El librero que dejó la venta ambulante para llevar libros a colegios remotos
Martín Murillo dejó la venta ambulante de bebidas en las plazas de la turística Cartagena de Indias para viajar por todo el departamento de Bolívar con su “carreta literaria”, llevando la lectura hasta los colegios más remotos.
Eva García González
A orillas del río Magdalena, en la localidad de Mompox, Martín se sienta a la sombra de un árbol con un carrito de madera con ruedas repleto de libros para niños, jóvenes y adultos y conversa con todo el que se acerca a preguntarle.
“Tenía ganas de serle más útil a la sociedad”, explicó el librero, que antes se dedicaba a la venta de bebidas a turistas, hasta que le dio un “giro de 180 grados” a su vida en 2007 para ponerse exclusivamente a impartir talleres de lectura para los más pequeños.
Es raro verle sin un libro en la mano; Martín lee sobre todo a Stefan Zweig y a Gabriel García Márquez, y le gusta comparar lo que lee con la sociedad actual.
Martín alcanzó hasta quinto de primaria en la escuela, pero la lectura le cambió la vida y gracias a ella hoy transmite su amor por la literatura a los niños que, desafortunadamente, “una vez aprenden a leer, dejan de practicar la lectura”, lamentó.
En barco o a la espalda
El librero explicó que para llevar su proyecto literario hasta los colegios más remotos del departamento ha utilizado desde una furgoneta hasta una chalupa para navegar por el río e incluso ha subido montañas a pie con los libros a la espalda.
“Voy por los distintos municipios haciendo talleres con niños de primaria y secundaria, haciendo lecturas en alto a tres voces; leo yo con ellos para que cojan el hábito de leer”, añadió Martín, y agregó que lo más importante es que obtengan fluidez en la lectura.
Este lector empedernido pretende llegar a la mayor cantidad de jóvenes posible porque considera que la falta de lectura perjudica la educación y la vida: “si no lees, no codificas bien las palabras, empiezas a dudar y eso lleva a los compañeros a burlarse de ti”.
“Lo que más piden los jóvenes son libros sobre narcos”, lamentó este señor, lo que considera uno de los principales problemas de Latinoamérica, y afirma que las niñas leen más que los niños y que se interesan por la poesía.
El mensaje que quiere transmitir a los más pequeños lo tiene claro: “La lectura es como la mamá de uno, siempre está ahí, nunca te va a decir que no. Te invita a viajar a otros mundos y siempre te lleva un paso hacia adelante”.
Más allá de la carreta
Los talleres de lectura de Martín han marcado un antes y un después en la vida de muchos jóvenes que han participado en ellos. “A muchos me los encuentro en la universidad, me recuerdan y me agradecen los talleres”, señaló con orgullo.
Además, el librero presta cuantos libros le pida la gente por el tiempo que lo necesiten, “hasta 30 o 40″ a la vez.
Algunas niñas a las que les transmitió en sus colegios la importancia de leer, y que ahora son amantes de la lectura, han llegado a ser escritoras, profesoras y concejalas.
“Lo que más me gusta de mi trabajo es la sonrisa de los niños, sentirme útil”, afirmó Martín, que ha escrito un libro sobre su iniciativa y está trabajando actualmente en un ensayo sobre su visión de la lectura.
Martín también hace informes sobre los hábitos de lectura de jóvenes y profesores que le llevan a una conclusión: “la lectura en los colegios debería ser libre, que lean lo que quieran”.
Según la última Encuesta de Consumo Cultural (ECC), elaborada por el Departamento Nacional de Estadística (DANE) en 2020, los niños colombianos de 5 a 11 años leyeron un promedio de alrededor de tres libros ese año, y las personas de 12 años o más, una media de casi cuatro.
Este apasionado de la literatura recibe donaciones para su proyecto, que también cuenta con el apoyo de diferentes organizaciones y asociaciones, incluida la Gobernación de Bolívar y medios de comunicación.
A orillas del río Magdalena, en la localidad de Mompox, Martín se sienta a la sombra de un árbol con un carrito de madera con ruedas repleto de libros para niños, jóvenes y adultos y conversa con todo el que se acerca a preguntarle.
“Tenía ganas de serle más útil a la sociedad”, explicó el librero, que antes se dedicaba a la venta de bebidas a turistas, hasta que le dio un “giro de 180 grados” a su vida en 2007 para ponerse exclusivamente a impartir talleres de lectura para los más pequeños.
Es raro verle sin un libro en la mano; Martín lee sobre todo a Stefan Zweig y a Gabriel García Márquez, y le gusta comparar lo que lee con la sociedad actual.
Martín alcanzó hasta quinto de primaria en la escuela, pero la lectura le cambió la vida y gracias a ella hoy transmite su amor por la literatura a los niños que, desafortunadamente, “una vez aprenden a leer, dejan de practicar la lectura”, lamentó.
En barco o a la espalda
El librero explicó que para llevar su proyecto literario hasta los colegios más remotos del departamento ha utilizado desde una furgoneta hasta una chalupa para navegar por el río e incluso ha subido montañas a pie con los libros a la espalda.
“Voy por los distintos municipios haciendo talleres con niños de primaria y secundaria, haciendo lecturas en alto a tres voces; leo yo con ellos para que cojan el hábito de leer”, añadió Martín, y agregó que lo más importante es que obtengan fluidez en la lectura.
Este lector empedernido pretende llegar a la mayor cantidad de jóvenes posible porque considera que la falta de lectura perjudica la educación y la vida: “si no lees, no codificas bien las palabras, empiezas a dudar y eso lleva a los compañeros a burlarse de ti”.
“Lo que más piden los jóvenes son libros sobre narcos”, lamentó este señor, lo que considera uno de los principales problemas de Latinoamérica, y afirma que las niñas leen más que los niños y que se interesan por la poesía.
El mensaje que quiere transmitir a los más pequeños lo tiene claro: “La lectura es como la mamá de uno, siempre está ahí, nunca te va a decir que no. Te invita a viajar a otros mundos y siempre te lleva un paso hacia adelante”.
Más allá de la carreta
Los talleres de lectura de Martín han marcado un antes y un después en la vida de muchos jóvenes que han participado en ellos. “A muchos me los encuentro en la universidad, me recuerdan y me agradecen los talleres”, señaló con orgullo.
Además, el librero presta cuantos libros le pida la gente por el tiempo que lo necesiten, “hasta 30 o 40″ a la vez.
Algunas niñas a las que les transmitió en sus colegios la importancia de leer, y que ahora son amantes de la lectura, han llegado a ser escritoras, profesoras y concejalas.
“Lo que más me gusta de mi trabajo es la sonrisa de los niños, sentirme útil”, afirmó Martín, que ha escrito un libro sobre su iniciativa y está trabajando actualmente en un ensayo sobre su visión de la lectura.
Martín también hace informes sobre los hábitos de lectura de jóvenes y profesores que le llevan a una conclusión: “la lectura en los colegios debería ser libre, que lean lo que quieran”.
Según la última Encuesta de Consumo Cultural (ECC), elaborada por el Departamento Nacional de Estadística (DANE) en 2020, los niños colombianos de 5 a 11 años leyeron un promedio de alrededor de tres libros ese año, y las personas de 12 años o más, una media de casi cuatro.
Este apasionado de la literatura recibe donaciones para su proyecto, que también cuenta con el apoyo de diferentes organizaciones y asociaciones, incluida la Gobernación de Bolívar y medios de comunicación.