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En tiempos en donde Rusia y Ucrania ocupan una gran parte de la agenda informativa, el arte es una opción para conocer la cultura de estos países a través de sus autores. Nikolái Vasílievich Gógol, un dramaturgo y novelista ucraniano, escribió en 1836 El inspector, una comedía satírica que nos adentra en la corrupción que se vive en la Rusia de 1834. Un mal que no es ajeno a nuestra realidad colombiana. De acuerdo con el índice de Transparencia Internacional, en 2021, Colombia obtuvo 39 puntos —en una escala de 0 a 100 — en el índice de percepción de corrupción. Una cifra que lo ubicó en el puesto 87 dentro de los 180 países que participan en esta estadística. La misma entidad, en su informe Así se mueve la corrupción Radiografía de los hechos de corrupción en Colombia 2016 – 2020, compartió los hallazgos del análisis que realizó de 2.226 notas de prensa nacional, en donde se evidenció que en 967 de ellas se informaban sobre hechos de corrupción, siendo la corrupción administrativa la más latente con un 44%, seguida por la política con un 27%.
En la obra de Gógol el miedo se ha tomado las calles de una pequeña provincia de Rusia a causa de un anuncio: la llegada de un inspector enviado por el gobierno central, a quien se le ha encomendado la tarea de realizar una visita fiscal. Aquella noticia causa temor, en particular, en el alcalde y los burócratas locales, quienes están manchados por actos de corrupción. Cuando el funcionario llega, queda en medio de una lucha de intereses. Los dignatarios lo reciben con atenciones e intentan sobornarlo, mientras que otra parte del pueblo, aquellos que han sido afectados por el actuar del gobierno, se centran en darle quejas, pero también regalos. Las máscaras y la hipocresía se apoderan de aquella provincia. Las personas están tan ocupadas desarrollando su papel que no se dan cuenta de que el inspector es un actor más: un ladrón.
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“No culpes al espejo si tu cara es deforme” es el refrán popular que se desprende de esta obra. Aquel que causó disgusto por el público durante su estreno, pues consideraban que la comedia se alejaba de la realidad y estaba infundada en calumnias. Al respecto, un amigo del dramaturgo ucraniano decía que esas opiniones provenían tanto de “los que ponen la mano como por los que la llenan”.
Lo cierto es que Gógol no había creado aquella comedia satírica a punta solo de imaginación, desconociendo el contexto de la Rusia zarista. Él vivía desde los 19 años en San Petersburgo. Ciudad a la que se había traslado para convertirse en escritor. A sus 27 años estrenó El inspector, obra que le otorgó reconocimiento literario y teatral, y a su vez críticas por parte de sectores de poder. A raíz de esto, se dedicó a viajar por Europa y decidió instalarse en Roma. Mientras se encontraba residiendo en la ciudad italiana, finalizó su relato El capote y escribió los primeros capítulos de su novela Almas muertas. Al parecer, aquella obra lo sumió en una crisis religiosa que lo llevó a quemar la segunda y tercera parte de ella. Se dice que falleció a los 43 años producto de una desnutrición voluntaria.
Pero recordar al autor, a través de El inspector, es una posibilidad que tienen en Bogotá los amantes de las tablas. Patricia Jaramillo adaptó la obra de Gógol, y en 2021 se estrenó en el Teatro Libre. En esta propuesta teatral, dirigida por Ricardo Camacho, se le da protagonismo al argumento y los espectadores se convierten también en personajes de la obra.
En Semana Santa los capitalinos pueden disfrutar de nuevo de esta adaptación. A partir del 15 de abril y hasta el 15 de mayo se estará presentando, una vez más, en la sede centro del Teatro Libre. La obra solo contará con funciones los fines de semana: los viernes y sábado a las 7:30 p.m. y los domingos a las 3:00 p.m.
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