El nuevo soplo de vida al Auditorio León de Greiff
El auditorio, que cumple 50 años, reabrirá sus puertas el 22 de noviembre, tras haber atravesado un proceso de restauración que estuvo en marcha durante varios años, con el estreno internacional de “La resurrección de la fe” y otros eventos en su programación.
Andrea Jaramillo Caro
La forma de diamante del recinto, la madera de cedro Caquetá que lo recubre, su altura de cinco pisos y las paredes de argamasa con trigo y otros vegetales que aportan a su acústica le han dado al Auditorio León de Greiff, en la Universidad Nacional, varios títulos a lo largo de las cinco décadas que ha estado en pie. El escenario que se convirtió en la casa de la Orquesta Filarmónica de Bogotá en 1982 reabre sus puertas luego de haber atravesado un período de restauración, cuya primera fase se completó en 2020.
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La forma de diamante del recinto, la madera de cedro Caquetá que lo recubre, su altura de cinco pisos y las paredes de argamasa con trigo y otros vegetales que aportan a su acústica le han dado al Auditorio León de Greiff, en la Universidad Nacional, varios títulos a lo largo de las cinco décadas que ha estado en pie. El escenario que se convirtió en la casa de la Orquesta Filarmónica de Bogotá en 1982 reabre sus puertas luego de haber atravesado un período de restauración, cuya primera fase se completó en 2020.
Sin embargo, la lucha por recuperar este espacio se ha librado desde hace 15 años. María Belén Sáez Ibarra, directora de patrimonio cultural de la Universidad Nacional de Colombia, es quien ha estado detrás del proyecto desde el inicio. “Me lo encontré lloviendo por todas partes, estaba en un estado de peligro muy grande. Los edificios deben modernizarse completamente cada 20 años y a este, que ya cumple 50 años, es la primera vez que se le da el tratamiento que necesita”.
No había podido recibir ese tratamiento antes, pues la universidad se veía imposibilitada para otorgarle un presupuesto, ya que el edificio no contaba con la curaduría urbana y no podía acceder a esta sin un presupuesto, cayendo en un bucle sin fin de acciones que no se podían llevar a cabo. Esto, de acuerdo con Sáez Ibarra, cambió cuando, con ayuda de la Orquesta Filarmónica de Bogotá, ingresaron al Comité Distrital del Espacio Público. Ese fue el paso en la dirección correcta para iniciar el proceso de restauración que culmina con la reapertura del auditorio el 22 de noviembre, día de su cumpleaños 50.
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Con una programación que comenzará con la obra La resurrección de la fe, del compositor colombiano Juan Pablo Carreño, el auditorio reabre sus puertas para resaltar la acústica de la que tanto se enorgullece. “Los pisos son de caucho y la silletería también es artesanal; la restauramos para no cambiarla, ya que la arquitecta Eugenia Mantilla de Cardoso dijo muy específicamente que esa morfología y la disposición de las sillas afectaban la acústica. Estaban en muy mal estado y se restauraron completamente. Tanto que, hasta el resorte, que eso ya no se usa, se reprodujo. Los artesanos que la produjeron lo volvieron a hacer. Conseguimos al productor original de las sillas y son hechas en forja de hierro. La acústica perfecta es muy noble, muy nítida”.
Fue este proyecto el que le otorgó a Mantilla de Cardoso el Premio Nacional de Arquitectura de Colombia en 1974, un año después de su construcción. La obra con la que se reabrirá este espacio es un estreno internacional que no solo será una conmemoración de la firma de los Acuerdos de Paz, sino también hará uso de las características musicales del auditorio al ser una producción que contará con más de 800 voces y 100 músicos en escena. Pero más allá de recibir al Cristo Mutilado de Bojayá y talentos nacionales e internacionales, el auditorio guarda las memorias de cientos de músicos que se han erguido sobre sus tablas o asistido como espectadores. Esto, sumado a la armonía y las emociones que pueden transmitirse allí hacen que Sáez crea que en el entretecho de este auditorio en la localidad de Teusaquillo vive un dios de la música.
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Revivir a ese dios no fue tarea fácil, pues los primeros pasos que debieron seguir fueron la realización de los estudios del auditorio, los cuales estuvieron listos años antes de que la situación cambiara con el comité de la Secretaría de Cultura. “Iniciamos con un sistema de incendios muy sofisticado. Qué peligro, el auditorio estuvo años sin un sistema de incendios y cuando la Secretaría nos ayudó con eso fue que todo empezó a fluir”. A partir de entonces, el bucle se rompió, “se destrabó todo el proceso. Fue algo duro y dispendioso, pero para empezar las obras para las que ya estaban todos los estudios y los diseños solo faltaba el sistema de prevención de incendios”. La intervención al auditorio se realizó por fases, luego de completar ese primer requisito, continuaron hacia el sistema de ventilación, modernización hidrosanitaria, el sistema eléctrico y el reforzamiento estructural para acatar las leyes de sismorresistencia. Luego de estas y otras intervenciones, como la limpieza de la madera, entre otras, el auditorio León de Greiff regresó a su antigua gloria con la misma imagen que lució en su inauguración hace 50 años.
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Este lugar, que se convirtió en el hogar de la Orquesta Filarmónica de Bogotá y varias de sus franjas, vino con sus retos. Para Sáez Ibarra, uno de ellos era el temor de hacer algún daño. “La acústica, según me enseñó la arquitecta, es como cuando tú tienes una balanza. Cuando uno iba al mercado que pesaba el arroz. Tú le pones un poquito aquí y un poquito aquí. Y tiene que estar todo el tiempo nivelando y debes hacerlo de a poquito. Cuidadosamente. Para que eso no se desnivele. Ella dice que así se maneja la acústica cuando se está construyendo un escenario. Como íbamos a hacer una intervención tan dura de reforzamiento estructural, menos mal que estaban todos los arquitectos. Estaban todas las personas que intervinieron en el proyecto original”.
Más de mil personas estuvieron involucradas en el proceso de restauración que recién culminó. Luego de incontables reuniones para la integración y armonización de los equipos, finalmente está terminado el auditorio, que para Sáez es como “una nave o un vehículo, más que un edificio. Siento que uno se sube aquí como a un barco. Tiene cosas de bien mueble y tiene de inmueble, porque también es como un instrumento. Es un instrumento perfecto, es una caja de resonancia”.