Todo lo que puede ser nombrado se relaciona con la muerte. En el libro, en la escritura, exploramos sus posibilidades extremas y sus secretos, para sembrar en el lenguaje un árbol del que pende el ahorcado.
Foto: Pixabay
Entre el canto de las sirenas y Moby Dick, entre los relatos y sus límites, entre lo que nos encanta y destruye, surgen las palabras como restos de un naufragio para mostrarnos que ellas son la ausencia y el silencio en el movimiento de las manos que desaparecen. Aparecer en la condición de lo que imaginamos traza un abismo que, en la no clausura, expone al lector y al escritor a un encuentro que los deja desguarecidos, “obligándolos a vivir como en un estado de muerte perpetua” en el tiempo de la metamorfosis.
Por Jonathan Alexander España Eraso
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