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¿Entonces? Primero: El fútbol: esa metáfora, es el nombre del libro que funda la colección, que tiene la característica de nacer como una edición bilingüe. En el fútbol hay un campo semántico que alude a acciones, eventos, jugadas y narrativas que se tienen que decir en un único lenguaje. “Hacer la 31, hacer un gol de chilena, gafiado, o de tijera”, por ejemplo, se vuelven expresiones difícilmente traducibles a otro idioma. Segundo: es muy complejo decir que se ha marcado un gol de “pura arepa, de camerino, de chiripa o de chalaca”, si no se tiene el contexto del español de América Latina. Más complejo aún emprender el ejercicio de traducir estas palabras al inglés, alemán, francés o griego. Esta fue una de las tareas más arduas cuando se concibió la idea de hacer esta edición. El traductor tuvo que hacer múltiples anotaciones al pie para explicarle a un extranjero la definición de estas expresiones tan fáciles de decir en nuestro español colombiano. “Toda traducción es una traición”, dice algún filósofo, porque la traducción no tiene en cuenta el contexto y, por ende, no se puede comprender el término si se traduce de manera literal. En nuestro continente es fácil jugar fútbol porque hay arte, recreación, error, azar, coquetería con el balón en los pies. En Suramérica hacen malabares con el balón, mientras que los europeos juegan como su lenguaje: sin arabescos, con pragmatismo. En América Latina es tan fácil jugar fútbol como bailar samba o el ras tas tas. En Europa el baile es insípido e incipiente. Los europeos tienen en sus pies el mismo ritmo de su idioma. En ambos continentes el balón y las medidas de las canchas son iguales, pero en América Latina se juega con el cuerpo, ese que dice sin decir. La palabra ha servido para que los filósofos construyan sus grandes teorías sobre el amor, la locura y la muerte y han hecho grandes apologías sobre cada concepto, pero, también, esa misma palabra ha justificado grandes masacres, arboricidios y muerte de fauna, además de otras injusticias que no miden ni el continente ni el contexto ni la geografía y menos la historia, con h minúscula, con esa que se ha manipulado al Hombre, con mayúscula. Paradojas del lenguaje.