El legado de Gabo en China
Ahora que se anuncia la publicación de “En agosto nos vemos”, la novela inédita de Gabriel García Márquez, agendada para 2024, y más libros sobre su vida y obra como “Camino a Macondo”, una recopilación de textos con prólogo de la periodista mexicana Alma Guillermoprieto; “El escándolo del siglo”, antología de su obra periodística seleccionada por el periodista estadounidense Jon Lee Anderson; “Las cartas del boom”, correspondencia entre los escritores Gabo, Vargas Llosa, Julio Cortázar y Carlos Fuentes, más la novela “Los genios”, de Jaime Bayly, donde recrea el famoso puñetazo de Vargas Llosa a Gabo, es el momento oportuno para recordar cómo ha influido el realismo mágico en la literatura de la República Popular China.
Eduardo Márceles Daconte
Desde que el movimiento prodemocracia, comandado en su mayoría por jóvenes estudiantes y obreros, amenazó la hegemonía política del Partido Comunista de la República Popular China, generando la represión que ensangrentó la Plaza Tiananmen en Beijing el 4 de junio de 1989 y numerosos disidentes encarcelados, el país ha experimentado una sucesión de transformaciones suscitadas por la presión popular que llevó a este populoso país a integrar la nómina de las grandes potencias del mundo. Si bien es cierto que Gabriel García Márquez en ningún momento intervino de manera directa en esta explosión de rebeldía, no deja de ser un hecho para cualquiera que haya vivido en China que su concepción literaria ha ayudado a liberar la imaginación de sus numerosos admiradores, impulsándolos así a tomar las audaces iniciativas que, en su momento, asombraron al mundo.
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Desde que el movimiento prodemocracia, comandado en su mayoría por jóvenes estudiantes y obreros, amenazó la hegemonía política del Partido Comunista de la República Popular China, generando la represión que ensangrentó la Plaza Tiananmen en Beijing el 4 de junio de 1989 y numerosos disidentes encarcelados, el país ha experimentado una sucesión de transformaciones suscitadas por la presión popular que llevó a este populoso país a integrar la nómina de las grandes potencias del mundo. Si bien es cierto que Gabriel García Márquez en ningún momento intervino de manera directa en esta explosión de rebeldía, no deja de ser un hecho para cualquiera que haya vivido en China que su concepción literaria ha ayudado a liberar la imaginación de sus numerosos admiradores, impulsándolos así a tomar las audaces iniciativas que, en su momento, asombraron al mundo.
Ni el mismo Gabo podía prever las consecuencias que alcanzarían sus declaraciones de carácter político. En 1979, cuando China y Vietnam sostuvieron un enfrentamiento bélico a raíz de la invasión vietnamita a territorio chino en la provincia de Yunnan, el escritor colombiano hizo ciertas declaraciones en las cuales defendía a Vietnam, sin conocer quizá las verdaderas causas del conflicto, y por creer sin duda que era necesario condenar a un gigante que se consideraba -según la versión china- víctima de una agresión territorial. La noticia tuvo tales repercusiones de prensa en China, que los traductores empeñados en descifrar las sutiles esencias lingüísticas de Cien años de soledad decidieron desacelerar la marcha hasta esperar una mejor oportunidad para terminarla.
La traducción al chino de la célebre novela de García Márquez, cuya primera edición de 100.000 ejemplares en 1984 se agotó en dos semanas, sufrió esta y muchas vicisitudes antes de salir a la luz pública. Por la época que se recomendó a una editorial de Shanghái su versión al chino, aún no se había liberalizado la política xenofóbica y antiintelectual de la “revolución cultural” que había impuesto, entre 1966 y 1976, una rígida censura a la literatura. En este caso, los editores objetaban a ciertos pasajes considerados de un erotismo salaz por la moralista mentalidad de entonces.
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La única versión que se conocía era, por extraño que parezca, una traducción provisional hecha del idioma ruso, publicada en 1984, en donde ya los traductores soviéticos habían expurgado la obra de los fragmentos que ofendían la moral comunista. Después, uno de los integrantes del equipo que se había conformado en Shanghái para hacer la traducción tuvo que ausentarse a México durante un año a partir de 1980, circunstancia que contribuyó a retardar su conclusión.
Había sido allí, precisamente en México, mientras adelantaba un curso de traducción en el Colegio de México, que Chen Quan “descubrió” la novela que ya causaba sensación entre los becarios chinos en la capital mexicana. A su regreso a China, Chen propuso la traducción de la obra a Huang Jinyan y a Shen Guozheng -profesores de español en la Universidad de Estudios Internacionales de Shanghái-, y los tres colegas empezaron a solicitar el respaldo de una editorial que garantizara su futura impresión y distribución nacional. No fue fácil, era a principios de 1977 y la política de entonces aún no se interesaba por las novedades literarias del extranjero, ni era aún tan famoso el nombre de García Márquez como sería cinco años más tarde cuando obtuvo el Premio Nobel de Literatura.
Cuando por fin lograron convencer a un editor local acerca de la importancia de la novela, el equipo se distribuyó un número proporcional de capítulos y en reuniones periódicas discutían las dificultades que se les iban presentando con el fin de homologar la traducción e intentar armonizar los diversos estilos de cada uno. Las mencionadas suspensiones alargaron a un año y medio la terminación del trabajo que se realizó en su tiempo libre y por cuyos desvelos solo recibieron una modestísima retribución económica y los merecidos elogios de la comunidad especializada.
En general, no encontraron mayores obstáculos en estructurar la versión china, puesto que su idioma es tan expresivo en su aspecto lingüístico como el español, y pudieron traducir fielmente el espíritu de la obra, aunque por momentos temieron que el lector chino, desacostumbrado a los desafueros de esa fértil imaginación que transformó el realismo doméstico en un acto de mágica subversión literaria, no entendiera el sentido que las imágenes proponían. En especial, porque existe un inmenso foso geográfico e histórico que divide nuestras culturas en dos mundos diferentes. En opinión de Chen Quan, para un chino es difícil comprender cómo sucesos milagrosos e insólitos, en la narrativa de Gabo, se convierten en hechos verosímiles que el autor relata como si se tratara de asuntos cotidianos.
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Un ejemplo de tal situación la suscita el hechizado cuarto de Melquíades, en donde un oficial del ejército, que busca sin descanso a José Arcadio Segundo, pasa por encima de él sin percibir su presencia. O cuando Remedios la Bella asciende al cielo con la mayor espontaneidad, despidiéndose con la mano entre “el deslumbrante aleteo de las sábanas que subían con ella... a través del aire donde terminaban las cuatro de la tarde, y se perdieron con ella para siempre en los altos aires donde no podían alcanzarla ni los más altos pájaros de la memoria”. Los traductores discutieron en prolongadas y encendidas polémicas el significado preciso del pasaje que alude al tren que “no llevaba ninguna luz, ni siquiera las rojas o verdes lámparas de posición, y se deslizaba a una velocidad nocturna y sigilosa”. ¿Qué se entiende por una velocidad nocturna?, se preguntaron sin descanso, como en tantas otras encrucijadas que les ofrecían las asombrosas ocurrencias de una obra nada común en la tradición literaria hasta aquel momento.
Una vez impresa, la novela corrió la misma suerte que ha experimentado en todos los países del mundo, y que se repitió luego con la segunda edición (en julio de 1986), de 100.000 ejemplares -una gota de agua en el oceánico mercado chino- que no alcanzó a calentar los estantes de ninguna librería del país. La obra estaba destinada a causar una profunda impresión entre los lectores y escritores chinos. Radio Shanghái, por ejemplo, organizó un conjunto de foros literarios en donde los narradores locales más destacados recomendaban a los aspirantes a escritores a leer Cien años de soledad como una obra fundamental para conocer la más admirada de las tendencias de la literatura mundial en aquella época. Cuenta García Márquez una anécdota, según la cual cuando empezaba a transitar el mundo de la literatura, tropezó con La metamorfosis, de Franz Kafka, y mientras leía asombrado se dijo: “¡Ah, pero esto también se puede hacer!”. Igual ha sucedido con muchos escritores que han transitado el camino de la fantasía bajo el influjo próvido de Gabo. Y ya se conocen algunos escritores chinos en cuyos textos se han aclimatado, a su manera, elementos que se derivan de esta modalidad literaria.
Tal sería el caso de novelas como El látigo mágico, de Feng Jicai, declarada novela distinguida en 1984 y cuyo estilo se nutre de la narrativa de García Márquez; como también La zanahoria trasparente, de Mo Yan (quien ha confesado en diferentes entrevistas su profunda admiración por Gabo y ganador del Premio Nobel de Literatura en 2012); la celebrada novela La mitad de un hombre es una mujer, de Zhang Xianliang, y La aldea de Xiaobao, de la escritora shanghainesa Wang Anyi. En todas ellas tienen lugar sucesos extraordinarios en la vena de esta modalidad literaria popularizada por algunos escritores de América Latina.
Hasta en la remota Región Autónoma del Tíbet se percibe esta inclinación por introducir ciertas nociones asociadas a cierto realismo fantástico. En un número especial de la revista Literatura Tibetana se leen obras que asimilan estas características. Es fácil observar una gradual reestructuración del ya socorrido realismo socialista que había dominado la escena literaria hasta la década del ochenta, preludiando su enriquecimiento a partir de la incorporación -para China- de novedosas manifestaciones literarias como el neoexpresionismo, el surrealismo y su descendiente más inmediato: el realismo mágico.
Pero, ¿qué ha impulsado semejante identificación literaria entre culturas tan diferentes como la china y la iberoamericana? Además del anhelo de superar el aislamiento por tanto tiempo sustentado e impulsado aún más como consigna política durante la nefasta “revolución cultural”, los escritores chinos en todos los géneros han encontrado en la literatura de América Latina un rico filón de innovadores conceptos estéticos y sociales que se compaginan con sus actuales aspiraciones de libertad creadora.
En opinión del escritor y político Luis Villar Borda, exembajador de Colombia en China, con quien conversé sobre el tema, “el éxito de la literatura colombiana y de América Latina en general no es ningún secreto. No siendo una finalidad comercial su impresión, sino eminentemente cultural y educativa, el acceso del público más amplio está asegurado. A pesar de las distancias que puedan suponerse entre gustos estéticos de vecinos separados por el Pacífico, es cierto que la literatura latinoamericana llega sin dificultad a la comprensión de los chinos y despierta su simpatía”.
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La explicación a este fenómeno, según el diplomático colombiano, está en “el hecho de que ambos pueblos han conocido experiencias parecidas, como comunidades rurales con problemas de tierra, violencia, dominio y explotación, y por las relaciones de dependencia con el extranjero y el tipo de conflictos de sociedades arcaicas. No hay que olvidar que China, si bien fue cuna de tan brillante civilización, también vio prolongar el feudalismo hasta 1949, fecha de la fundación de la Nueva República, y sufrió por su causa grave atraso, aprovechado por el poder ascendente del colonialismo occidental del siglo XIX”.
Por su parte, el especialista chino de literatura hispanoamericana Lin Yi'an, redactor de la revista Literatura Mundial, está de acuerdo con este argumento cuando opina que "antes de la Liberación, China sufrió la dominación colonial y el saqueo económico de otros países, compartiendo el mismo destino que los países iberoamericanos. China y América Latina tienen un lenguaje común en la oposición a la explotación y la opresión extranjeras y en la lucha por defender el derecho e interés nacionales. Por consiguiente, no es difícil comprender por qué escritores chinos y latinoamericanos coinciden en valorar el papel de la literatura y la misión de los escritores… Las obras literarias más sobresalientes de América Latina azotan como llamas rugientes la dominación dictatorial-militar, a los latifundistas y a los tiranos. Es ésta una de las razones importantes por la que los escritores chinos aprecian aquella literatura".
En cuanto a la obra narrativa de García Márquez, sostiene el investigador Lin, que desde principios de la década del ochenta, "apareció en China una afición por la literatura que llegó a su auge cuando se publicó la novela Cien años de soledad en versión china. Hoy día −afirma−, casi todos los escritores chinos han leído y conocen esta obra ejemplar. Raras veces se encuentra un escritor latinoamericano que haya ganado tanta fama en los círculos literarios chinos. Escritores nacionales, especialmente jóvenes y de edad mediana que tienden a innovar con su imaginación, aprecian en alto grado la mencionada novela. Algunos de ellos consideran que Cien años de soledad, cumbre de la literatura hispanoamericana, reviste una sorprendente fuerza artística e ideológica…"
A su vez, el escritor Wang Meng, ministro de cultura en la década del ochenta, reconoce esta situación y anticipa una advertencia en su artículo Sobre la emoción aparecido en el periódico Literatura y Arte del 14 de junio de 1986 cuando escribe que "tanto Kafka como García Márquez, tanto Zhuangzi (filósofo chino, 369-286 a.C., que heredó y desarrolló el taoísmo) como las piezas de cerámica esmaltada…, pueden inspirarnos para nuestra labor y creación, pero no pueden ofrecernos un molde de la Modernidad, no pueden cambiar de repente nuestra fisonomía, declarando una ‘ruptura’. Ninguna obra maestra que tenga peso puede crearse bajo condiciones de excesivo calor…" Refiriéndose, en este caso, a la necesidad de que haya un ambiente de sosegado equilibrio, sin el caos que significó la "revolución cultural", como requisito indispensable para que se produzca un arte de madura sensibilidad.
El gusto por la literatura de América Latina ha ido penetrando poco a poco en el público chino, remplazando así su afición por las literaturas de Europa (en especial soviética e inglesa), de Estados Unidos y Japón. Entre los escritores más conocidos en la actualidad, además de Gabo, se encuentra un nutrido número de autores latinoamericanos tales como Pablo Neruda, Juan Rulfo, Mario Vargas Llosa, Miguel Ángel Asturias, Jorge Luis Borges, Alejo Carpentier, Carlos Fuentes, Jorge Amado, Octavio Paz, Julio Cortázar, José Eustasio Rivera (La vorágine), y también se han traducido obras de Ciro Alegría, Augusto Roa Bastos y Pedro Gómez Valderrama, entre otros. Salvo algún cuento extraviado, toda la obra literaria de García Márquez ha sido vertida al chino y suscitado polifónicas polémicas y comentarios críticos.
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La aceptación de esta literatura, que era prácticamente desconocida hasta la década del setenta (con escasas excepciones, casi todas las traducciones han visto la imprenta a partir de 1980), es sin duda uno de los milagros que operó la política de abrir el país a un mundo en constante evolución, y modernizar sus estructuras y sistemas socioeconómicos, iniciadas por Deng Xiaoping, máximo dirigente chino hasta su fallecimiento el 19 de febrero de 1997. Una hipótesis del profesor Lin acredita esta situación a otro hecho concreto: "Los escritores latinoamericanos contemplan la realidad desde nuevos ángulos y utilizan en su creación métodos de todas las escuelas literarias, conservando en sus obras ricas peculiaridades nacionales. Algunos escritores chinos opinan que se debe aprender de los literatos de América Latina el haberse nutrido de la escuela realista europea y, al mismo tiempo, haber echado profundas raíces en sus culturas nacionales…"
Los traductores de Cien años de soledad a su vez, consideran que "la literatura es una cristalización del desarrollo político y económico de una sociedad, y en su divulgación, un traductor sirve de enlace indispensable para superar las barreras idiomáticas. El desarrollo político de China necesita de un ambiente fraternal tanto en el país como en el exterior, nuestros compatriotas necesitan conocer el mundo más allá de las fronteras nacionales, y la literatura es un medio eficaz para descubrir los elementos esenciales de una cultura y de una nación por remota que sea".
Además de los famosos escritores del Boom, ya existe una joven generación de escritores colombianos e hispanoamericanos que han sido traducidos o esperan turno para mojar tinta en alguna de las numerosísimas editoriales de este inmenso país. Tales son los casos de Jairo Aníbal Niño, David Sánchez Juliao, Oscar Collazos y Héctor Abad Faciolince (Angosta), o de autores que, sin inscribirse en la explosión literaria de décadas recientes, se proyectan con una personalidad de clásicos o cuyas obras han alcanzado un amplio reconocimiento, como Jorge Isaacs (María), Tomás Carrasquilla, Jorge Zalamea Borda, Eduardo Caballero Calderón, Fernando Soto Aparicio, Manuel Mejía Vallejo, entre un conjunto de escritores que sería extenso enumerar.
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Es así que ya Colombia y América Latina ocupan un lugar de indiscutida prestancia en la geografía literaria de China. Su difusión ha servido para impulsar el estudio del idioma español y el portugués, como también para despertar el interés por los diferentes matices culturales de un continente que, visto a la distancia, asume connotaciones fantásticas. Ha estimulado también los intercambios a todo nivel desde la década del 80 que tienden a ampliarse, contribuyendo así a disminuir la distancia de nuestro mutuo desconocimiento.
Solo resta esperar que, de igual modo como la literatura hispanoamericana ha penetrado en aquel país, comencemos nosotros la ineludible tarea de conocer su asombrosa producción literaria, tanto los admirados clásicos de remotas dinastías, como la creación de sus escritores en el convulsionado siglo XX, antes de 1949, hasta la literatura que se desarrolla a partir del huracanado período revolucionario, destacándose por su crítica feroz a los fenómenos políticos y sociales que han desgarrado la conciencia de una generación que intenta desentrañar la crudeza de su pasado inmediato y encajar en las mutantes realidades del presente, sin dejar de inquietarse por las incertidumbres del futuro.
*El autor de este ensayo, escritor e investigador cultural, fue profesor visitante de la Universidad de Estudios Internacionales de Shanghai entre 1986 y 1988. Durante su permanencia en China escribió ensayos y reseñas sobre la presencia cultural de Hispanoamérica en el país asiático, éste es uno de ellos.