El Magazín Cultural de cara al porvenir
Este martes 15 de junio, a las 6:00 p. m., en la Biblioteca de los Fundadores del Gimnasio Moderno, se realizará el lanzamiento del nuevo rostro de un espacio que desde hace décadas se ha encargado de darles voz y eco a los artistas y las grandes obras en Colombia.
Federico Díaz-Granados/ Especial para El Espectador
El Espectador siempre ha sido fiel al espíritu liberal y humanista de su fundador, don Fidel Cano, radical, rebelde, anticlerical y contestatario, quien sufrió prisión y persecuciones de toda índole por parte de la hegemonía conservadora. En concordancia con ese espíritu, desde sus páginas siempre se ha defendido la cultura no solo como un elemento cohesionador de la sociedad, sino como el principal vehículo de expresión y difusión de las ideas y la defensa de la democracia. Así, la cultura es el lugar de diálogo de la sociedad entera y sirve como termómetro del sentir de una nación y sus ciudadanos. Por eso siempre ha sido un tema prioritario, en medio del vértigo y la urgencia, de la sala de redacción y ha servido como pretexto para que muchas de las grandes plumas de este país se iniciaran en el oficio colaborando en sus páginas.
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La Semana fue la primera edición especial que El Espectador destinó para los días domingo. Era septiembre de 1915 y bajo el espíritu de la llamada Generación del Centenario las ideas modernas tenían, a través de los temas culturales y literarios, un espacio destacado para debatir contra el clericalismo y el pensamiento conservador del régimen de esos días. Plumas como las de Baldomero Sanín Cano, Tomás Carrasquilla y las ilustraciones de Ricardo Rendón, entre otros, eran parte de las destacadas colaboraciones de la época. En los años 20, década en la que con cierto atraso llegan algunos aires de modernidad a Colombia, esta sección dominical se empezó a llamar Suplemento Literario Ilustrado, ahora bajo el influjo de la llamada Generación de los Nuevos. En estos años los poetas, los artistas y literatos y los bohemios hacían sus tertulias tanto en las oficinas de El Espectador como de El Tiempo (separados por dos cuadras en la Avenida Jiménez). Las tertulias de El Espectador eran lideradas por Luis Eduardo Nieto Caballero, subdirector del diario y posteriormente autor de las subversivas Cartas clandestinas, escritas y mimeografiadas en secreto en los recintos del Gimnasio Moderno, bajo el cuidado de su hermano Agustín, rector del colegio, y divulgadas por el líder liberal y opositor a la dictadura militar Alberto Lleras Camargo, miembro destacado de Los Nuevos.
Ante la prematura muerte del cronista Luis Tejada en septiembre de 1924, el director del periódico, Luis Cano, convidó y comprometió al joven e irreverente poeta Luis Vidales a que escribiera un poema en memoria de su amigo y mentor. Don Luis llevó al poeta de Calarcá al escritorio de Tejada, le puso allí media botella de aguardiente y Vidales escribió su célebre Elegía humorística a Luis Tejada. (que termina con el famoso apotegma: “LOS RELOJES PIERDEN EL TIEMPO”).
En 1932, el entonces subdirector de El Espectador Eduardo Zalamea Borda (conocido por sus seudónimos “Ulises” y “Bloom”), en noches de bohemia solitaria en las oficinas del periódico, escribió sus vivencias de intelectual bogotano en la remota península de La Guajira, las cuales publicó en varios capítulos en las páginas del periódico y dos años después editó su formidable novela Cuatro años a bordo de mí mismo, una de las obras cardinales de nuestra modernidad. En los años 40, el mismo Zalamea creó una página literaria en El Espectador llamada Fin de Semana, que aparecía los sábados. Allí publicarían por primera vez escritores como Álvaro Mutis y Gabriel García Márquez, en agosto y septiembre de 1947, respectivamente. “La tercera resignación” era el primer cuento de ese joven escritor nacido en Aracataca que años más tarde vendría a ganar el Premio Nobel de Literatura en 1982.
A comienzos de los años 50, el joven periodista Guillermo Cano Isaza fundó con otro joven, egresado en Periodismo de la Universidad de Columbia, en Nueva York, llamado Álvaro Pachón de la Torre, el Magazine Dominical, un tabloide estilo francés, abarrotado de reportajes sobre la realidad colombiana, de cultura, ideas, cuentos y crónicas, secciones de ajedrez y tiras cómicas en sus guardas, que se convirtió en un ejemplo para los periódicos de América Latina. Este suplemento fue pionero en el continente y estaba inspirado en revistas que venían insertadas en los principales diarios de Estados Unidos y Europa.
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Con la muerte trágica de Pachón de la Torre y la posterior clausura del periódico por parte de Rojas Pinilla, se tuvo que esperar hasta 1959 para que surgiera un nuevo suplemento literario titulado El Espectador Dominical, bajo la dirección de Gonzalo González, quien lanzó a toda una generación de jóvenes poetas y narradores, entre los cuales cabe destacar a varios integrantes del movimiento nadaísta. Además, allí hizo su debut el caricaturista Héctor Osuna. Nombres como los de Julio Nieto Bernal, el historiador Héctor Muñoz Bustamante y Miguel Garzón fueron sus directores/editores durante unos breves lapsos entre los años 60 y 70. El paso del célebre Armando Buitrago, más conocido como Ugo Barti (anagrama de Buitrago), fue importante entre los años 1960 y 1961 por el énfasis que hizo en cine europeo, sobre todo en cine francés del momento. El gran Gonzalo González en una segunda dirección del Magazín en los 70 creó un importante Premio Nacional de Cuento para conmemorar los 90 años de existencia del periódico.
Aquel suplemento tamaño tabloide de las décadas anteriores dejaría de existir el 13 de marzo de 1983. A partir del domingo 20 de marzo de ese mismo año empezaría una nueva etapa del Magazín dominical. Ese domingo circuló con el periódico el número uno de un cuadernillo de 20 x 29 cm, de 32 páginas, que vendría también a marcar toda una época. Este cuadernillo, de fácil archivo y coleccionable, apareció durante los siguientes 16 años en los que se publicaron 843 números. Los directores de la primera etapa de este Magazín fueron Fernando Cano Busquets y Carlos Duque Arbeláez y la coordinación de Guillermo González Uribe. Luego del vil asesinato de don Guillermo Cano, Fernando Cano pasa a la dirección del periódico y Marisol Cano Busquets asume la dirección del Magazín dominical a partir del número 201, el 1 de febrero de 1987. Durante esta segunda etapa, Marisol se acompaña del poeta Juan Manuel Roca como coordinador editorial y de la periodista Claudia Antonia Arcila para continuar con el legado histórico del suplemento, pero acorde a los difíciles días que vivía Colombia y en especial el periódico como blanco del narcoterrorismo. Durante esta época se destacan mucho las artes, la literatura y son memorables los números monográficos y los especiales “librográficos” así como las secciones “La esquina del cuento”, la “Página de poesía”, “Ojo al arte” y “Gritos y susurros” entre otros. Tal cual había ocurrido en el pasado con muchos escritores, varios de los autores de mi generación empezamos publicando reseñas y artículos en estas páginas en las que se dio espacio a la voz de las regiones que complementaban muy bien la mirada universal de la cultura y la actualidad mundial. Este formato coleccionable del Magazín se mantuvo hasta el número 843, aparecido el 11 de julio de 1999. El 15 de agosto de ese mismo año, bajo la dirección de Fernando Garavito, el Magazín regresó, esta vez de manera efímera, en formato tabloide hasta el 27 de febrero de 2000, cuando circuló por última vez. De la etapa dirigida por Marisol Cano queda una completa compilación de tres tomos publicada por la Cooperativa Editorial Magisterio y la Editorial de la Universidad de Antioquia bajo el título Memoria impresa: antología de artículos del Magazín de El Espectador.
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El comienzo de siglo no fue fácil para el periódico y luego de varias crisis, una de ellas en la que tuvo que convertirse en semanario, regresó a ser diario y conservando la importancia para los temas culturales. Desde 2010 empezó a aparecer en el periódico impreso el Magazín de los lunes festivos, además de la destacada sección diaria de cultura, donde las voces jóvenes han tenido un protagonismo destacado. Con ese mismo talante y con el apoyo del director Fidel Cano Correa, y un equipo liderado por Fernando Araújo Vélez (editor) y conformado por María Paula Lizarazo, Joseph Casañas, Laura Camila Arévalo, María José Noriega Ramírez y Andrés Osorio Guillott, llega el nuevo Magazín Cultural para enfrentar los retos de las nuevas narrativas digitales, las redes sociales y los formatos multimedia. El propósito seguirá siendo el mismo que el de sus antecesores: dialogar con los grandes temas nacionales, reflexionar sobre los grandes asuntos de la cultura en el mundo y promover las diferentes expresiones artísticas. The Times They Are A-Changin, diría Bob Dylan. Son días difíciles y de muchos cambios en los que más que nunca, se necesitan espacios donde la cultura permita debatir y ahondar sobre los temas y asuntos de la actualidad. Estoy seguro de que el Magazín cultural será ese espacio necesario y pertinente fiel a los principios fundacionales del periódico y de cara a los desafíos del porvenir.
El Espectador siempre ha sido fiel al espíritu liberal y humanista de su fundador, don Fidel Cano, radical, rebelde, anticlerical y contestatario, quien sufrió prisión y persecuciones de toda índole por parte de la hegemonía conservadora. En concordancia con ese espíritu, desde sus páginas siempre se ha defendido la cultura no solo como un elemento cohesionador de la sociedad, sino como el principal vehículo de expresión y difusión de las ideas y la defensa de la democracia. Así, la cultura es el lugar de diálogo de la sociedad entera y sirve como termómetro del sentir de una nación y sus ciudadanos. Por eso siempre ha sido un tema prioritario, en medio del vértigo y la urgencia, de la sala de redacción y ha servido como pretexto para que muchas de las grandes plumas de este país se iniciaran en el oficio colaborando en sus páginas.
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La Semana fue la primera edición especial que El Espectador destinó para los días domingo. Era septiembre de 1915 y bajo el espíritu de la llamada Generación del Centenario las ideas modernas tenían, a través de los temas culturales y literarios, un espacio destacado para debatir contra el clericalismo y el pensamiento conservador del régimen de esos días. Plumas como las de Baldomero Sanín Cano, Tomás Carrasquilla y las ilustraciones de Ricardo Rendón, entre otros, eran parte de las destacadas colaboraciones de la época. En los años 20, década en la que con cierto atraso llegan algunos aires de modernidad a Colombia, esta sección dominical se empezó a llamar Suplemento Literario Ilustrado, ahora bajo el influjo de la llamada Generación de los Nuevos. En estos años los poetas, los artistas y literatos y los bohemios hacían sus tertulias tanto en las oficinas de El Espectador como de El Tiempo (separados por dos cuadras en la Avenida Jiménez). Las tertulias de El Espectador eran lideradas por Luis Eduardo Nieto Caballero, subdirector del diario y posteriormente autor de las subversivas Cartas clandestinas, escritas y mimeografiadas en secreto en los recintos del Gimnasio Moderno, bajo el cuidado de su hermano Agustín, rector del colegio, y divulgadas por el líder liberal y opositor a la dictadura militar Alberto Lleras Camargo, miembro destacado de Los Nuevos.
Ante la prematura muerte del cronista Luis Tejada en septiembre de 1924, el director del periódico, Luis Cano, convidó y comprometió al joven e irreverente poeta Luis Vidales a que escribiera un poema en memoria de su amigo y mentor. Don Luis llevó al poeta de Calarcá al escritorio de Tejada, le puso allí media botella de aguardiente y Vidales escribió su célebre Elegía humorística a Luis Tejada. (que termina con el famoso apotegma: “LOS RELOJES PIERDEN EL TIEMPO”).
En 1932, el entonces subdirector de El Espectador Eduardo Zalamea Borda (conocido por sus seudónimos “Ulises” y “Bloom”), en noches de bohemia solitaria en las oficinas del periódico, escribió sus vivencias de intelectual bogotano en la remota península de La Guajira, las cuales publicó en varios capítulos en las páginas del periódico y dos años después editó su formidable novela Cuatro años a bordo de mí mismo, una de las obras cardinales de nuestra modernidad. En los años 40, el mismo Zalamea creó una página literaria en El Espectador llamada Fin de Semana, que aparecía los sábados. Allí publicarían por primera vez escritores como Álvaro Mutis y Gabriel García Márquez, en agosto y septiembre de 1947, respectivamente. “La tercera resignación” era el primer cuento de ese joven escritor nacido en Aracataca que años más tarde vendría a ganar el Premio Nobel de Literatura en 1982.
A comienzos de los años 50, el joven periodista Guillermo Cano Isaza fundó con otro joven, egresado en Periodismo de la Universidad de Columbia, en Nueva York, llamado Álvaro Pachón de la Torre, el Magazine Dominical, un tabloide estilo francés, abarrotado de reportajes sobre la realidad colombiana, de cultura, ideas, cuentos y crónicas, secciones de ajedrez y tiras cómicas en sus guardas, que se convirtió en un ejemplo para los periódicos de América Latina. Este suplemento fue pionero en el continente y estaba inspirado en revistas que venían insertadas en los principales diarios de Estados Unidos y Europa.
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Con la muerte trágica de Pachón de la Torre y la posterior clausura del periódico por parte de Rojas Pinilla, se tuvo que esperar hasta 1959 para que surgiera un nuevo suplemento literario titulado El Espectador Dominical, bajo la dirección de Gonzalo González, quien lanzó a toda una generación de jóvenes poetas y narradores, entre los cuales cabe destacar a varios integrantes del movimiento nadaísta. Además, allí hizo su debut el caricaturista Héctor Osuna. Nombres como los de Julio Nieto Bernal, el historiador Héctor Muñoz Bustamante y Miguel Garzón fueron sus directores/editores durante unos breves lapsos entre los años 60 y 70. El paso del célebre Armando Buitrago, más conocido como Ugo Barti (anagrama de Buitrago), fue importante entre los años 1960 y 1961 por el énfasis que hizo en cine europeo, sobre todo en cine francés del momento. El gran Gonzalo González en una segunda dirección del Magazín en los 70 creó un importante Premio Nacional de Cuento para conmemorar los 90 años de existencia del periódico.
Aquel suplemento tamaño tabloide de las décadas anteriores dejaría de existir el 13 de marzo de 1983. A partir del domingo 20 de marzo de ese mismo año empezaría una nueva etapa del Magazín dominical. Ese domingo circuló con el periódico el número uno de un cuadernillo de 20 x 29 cm, de 32 páginas, que vendría también a marcar toda una época. Este cuadernillo, de fácil archivo y coleccionable, apareció durante los siguientes 16 años en los que se publicaron 843 números. Los directores de la primera etapa de este Magazín fueron Fernando Cano Busquets y Carlos Duque Arbeláez y la coordinación de Guillermo González Uribe. Luego del vil asesinato de don Guillermo Cano, Fernando Cano pasa a la dirección del periódico y Marisol Cano Busquets asume la dirección del Magazín dominical a partir del número 201, el 1 de febrero de 1987. Durante esta segunda etapa, Marisol se acompaña del poeta Juan Manuel Roca como coordinador editorial y de la periodista Claudia Antonia Arcila para continuar con el legado histórico del suplemento, pero acorde a los difíciles días que vivía Colombia y en especial el periódico como blanco del narcoterrorismo. Durante esta época se destacan mucho las artes, la literatura y son memorables los números monográficos y los especiales “librográficos” así como las secciones “La esquina del cuento”, la “Página de poesía”, “Ojo al arte” y “Gritos y susurros” entre otros. Tal cual había ocurrido en el pasado con muchos escritores, varios de los autores de mi generación empezamos publicando reseñas y artículos en estas páginas en las que se dio espacio a la voz de las regiones que complementaban muy bien la mirada universal de la cultura y la actualidad mundial. Este formato coleccionable del Magazín se mantuvo hasta el número 843, aparecido el 11 de julio de 1999. El 15 de agosto de ese mismo año, bajo la dirección de Fernando Garavito, el Magazín regresó, esta vez de manera efímera, en formato tabloide hasta el 27 de febrero de 2000, cuando circuló por última vez. De la etapa dirigida por Marisol Cano queda una completa compilación de tres tomos publicada por la Cooperativa Editorial Magisterio y la Editorial de la Universidad de Antioquia bajo el título Memoria impresa: antología de artículos del Magazín de El Espectador.
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El comienzo de siglo no fue fácil para el periódico y luego de varias crisis, una de ellas en la que tuvo que convertirse en semanario, regresó a ser diario y conservando la importancia para los temas culturales. Desde 2010 empezó a aparecer en el periódico impreso el Magazín de los lunes festivos, además de la destacada sección diaria de cultura, donde las voces jóvenes han tenido un protagonismo destacado. Con ese mismo talante y con el apoyo del director Fidel Cano Correa, y un equipo liderado por Fernando Araújo Vélez (editor) y conformado por María Paula Lizarazo, Joseph Casañas, Laura Camila Arévalo, María José Noriega Ramírez y Andrés Osorio Guillott, llega el nuevo Magazín Cultural para enfrentar los retos de las nuevas narrativas digitales, las redes sociales y los formatos multimedia. El propósito seguirá siendo el mismo que el de sus antecesores: dialogar con los grandes temas nacionales, reflexionar sobre los grandes asuntos de la cultura en el mundo y promover las diferentes expresiones artísticas. The Times They Are A-Changin, diría Bob Dylan. Son días difíciles y de muchos cambios en los que más que nunca, se necesitan espacios donde la cultura permita debatir y ahondar sobre los temas y asuntos de la actualidad. Estoy seguro de que el Magazín cultural será ese espacio necesario y pertinente fiel a los principios fundacionales del periódico y de cara a los desafíos del porvenir.