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                                                                                                                                El Indio Solari, cambiar el mundo con rock & roll y desde abajo (I)

                                                                                                                                Una de las bandas más enigmáticas de la historia del rock argentino, “Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota”, comenzó a formarse 50 años atrás en la ciudad de La Plata, con Carlos Solari, a quien llamaban El Indio, como principal promotor.

                                                                                                                                Fernando Araújo Vélez

                                                                                                                                Editor de Cultura
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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                En determinados instantes, parecía que todos eran enemigos de todos, sobre todo para salvarse, porque el vecino podía ser informante o activista, y el vecino del vecino, un simple delincuente común que hacía millones aprovechándose de la situación. Porque el primo o el tío o el compañero de trabajo podían hacer parte de una fuerza o de la otra y andar por la vida encubiertos. Porque el taxista o el conductor de bus o el hombre de los tiquetes en el metro o la señora de la tienda en la esquina podían ser carnadas, soplones, proyectos de infiltrados. Era una guerra, aunque nadie la llamara guerra tal vez para que los negocios no decayeran y para que las instituciones sobrevivieran. Era una guerra entre argentinos, y los muertos y los desaparecidos los ponían los argentinos.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Solari había nacido en el año de 1948 en Concordia, un alejado pueblo de Entre Ríos. Siendo niño, sus padres se lo llevaron a La Plata por razones laborales, y allí fue conociendo a diversos personajes del mundo de la cultura y más aún, de la subcultura argentina. De adolescente, le gustaban el judo, el rock de las nuevas vertientes izquierdistas norteamericanas, y le encantaba que lo llamaran El tanito astronauta, como lo reseñó M. Darío Marchini en su libro No toquen. En los últimos años del bachillerato, se afilió al coro de su colegio, en el que conoció a Astor Piazzolla. “Se sintió mucho más atraído por la bohemia que por la militancia política. Más aún, estaba convencido de que ofrendar la vida en la periferia del imperio era un desperdicio”, como escribió Marchini.

                                                                                                                                Podría interesarle leer: El creador de un bosque de hadas y duendes a 40 minutos de Cali

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                En tiempos convulsos, Carlos 'El indio' Solari creía que los cambios solo podrían generarse desde la cultura.
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                En determinados instantes, parecía que todos eran enemigos de todos, sobre todo para salvarse, porque el vecino podía ser informante o activista, y el vecino del vecino, un simple delincuente común que hacía millones aprovechándose de la situación. Porque el primo o el tío o el compañero de trabajo podían hacer parte de una fuerza o de la otra y andar por la vida encubiertos. Porque el taxista o el conductor de bus o el hombre de los tiquetes en el metro o la señora de la tienda en la esquina podían ser carnadas, soplones, proyectos de infiltrados. Era una guerra, aunque nadie la llamara guerra tal vez para que los negocios no decayeran y para que las instituciones sobrevivieran. Era una guerra entre argentinos, y los muertos y los desaparecidos los ponían los argentinos.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.Faraujo@elespectador.com

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