El Indio Solari, cambiar el mundo con rock & roll y desde abajo (III)
Una de las bandas más enigmáticas de la historia del rock argentino, “Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota”, comenzó a formarse 50 años atrás en la ciudad de La Plata, con Carlos Solari, a quien llamaban El Indio, como principal promotor. En tiempos convulsos, Solari creía que los cambios solo podrían generarse desde la cultura.
Fernando Araújo Vélez
La última vez que Carlos Alberto Solari se presentó en público, su concierto terminó en tragedia, con dos muertos y múltiples heridos. La gente se había desbordado desde mucho antes de que se iniciara el recital. Se había multiplicado, y los supuestos 150 mil asistentes se habían convertido en 300 mil, o más. Olavarría, un pueblo de 120 mil habitantes, cercano a La Plata y a medio camino de Buenos Aires, se encontró de un día para el otro invadido por hordas de rockeros que dormían en la calle, fumaban y se emborrachaban mientras llegaba la hora cero del 11 de marzo de 2017. Como antes, como siempre, la presentación de Solari se había anunciado por debajo de la industria de las promociones y la publicidad, de los carteles y los medios.
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La última vez que Carlos Alberto Solari se presentó en público, su concierto terminó en tragedia, con dos muertos y múltiples heridos. La gente se había desbordado desde mucho antes de que se iniciara el recital. Se había multiplicado, y los supuestos 150 mil asistentes se habían convertido en 300 mil, o más. Olavarría, un pueblo de 120 mil habitantes, cercano a La Plata y a medio camino de Buenos Aires, se encontró de un día para el otro invadido por hordas de rockeros que dormían en la calle, fumaban y se emborrachaban mientras llegaba la hora cero del 11 de marzo de 2017. Como antes, como siempre, la presentación de Solari se había anunciado por debajo de la industria de las promociones y la publicidad, de los carteles y los medios.
Sus seguidores eran una legión que hacía tiempo, desde los 80, había dejado de ser “de iniciados”, para transformarse en expertos, fanáticos algunos, marginales, o de culto, como les gustaba que los denominaran. Más allá de “Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota”, Solari se había convertido en un ídolo casi de la altura de Evita Perón y Diego Maradona. Su voz, sus palabras, eran sentencias y una verdad que no admitía discusiones. “Ser ricotero es como un modo de plantarse frente al mundo, en contra del establecimiento, rebelde (...) el Indio logró que los llamados desangelados, pibes de barrios muy pobres, encontraran en su música algo que los conmovía y les daban explicaciones”, le explicaba cuatro años atrás Humphrey HumInzillo al periodista de la BBC Daniel Pardo.
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Huminzillo era un estudioso “ricotero”, y conocía a los “ricoteros”, cientos de miles de argentinos para quienes los conciertos de Solari eran “rituales”. La noche del último recital de Solari estuvo en Olavarría y constató una vez más, como en tantas otras ocasiones, el fervor y el delirio que se propagaban alrededor del Indio. Él mismo, Huminzillo, más allá de haber trabajado como editor para una revista musical, “Brando”, era una muestra de ello, y fue testigo de primera línea cuando se desató el caos que terminó con dos muertos y centenas de heridos y escuchó, quebrada, la voz de Solari, que le pedía a los borrachos que se hicieran atrás, que se corrieran, y a la gente en general que se calmara, que había personas en el suelo y que las estaban pisoteando.
Olavarría pudo haber sido el punto final en la carrera de Solari. Por un lado, porque ya se había multiplicado la noticia de que padecía de Parkinson, y por otro, como consecuencia de los desórdenes y la tragedia de aquella noche, una de las noches más largas del rock en América Latina, cuyo juicio por responsabilidades penales y demás comenzará en febrero del próximo año con tres imputados por doble homicidio culposo, Gustavo Zurita y los hermanos Marcos y Matías Peuscovich, los organizadores del recital, y con múltiples familiares de las víctimas de la avalancha del 11 de marzo del 2017 y vecinos del pueblo y del predio de La colmena que sufrieron en sus casas y negocios el impacto de la falta de control de la multitud.
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Pasados el duelo y la polémica, los señalamientos y el escándalo del 11 de marzo, cuatro años atrás, Solari volvió a desaparecer. Dijeron que estaba escribiendo, que no podía quedarse quieto, que componía algunos versos, que tenía la idea de sacar algo que fuera disco, libro, película, todo al mismo tiempo. Él mismo declaró en una entrevista con el escritor y periodista Marcelo Figueras unos meses atrás que “Cuando uno escribe lo que escribo yo, es como una sonrisa de alguien que está mal, no sé cómo explicarlo. La sonrisa de la decepción”. Para entonces, acababa de publicar un libro con algunas de sus letras en una especie de viaje experimental, “La vida es una misión secreta”, con un prólogo de Figueras e ilustraciones de Pablo Serafín.
“Lo que me arruinaría sería tener que ser un miserable para disfrutar del confort”, decía en una entrevista para el diario Clarín por allá en los 90. “Y ahora estoy en líos por mi furia, sin un centavo encima y cae la lluvia”, cantaba en una de sus canciones, “Ella debe estar tan linda”. “El heroísmo y la abnegación son considerados características negativas por un sistema hedonista de vida. Esto que nos queda, sin embargo, este pequeño trozo de posibilidad existe porque los locos, los héroes, los soñadores que ayer fueron muertos lograron infectar con sus sueños mínimamente este espacio. El problema del heroísmo es que tiene valor por lo peculiar y no por lo abundante, por lo diverso y no por lo contínuo”, declaraba en el 87 para Cantarock.
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Sus frases de antes, en tiempos de dictaduras, e incluso de años más atrás, en tiempos de militancias radicalizadas, siempre fueron similares. Unas más fuertes que otras, algunas más elaborados, pero parecidas en el fondo. Apuntaban a la vida descarnada, y la veían y mostraban descarnadamente, sin los adornos de las religiones o de los políticos o de los vendedores de ilusiones. Solari era muy Emil Ciorán, y siempre entendió la vida como un camino y un destino hacia la nada. Hubo quienes lo tacharon de nihilista, como si el nihilismo fuera un sacrilegio, y lo masacraron por sus posturas, sin querer intentar comprenderlo . Él siguió siguió cantando cosas como “Ticks de la revolucion,implacable rocanrol y un par de sienes ardientes que son todo el tesoro”.