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“El mundo literario es muy frío”: Verónica Toro Restrepo

En un mundo donde la literatura puede parecer un territorio reservado solo para los “elegidos’', Verónica Toro, creadora de El Consultorio Literario, desafía esta noción. La escritora, que además es una de las talleristas de la agenda académica con la que Asocajas celebra sus 70 años, habló sobre las críticas que dictan que no hay taller que valga para aprender a escribir.

Samuel Sosa Velandia
04 de octubre de 2024 - 12:00 a. m.
Verónica Toro Restrepo es ganadora del primer premio internacional de novela inédita de Palabra Herida.
Verónica Toro Restrepo es ganadora del primer premio internacional de novela inédita de Palabra Herida.
Foto: Cortesía Verónica Toro

Para el autor, Antonio Jiménez Morato, quien llega a un taller literario, no solo lo hace bajo el deseo de convertirse en un escritor consagrado. Tiene la convicción de que el deseo de escribir es también el anhelo por desentrañar lo que se aferra a no salir de nosotros. “Escribiendo se ordena el pensamiento, se clarifican ideas y sentimientos y el proceso de construcción de un texto puede servirnos, también, para construir nuestro universo. Por eso un taller de escritura no es tan solo un lugar donde ´aprender a escribir bien´, sino, sobre todo, un lugar donde comprender los mecanismos de la sociedad, de nuestra mente y nuestro cuerpo. Sin misticismos, sin sucedáneos de autoayuda”, afirmó.

No todos piensan como él. Hay una gran porción del mundo literario que rechaza y se opone a estos espacios. En 2014, en un festival literario de Bath (Inglaterra), el novelista Hanif Kureishi declaró, con indignación, que estas cátedras no servían para nada y que él, que es profesor, ha visto como algunos de sus alumnos obtenían un título, pero jamás el talento: “Si quieres escribir lo que tendrías que estar haciendo es leer la mayor cantidad de literatura buena que puedas, por años y años, en vez de malgastar la mitad de tu carrera universitaria escribiendo cosas que no estás listo para escribir”, aconsejó.

En esa misma ciudad en la que Kureishi mostró su repudio por los talleres de escritura estudió Verónica Toro Restrepo, quien viajó de Medellín al suroeste del país europeo, para comenzar una maestría en Escritura Creativa y afianzar su deseo de crear un lugar para enseñarle a otros a escribir y a contar sus propias historias. Así nació El Consultorio Literario.

¿Cuándo tuvo la certeza de que quería enseñar a otros a escribir?

Yo tenía 13 años y estaba absolutamente loca por la literatura, especialmente por la clásica. Ese gusto lo compartía con una amiga del colegio, con quien empezamos a escribir y conversar sobre esos textos. Le contamos a nuestras mamás sobre esa pasión y ellas nos dijeron que buscáramos algo en donde pudiéramos sentarnos a aprender, pero no había ningún lugar: las bibliotecas y las universidades solo admitían a los grandes; nunca encontramos un espacio. Nos quedamos con las ganas, no solo de aprender, sino de leer a los demás y que nos leyeran a nosotras. Fue ahí cuando me dije a mí misma que quería fundar una academia de escritura para jóvenes. Eso cambio, porque ahora está abierta para todo el mundo.

¿Y por qué decidió llamarlo El Consultorio Literario?

Yo trabajaba en El Colombiano luego de haber terminado la maestría de Escritura Creativa que hice en Bath. En ese momento un grupo de blogueras me buscó para hacer un taller de escritura, porque se enteraron de que yo había estudiado eso. Hicimos el primer espacio y se llenó, luego, lo volvimos hacer y también había muchas personas. Sentí las ganas de aprender y después de más o menos cinco grupos que organizamos, una chica me dijo que por qué no renunciaba, que yo debería dedicarme a enseñar. Pero además me aseguró que los ayudaba a sanar, a hacer catarsis y a tener un lugar seguro. Así nació El Consultorio Literario, en donde no solo exploras la literatura, también vas a poder ir a contar tu historia y desahogarte: hacer del dolor tu propio arte... Si los abogados tienen un consultorio jurídico, ¿por qué yo no puedo tener un consultorio literario?

¿Cómo vive usted esa catarsis de los otros? ¿Con cuáles herramientas aborda un camino tan espinoso como lo son las emociones?

Todos los alumnos llegan por razones diferentes. Sin embargo, con los que llegan para hacer catarsis tengo una meta clara: que no se queden en el desahogo, que aprendan a estructurar eso que sienten para que se vuelva una historia que puedan exteriorizar. Para mí, es muy gratificante ver que algunos que llegaron llorando hoy ya llevan la segunda edición de su libro. Ahora, debo dejar en claro que yo no soy psicóloga. Siempre digo que esto es una herramienta que puede ayudar, más no implica que no se necesite de un profesional. No obstante, de lo que yo sí tengo certeza es que sus historias valen la pena y que se hace necesario que le den una forma para que ellos las puedan entender.

¿Cómo vive ese momento en el que tiene que dar una crítica frente a texto que fue escrito por una persona que está vulnerable? ¿Cómo le dice que, aunque sea su historia, no está bien escrita?

Eso es durísimo. Me pasó mucho al principio, pero creo que con los años he ido afinando... Me acuerdo de una chica que narró una escena muy fuerte del secuestro de su papá, y era algo muy fuerte. Para contar cómo lo raptaron, puso un diálogo que estaba mal hecho y yo solo pensaba en cómo iba a decírselo. Pero uno aprende a manifestarlo y la gente lo toma muy bien, porque siempre es desde el amor.

¿Cree que toda historia es susceptible de ser publicada?

No, hay historias de historias. Eso también lo saben las personas, pues uno se hace consciente de que los escritos que pueden ser un libro, mientras que otros los dejas para compartir con tus cercanos y algunos se hacen solo para ti. Pero también he visto alumnos que comienzan este proceso para desahogarse y, luego, pasan años aprendiendo, buscando, puliendo y terminan con un manuscrito maravilloso, que es publicado por una editorial. Uno mismo es el que sabe a dónde van a parar las cosas.

Si el ejercicio de escribir es un proceso individual, ¿cómo hace para estandarizarlo? ¿Cuál es la fórmula que enseña?

Digamos que yo los voy guiando a construir varias cosas: una es que logren construir momentos y escenas que sean visuales, eso nos cuesta mucho a los colombianos: imaginar un lugar, un personaje, o un olor. Nos quedamos en la escritura muy emocional. Pero cuando ese sentir queda por fin en un lugar concreto, me interesó por qué se vean los personajes, que se entiendan los diálogos; que manejen los tiempos verbales, que entiendan qué narrador funciona. Eso no quiere decir que hay un estilo único, sino que trabajamos sobre lo que va apareciendo y yo les ofrezco algunos elementos para hacerlo.

Una vez, en la misma ciudad que estudió, el escritor Hanif Kureishi dijo que estos talleres no servían para nada, que las mejores clases son las que uno se da a sí mismo, ¿qué responde a eso?

Lo entiendo y no lo entiendo. Si tú quieres ser escritor, es seguro que solo el taller no te va a dar para lograrlo, pero aprender un poco de todo lado sí nos sirve. Además, que no entiendo por qué el ejercicio del escritor tiene que seguir siendo tan solitario. Qué rico que nos lean y nos conozcan. Para mí, ha sido una fortuna construir una comunidad, y sentirme acompañada.

Se dice que los cursos de escritura a veces implican una pérdida para la autenticidad del autor, porque todos terminan escribiendo igual...

No estoy de acuerdo, porque en este oficio estamos recolectando de todos lados: de los libros que leíste, de la que conferencia que escuchaste, de lo que hablaste con tus amigos. Aunque debo decir que en un momento de la maestría sí consideré este punto, pero creo que un taller eso no ocurre, además porque son pocas horas. Tú vas y vienes, y vas consiguiendo tu propio estilo. El verdadero problema es que nos quedemos con solo que aprendemos en estos espacios.

¿Considera que esas críticas son un síntoma de un paradigma altivo de los círculos literarios, que creen que la escritura es solo para unos virtuosos?

Yo creo que sí, que el mundo literario es muy frío. Me parece curioso que cuando alguien se mete a un taller para aprender a pintar con óleo nadie dice nada y todos somos consciente de que uno nunca va a llegar a un museo solo. Pero cuando alguien quiere aprender a escribir salen todos estos comentarios. Entonces, yo me preguntó: ¿por qué la escritura no se puede aprender de a poco? ¿Por qué todo se tiene que complejizar y creer que solo pertenece al intelectual? ¿Por qué no puedo aprender a escribir solo para redactar correos más lindos? La escritura no es solo una cosa, escribimos para todo y eso significa que lo podemos hacer hasta para divertirnos.

Samuel Sosa Velandia

Por Samuel Sosa Velandia

Comunicador social y periodista de la Universidad Externado de Colombia. Apasionado por las historias entrelazadas con la cultura, los movimientos sociales y artísticos contemporáneos y la diversidad sexual. Además, bailarín de danza folclórica en formación.@sasasosavssosa@elespectador.com

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