“El latido de las cosas”
La exposición de Bairo Martínez, en la Galería Carlos Orozco, contrapone la materia sobre el orden digital.
Úrsula Ochoa
El filósofo surcoreano Byung-Chul Han, quien tiene lectores que lo ven como el nuevo gurú de la filosofía occidental, y otros que describen su pensamiento como “filosofía para Dummies”, consigue, en su libro No-cosas (2021), plantear una mirada reflexiva sobre los fenómenos actuales que dirigen el terreno de la realidad tangible hacia el orden digital. En ese sentido, y lejos de calificar a Han como un gurú, el filósofo acierta cuando considera que nos encontramos en la transición de la era de las cosas a la era de las no-cosas, que en términos de Han se refiere a las “informaciones”: “(…) es la información, no las cosas, la que determina el mundo en que vivimos. Ya no habitamos la tierra y el cielo, sino Google Earth y la nube. El mundo se torna cada vez más intangible, nublado y espectral. Nada es sólido y tangible”.
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El filósofo surcoreano Byung-Chul Han, quien tiene lectores que lo ven como el nuevo gurú de la filosofía occidental, y otros que describen su pensamiento como “filosofía para Dummies”, consigue, en su libro No-cosas (2021), plantear una mirada reflexiva sobre los fenómenos actuales que dirigen el terreno de la realidad tangible hacia el orden digital. En ese sentido, y lejos de calificar a Han como un gurú, el filósofo acierta cuando considera que nos encontramos en la transición de la era de las cosas a la era de las no-cosas, que en términos de Han se refiere a las “informaciones”: “(…) es la información, no las cosas, la que determina el mundo en que vivimos. Ya no habitamos la tierra y el cielo, sino Google Earth y la nube. El mundo se torna cada vez más intangible, nublado y espectral. Nada es sólido y tangible”.
Justo tomando como punto de interés un sentido importante sobre estas reflexiones, el artista Bairo Martínez presenta la exposición El latido de las cosas en la galería Carlos Orozco, que contó con la curaduría de Sol Astrid Giraldo Escobar. La muestra está fundamentada en contrastar ese estado de las cosas como información al de la materialidad pura a través de una serie de propuestas tanto bidimensionales como tridimensionales, elaboradas con materiales como yute, pintura acrílica, carbón, varillas de hierro, madera, costales y fragmentos de fotografías, así como dispositivos electrónicos obsoletos como tabletas, celulares o televisores que interviene con fotografías de paisajes en su obra Obsolescencia programada (2021-2022), donde se nos recuerda la fugacidad del tiempo cuando no disponemos de la atención de la mirada sobre la realidad del mundo, sino sobre la pantalla.
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Asimismo, en la serie Civitas (2017-2019), que es la que nos recibe en la exposición, el artista utiliza fragmentos de fotografías personales, así como pintura acrílica en una mixtura que nos habla de los detritus de la urbe representada en una suerte de mapas aéreos de ciudad, donde “los fragmentos fotográficos cubren como una piel el cuerpo urbano”; seguidamente, nos encontramos con trabajos como Cortinas de humo (2017-2018), Globalización (2022) o El río de las tumbas (2022), así como Metáfora del socavón (2022), cuya fuerza pictórica en las piezas bidimensionales se hace manifiesta gracias a la calidad evidentemente matérica de dichos trabajos, así como por el comentario crítico sobre el que se encuentran sustentados. En ese sentido, además de que la exposición hace un énfasis especial en las cosas como tangibles de nuestra realidad inmediata, el comentario en la obra de Bairo Martínez está atravesado por una reflexión política y social que se ha venido manifestando desde hace varios años y que, con el fenómeno de la pandemia en el año 2019, se potenció en sus inquietudes y en su proceso creativo.
Para Sol Astrid Giraldo: “Bairo Martínez, fetichista, apuesta decididamente por las cosas. Esta es una posición anacrónica en el actual horizonte digitalizado y desmaterializado que prescinde del contacto, los roces y las presencias. Martínez, en cambio, las desea y convoca. Por eso trae a la escena al objeto único, irrepetible, sólido, cargado de usos, particularidades, marcas y memorias. No se trata tanto de una actitud nostálgica y pasiva, sino de una activación política y crítica a partir de la presencia irrefutable de las cosas. Martínez las entiende como las superficies y estructuras donde los conflictos sin resolver se asoman, donde la memoria insiste, donde las crisis se expresan. Reliquias urbanas, fósiles de la memoria, testigos de los tiempos, que hablan tanto de las pérdidas como de las supervivencias.
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La serie de trabajos realizados durante el confinamiento, que incluye obras como Se vende (2021), Sin horizonte (2020), Liquidado (2020) o Confinados (2020), fueron elaborados a partir de materiales y objetos encontrados durante sus recorridos por la ciudad, un gesto sin duda heredado de artistas como Marcel Duchamp, con sus ready mades, pero también de algunos artistas como Richard Hamilton, Jasper Johns o Robert Rauschemberg, quienes veían en los residuos y las chatarras citadinas todo un arsenal de posibilidades matéricas para explotar su creatividad, al tiempo que dirigían sus discursos a reflexionar sobre temas culturales, sociales o políticos. Así, El latido de las cosas es una exposición que además de rescatar en términos formales la importancia de entender la capacidad de los vestigios de la materia que desprende la ciudad para ser portadora de memoria, que también se transforman en “reliquias urbanas” cuando el artista tiene la capacidad de reconfigurar su sentido al llevarlos al estadio de lo poético, nos alerta de que el orden digital puede estar carente de historia y de memoria, y, en consecuencia, finalizando con Chul Han, nos fragmenta como seres sintientes y nos “desfactifica” la vida.