Las imágenes muestran un reflejo que no siempre es honesto, lo mismo que ocurre cuando asumimos lo que pasa en la vida de alguien sin entender lo que le agobia cuando la puerta se cierra.
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Abrir el álbum de fotos es encontrarse con una suma de momentos, de instantes inmortalizados en donde muchas veces los rostros en ellos no manifiestan del todo la realidad. Las imágenes muestran un reflejo que no siempre es honesto, lo mismo que ocurre cuando asumimos lo que pasa en la vida de alguien sin entender lo que le agobia cuando la puerta se cierra.
Así se siente leer La familia, de la escritora española Sara Mesa. Somos espectadores de distintos fragmentos de la existencia de un padre, una madre, dos hijos y dos hijas; retazos de una cotidianidad que dista mucho de obedecer a las sonrisas impostadas y las opiniones sin fundamento de quienes están fuera de casa. Porque esta, como todas las familias (en mayor o menor medida), está llena de grietas, heridas, desencuentros y temores.
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Damián, Laura y sus descendientes habitan un lugar de clase media en el que no hay secretos, no hay privacidad, no hay televisor ni tampoco malas palabras. El padre es una figura de autoridad que no permite cuestionamientos y emite reglas que deben ser cumplidas por el resto.
Esta novela coral se pasea sin orden alguno por diferentes espacios de tiempo de sus protagonistas; por algunas experiencias que marcaron su infancia, adolescencia y adultez. La autora se toma las pasadas 200 páginas del libro para hilar estos fragmentos de vida y dar un sentido a lo que ocurre con la familia y la manera en la que esto puede llegar a determinar el modo en que cada una de las personas que la conforman interactúan con su entorno, con sus pares y consigo mismas. Algo que fácilmente podemos llevar a nuestro presente y para lo que, tal como sucede con la lectura de este libro, hace bien reírse un poco.
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No hay profundidad aparente en lo que se narra, pues es desde los silencios donde la historia de esta familia se construye, desde esos momentos que no quedan en el álbum, pero que suceden y no se olvidan: la obediencia por omisión, la libertad que no existe y los secretos que lastiman, solo por mencionar algunos. También resulta importante ver que el tiempo le ha quitado la etiqueta de normalidad a un sinfín de situaciones para revelar lo nocivas que son en realidad; siguen presentándose, pero el juicio social no es el mismo de antes.
Un elemento recurrente en la obra de la autora es el miedo y en esta novela está presente en todo momento y se erige como el cimiento de las relaciones entre los miembros de la familia en un espacio claustrofóbico y opresivo.
Se suele hablar del hogar como un refugio, pero muchas veces esas cuatro paredes en las que habitamos se fundan como un territorio violento y de frustración. La familia de Sara Mesa es el retrato de esa realidad, de la condición humana con todos sus aspectos oscuros y de lo aterradora que puede resultar la cotidianidad.
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