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El noble destino de Azriel Bibliowicz o la magia de la literatura

Reseña de la novela “Del agua al desierto”, en librerías bajo el sello editorial Tusquets. Nos hace percibir a Colombia desde los saberes ancestrales de las poblaciones nativas originales y la inmigración de judíos que llegaron huyendo de las guerras en Europa.

Julio Olaciregui * / ESPECIAL PARA EL ESPECTADOR
21 de noviembre de 2022 - 01:02 p. m.
Azriel Bibliowicz trabajó en El Espectador en su juventud y es el fundador de la Maestría en Escrituras Creativas de la Universidad Nacional. Aquí con la portada de su nueva novela.
Azriel Bibliowicz trabajó en El Espectador en su juventud y es el fundador de la Maestría en Escrituras Creativas de la Universidad Nacional. Aquí con la portada de su nueva novela.
Foto: Archivo
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El abuelo del escritor David Goldstein, protagonista de la última novela de Azriel Bibliowicz, Del agua al desierto, quedó “atrapado” por la magia de la literatura al leer a Julio Verne, pese a que su religión se lo prohibía, y ahora sus lectores quedamos “tramados” por los trucos de este mago que va escribiendo frente a nosotros una gran novela sobre las amenazas que se ciernen sobre el agua. (Recomendamos: Otro artículo de Julio Olaciregui, sobre la obra del historiador Alfonso Múnera).

El tema subterráneo de esta novela, finalmente, es la voluntad de escribir, la necesidad de contar lo que nos conmueve e interesa, lo que nos forma y deforma. Goldstein anuncia desde el comienzo que desea escribir una novela y el lector lo acompañará página a página en sus aventuras escriturales. Disfrutaremos de su “tutoría” porque el cuento es que él conoce a Zue, una líder social indígena muisca, a quien estimulará y guiará para que escriba. (Juan Manuel Roca opina sobre la novela de Azriel Bibliowicz).

En opinión de Bibliowicz el proceso de la escritura misma, el cómo contar una historia, se vuelve importante. Joyce, Proust, Walter Benjamin, Kafka, Flaubert, entre otros, son citados, pero la referencia más importante es sin duda el Antiguo Testamento.

El ser humano anda siempre en busca de su noble destino, le oímos decir una vez al escritor marfileño Amadú Kuruma.

El noble destino de Bibliowicz es la literatura y compartir con el lector la muy antigua religión del Libro. Él nos recordó que así como García Márquez decía que no podría escribir una novela por fuera del ámbito caribeño, él tampoco podría dejar de lado en sus ficciones su pertenencia a la comunidad judía.

Su noble destino en esta “ficción documental” publicada por la editorial Tusquets, es también acercarnos al mundo muisca, llevarnos a conocer la riqueza de esa cosmovisión, recordarnos de paso que nuestro país está tejido por el saber ancestral de los pueblos nativos, desde la Guajira y la Sierra Nevada hasta las selvas del Amazonas.

Y denunciar vigorosamente a los idólatras del becerro de oro, denunciar a quienes no dudan en arrasar con todo en aras de su enriquecimiento, a quienes son capaces de construir edificios sobre los humedales que nos surten de agua. Bogotá contaba con 50.000 hectáreas de humedales y ahora solo quedan 700 hectáreas.

Bibliowicz nos brinda una urdimbre de historias de amor y desamor contadas con pulso y tacto, que terminan por conformar un fresco sobre la vida contemporánea en Colombia. Historias de amor no solo entre personas, sino amor por el saber, amor por la tierra, amor a lo que hacemos.

Es un libro de una gran riqueza temática, denso y leve a la vez, audaz y desconcertante, escrito con claridad y voluntad de pedagogo, repleto de información sobre literatura, historia, arte y también sobre el proceso mismo de la escritura de ficción.

El narrador se llama David Goldstein y es un escritor “cachaco judío” y profesor de literatura como el autor, quien después de enseñar durante más de 20 años en la Universidad Nacional se dedica ahora por completo a la escritura.

Goldstein desea escribir una novela sobre el problema del agua en la sabana de Bogotá. “Nosotros ahogándonos por la lluvia y el agua de la ciudad desapareciendo. ¡Qué tema! ¡Qué contradicción”, leemos en su diario, un recurso que permite a la narración pasar de la tercera persona a la primera.

Su encuentro con Zue, quien le servirá de guía por los humedales que quedan en Bogotá, será el comienzo de sus aventuras en pos del saber y nos permitirá una visión comparatista del judaísmo y el universo muisca.

“A veces creo que los escritores debemos pensar como arqueólogos e ir en busca de lo desaparecido. Me doy cuenta de que los humedales son los enormes desaparecidos en esta ciudad, que los han desaguado y se han perdido de manera vertiginosa”, dice David en algún momento.

El lector agradece el trabajo entusiasta del investigador, la pericia del sociólogo que también es Bibliowicz, esto se nota detrás de su generosa narración, por ejemplo sus alusiones a la Biblia y a la cosmogonía de los descendientes de Bachué.

“Hay un hecho teológico del cual no se ha hablado: la religión original de estas tierras, como bien me lo explicó Zue, tenía como ámbito natural el agua y formaban parte central de sus rituales religiosos así como de su cosmogonía”, se lee en el diario del escritor.

Del agua al desierto es también, a su manera, una historia de las religiones escrita por este humanista que se interesa no solo por todo lo humano, sino también por la inteligencia de las flores, por la fauna, por la naturaleza.

Bibliowicz nos hace percibir a Colombia desde otros puntos de vista, desde los saberes ancestrales de las poblaciones nativas originales y la inmigración de judíos que llegaron huyendo de las guerras en Europa. Su novela nos hace entender que no hay identidades únicas y exclusivas y que vivimos una realidad fluida.

“A muchos nativos les ha costado trabajo entenderse y asumir su identidad. Muchos grupos de campesinos ancianos, que cuentan con memorias vivas de discriminación y maltrato, les ha sido difícil reconocerse abiertamente como aborígenes. Ser indígena no deja de ser un estigma y una condición despreciable en este país”, nos dice Zue.

La novela está llena de “diatribas” y “teorías” que se integran muy bien al relato. En este sentido, el autor cita el prestigioso antecedente de Marcel Proust. “Un crítico literario, Paul Souday (…) le recomendó a Proust no ´teorizar en sus novelas´. Afortunadamente, Proust no le hizo caso”.

Bibliowicz nos permite apreciar la importancia de la literatura y de todas las artes en general en nuestras vidas. No se trata de distraernos, sino de tomar conciencia de lo que somos. La pasión que siente el abuelo de David por los libros de Julio Verne es un ejemplo de cómo los libros lo pueden transformar a uno, cambiando nuestra mirada sobre la realidad.

Su primera novela, El rumor del astracán (1991) lleva cinco ediciones. Otra de sus ficciones, Migas de pan (2013) ha sido traducida al danés, al holandés y al italiano. Bibliowicz goza de un gran respeto entre sus colegas escritores y por fuera de Colombia se le conoce por haber creado la Escuela de Cine y Televisión de la Universidad Nacional y la primera maestría de Escrituras Creativas en el ámbito universitario latinoamericano en 2007.

* Colaborador de El Espectador, fue corresponsal en París y es autor de los libros Vestido de bestia, Los domingos de Charito, Trapos al sol y Dionea. Su más reciente novela es Pechiche naturae (Collage Editores).

Por Julio Olaciregui * / ESPECIAL PARA EL ESPECTADOR

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