El mundo interior de Juan Cárdenas
El artista habló para El Espectador sobre su obra y sus procesos, a propósito de la exhibición “Juan Cárdenas, pinturas y dibujos”, que se exhibe en la galería La Cometa, en Bogotá.
Andrea Jaramillo Caro
Juan Cárdenas está tomando una fotografía. Con una cámara digital que tapa buena parte de su rostro, parece como si estuviera intentando capturar la imagen de quien observa su pintura titulada Interior del taller. Está sentado ante un escritorio, en un espacio de techos altos y con una paleta de colores neutra. Hacia la derecha se encuentra Mónica Meira, su esposa y colega artista, quien parece que está sentada en una silla.
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Juan Cárdenas está tomando una fotografía. Con una cámara digital que tapa buena parte de su rostro, parece como si estuviera intentando capturar la imagen de quien observa su pintura titulada Interior del taller. Está sentado ante un escritorio, en un espacio de techos altos y con una paleta de colores neutra. Hacia la derecha se encuentra Mónica Meira, su esposa y colega artista, quien parece que está sentada en una silla.
Esta es una de las obras que componen la muestra Juan Cárdenas, pinturas y dibujos, en la galería La Cometa, en Bogotá. La exhibición, inaugurada el 18 de mayo, recopiló 33 piezas del artista que abarcan varios años de su carrera, en forma de una retrospectiva. Entre el carboncillo, el óleo y la acuarela, los paisajes, personajes y espacios que oscilan entre la realidad y la imaginación, el trazo de Cárdenas se configura como una ventana a su universo interno.
En el pasado ha expresado que prefiere hablar a través de su obra y esa voz acompaña el recorrido de la exhibición como un susurro. “Es muy difícil intentar verbalizar sobre mis pinturas, sencillamente porque lo que dice una imagen pintada no es lo mismo que dice la palabra escrita. Es por eso que la humanidad se ha visto en la necesidad de desarrollar el arte pictórico, el literario y el musical. ¿Cómo explicarle a alguien el sabor de una pomarrosa si nunca la ha probado? Pero hay veces que las circunstancias de la vida lo obligan a uno intentar traducir una idea de un arte a otro. El pintor reacciona al mundo con el aparato visual más que con el idioma escrito. Por eso el pintor pinta y el escritor escribe”, afirmó Cárdenas.
En 2016, dijo en entrevista de El Tiempo que la pintura es para el hombre una necesidad genética. Para él, este es el arte de colocar marcas sobre una superficie, una forma de expresión que hemos practicado desde las cuevas de Altamira y seguiremos desarrollando, a pesar de que algunos digan que pasó de moda.
Cárdenas ha sido enfático en que este medio, que tiene milenios de historia, no desaparecerá; una certeza que refleja en su obra: “El personaje que, de tanto en tanto, figura en mis cuadros con una cámara fotográfica, alude, entre otras cosas, a la idea que varios teóricos europeos propusieron en la época de la Segunda Guerra Mundial, como lo hizo el intelectual alemán Walter Benjamin: en tiempos modernos, la fotografía había remplazado el arte de la pintura, que era una técnica anticuada, caduca y mandada a recoger porque ya no era capaz de decirle nada importante al hombre moderno. Ideas como esta dieron lugar al rumbo que el arte tomó de allí en adelante hasta nuestros tiempos. Pero a Benjamin nunca se le ocurrió que uno puede fotografiar lo que está en frente de la cámara fotográfica, pero es más difícil fotografiar lo que ocurre adentro del cerebro humano. Para eso se necesita el arte de la pintura. Hay que tener cuidado con los intelectuales, porque con frecuencia dicen muchas majaderías”, aseguró en entrevista para El Espectador.
Con esa cámara digital, el artista ha ofrecido en sus pinturas y dibujos un vistazo a eso que ocurre en su mundo interior. Observar la obra de Juan Cárdenas es como atravesar una puerta que separa un recinto físico de otro que se debate entre la realidad y la imaginación. “El espacio en mis cuadros ha sido influenciado, en gran parte, por el cúmulo de ideas de muchísimos artistas modernos y antiguos porque es, a la vez, realista y abstracto. El mundo en que vivimos participa de estos dos conceptos, aunque el observador desprevenido rara vez se da cuenta de lo abstracto. Mis cuadros de interiores son un pretexto para manipular ideas abstractas”, afirmó.
El concepto de manipular ideas abstractas lo ha traducido también a la distorsión que se puede ver en sus autorretratos. Siguiendo los pasos de otros artistas como Van Gogh, quien también utilizó esta herramienta, Cárdenas va más lejos. “La caricatura demuestra el uso de la distorsión con fines satíricos, pero se puede aplicar a ideas artísticas más complejas y de más envergadura”, dijo.
Partió de espejos convexos y deformados, como aquel que incluyó Jan Van Eyck en su obra El matrimonio Arnolfini, para hacer distorsiones que definió como complejas y “estimulan la imaginación y permiten divagar mentalmente en lo que podría suceder en relación con ideas científicas, pero, claro, son juegos mentales del artista”. El concepto de distorsión no es nuevo; de acuerdo con Cárdenas, se fue diluyendo en el tiempo luego de su auge en el Renacimiento y el Barroco, para ser traído de vuelta y abrirle paso a la abstracción.
Además de fotografiar lo que hay en el cerebro humano, Cárdenas usa el dibujo como una forma de escarbar en el interior de su mente y tratar de sacar lo que allí reposa. “Esta es una idea que aprendí de Leonardo da Vinci. Todo lo que pasaba por su mente lo anotaba en una hoja de papel. La idea principal de sus dibujos no era hacer una imagen bella, sino dejar un registro gráfico de lo que ese órgano producía en varios campos de las disciplinas intelectuales humanas”, afirmó.
Para este fin es imprescindible la agilidad. “Esa idea, fugaz y tenue, que proviene misteriosamente del subconsciente, hay que captarla con el dibujo antes de que se esfume para siempre. Entre más se concentre uno, más surgen ideas del subconsciente: van cambiando, evolucionando. Las voy registrando con varios apuntes y bocetos en lápiz y papel. Creo que, eventualmente, las ideas se van aclarando y cristalizando hasta llegar a su madurez. El proceso queda anotado en el papel y allí lo puedo estudiar. Manipulo la idea constantemente, pero con el uso de la razón, no con la insensatez del subconsciente. Es fascinante ver lo que de allí sale”.