Hilma af Klint, un legado entre el misterio, el asombro y problemas legales
En 2018 el nombre de Hilma af Klint estuvo en boca del mundo del arte, la artista sueca a quien hace cinco años se le atribuyeron los orígenes del abstraccionismo, por encima de Vassily Kandinski y Piet Mondrian. A pesar de que su vida estuvo envuelta en misterios y que su obra, por voluntad propia, pasó desapercibida por años, hoy se pone en tela de juicio la autoría de su serie más célebre.
Andrea Jaramillo Caro
El color, las formas no figurativas, los símbolos y figuras geométricas marcaron la obra de Hilma af Klint, la artista sueca fallecida en 1944, cuya obra permaneció escondida durante años y que recientemente recibió aplausos y aclamación como la pionera del estilo abstracto. Aunque su vida genera asombro y sus obras ahora son reproducidas en la forma de souvenirs, los académicos ahora vuelven sus ojos al legado de esta artista para revisar con rigurosidad los detalles que componen su obra y encontrar los vacíos en su historia.
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El color, las formas no figurativas, los símbolos y figuras geométricas marcaron la obra de Hilma af Klint, la artista sueca fallecida en 1944, cuya obra permaneció escondida durante años y que recientemente recibió aplausos y aclamación como la pionera del estilo abstracto. Aunque su vida genera asombro y sus obras ahora son reproducidas en la forma de souvenirs, los académicos ahora vuelven sus ojos al legado de esta artista para revisar con rigurosidad los detalles que componen su obra y encontrar los vacíos en su historia.
Luego de que su nombre se viralizara en 2018 con una exhibición realizada en el Museo Guggenheim de Nueva York, se puso en tela de juicio la cuestión de la administración de su legado y, más recientemente, se ha cuestionado la autoría de algunas de las obras de la serie más célebre de la artista: Las pinturas del templo. De acuerdo con Zachary Small de The New York Times, varios académicos cuestionan si sus manos fueron las únicas que intervinieron sobre estos lienzos o si hubo una colaboración por parte de algunos de los miembros de su colectivo espiritista, conocido como “Las cinco”.
Este grupo, que creó en la década de 1890 junto con otras cuatro artistas, se enfocaba en la lectura del Nuevo Testamento y la meditación, trascendiendo los objetivos de la Sociedad Teosófica en Estocolmo. “Af Klint, que se formó como pintora en el estilo clásico, abandonó su carrera convencional en 1906 cuando recibió un llamado del mundo espiritual para comunicar un mensaje superior a través de la pintura. Esta misión dio como resultado su obra más reconocida, Las pinturas para el templo (1906-1915), que comprende 193 pinturas en catorce series que imaginó que se presentarían en un templo en forma de espiral. Influenciada por las ideas ocultas de su época, af Klint continuó creando obras espirituales por el resto de su vida y dejó más de 1.000 pinturas y 26.000 páginas de notas que reflejan tanto sus ideas como sus ambiciones artísticas”, escribió Hedvig Martin en un ensayo para Engelsberg Ideas.
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El tema de la autoría en solitario o con colaboración comenzó a ser un tema de conversación en abril de este año, cuando Susan Aberth publicó un artículo en la revista Art Forum en el que mencionaba a la pintora Anna Cassel, quien fue colega y compañera de Af Klint en su grupo. De acuerdo con Aberth, fue con la publicación del libro “Anna Cassel: the saga of the rose” que el nombre de esta artista comenzó a ser conocido y su participación en la creación de Las pinturas del templo reconocida. “En el prólogo, los editores Kurt Almqvist y Daniel Birnbaum (ambos miembros de la junta directiva de la Fundación Hilma af Klint) explican que, aunque se sabía que la artista sueca Anna Cassel (1860-1937) y af Klint eran miembros de los mismos círculos esotéricos, el más famoso Grupo espiritualista cristiano Las Cinco, su trabajo conjunto se extendió mucho más allá de los dibujos automáticos producidos por este colectivo femenino”, escribió Aberth.
Fue hasta 2021, con el descubrimiento de los diarios y dibujos de Cassel en La Sociedad Antroposófica del ocultista austriaco Rudolf Steiner en Järna, a las afueras de Estocolmo, que se entendió a cabalidad su participación en la creación de las pinturas para este templo en espiral. De acuerdo con Aberth, af Klint reconoció que ese periodo de creación fue un esfuerzo colaborativo, originado desde “un reino habitado por una pluralidad de espíritus”, mientras que los editores del libro afirman que en estas series “trece mujeres participaron en la creación de las obras físicas” y que, debido a esto, la investigación sobre el carácter colaborativo de estas obras apenas comienza.
Martin en su ensayo afirma que la información sobre quién pudo haber hecho cuál pintura es limitada. Sin embargo, haciendo un análisis de algunas de las pinturas que son oficialmente atribuidas a Cassel, sugiere que ella pintó catorce obras hacia la mitad y final de la serie, mientras que af Klint realizó las doce iniciales. “Aunque esta división no se puede demostrar con total certeza y algunas pinturas son ciertamente más difíciles de clasificar que otras, sirve como indicación de cómo se dividió la obra entre los dos amigos. Como tal, la primera serie de Las pinturas para el templo fue claramente una colaboración entre af Klint y Cassel trabajando codo a codo en su misión de crear imágenes desde los albores de los tiempos. Esta colaboración continuó brevemente cuando Cassel, el 19 de enero, sólo dos días después de que los amigos hubieran completado Primordial Chaos, creó la primera pintura de la siguiente serie de Eros, recibiendo, según lo experimentó, instrucciones tanto sobre la elección del color como sobre el tamaño de la pintura”, escribió Martin.
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Estos descubrimientos necesariamente ponen en duda los textos producidos para la exhibición del Guggenheim en 2018, aunque Tracey Bashkoff, la curadora de esta muestra, dijo al New York Times que ella y su equipo sabían que la información que tenían iba a estar necesariamente desactualizada.
Por otro lado, Small reporta que este no es el único problema que afronta el legado de Hilma af Klint, pues en los juzgados suecos se libran batallas legales por la administración de su patrimonio. La artista, quien nunca se casó ni dejó herederos, decidió crear una fundación administrada por miembros de su familia y adeptos a su grupo espiritual. “La rivalidad entre la familia del artista (que nombra un presidente de la junta) y la Sociedad Antroposófica (que nombra a los fideicomisarios) ha retrasado iniciativas, incluidos los planes para un templo para preservar la obra del artista”, escribió Small. Adicionalmente, Erik af Klint, descendiente de la artista y presidente de la fundación, aseguró que se han hecho acuerdos de negocio sin el consentimiento de la junta y que los ingresos de la producción de diferentes medios como libros y exhibiciones interactivas con el legado de la artista no se han visto reflejados en las ganancias para la fundación, pero han enriquecido a otros. Sin embargo, estas acusaciones han sido refutadas en múltiples ocasiones.
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En la cuestión de Anna Cassel, tanto Martin, como una pariente lejana de la artista llamada Marie Cassel, abogan por el reconocimiento de esta pintora fuera del canon de Hilma af Klint. “Quiero que Anna sea reconocida como artista independiente. La historia de Hilma af Klint ha sido muy firme y absoluta, pero la verdad es diferente de lo que pensábamos”, le dijo Cassel al New York Times, con la esperanza de ver que su pariente reciba el crédito que merece, a pesar de haber afirmado que no luchara por los derechos de autor de las obras que posee la fundación.