La concepción estética de la Noche Buena (Opinión)
En 1223, hace 801 años, en un pequeño pueblo de Italia llamado Greccio, se dio origen al célebre pesebre y contemplativo “Belén”, gracias al Santo de la humildad, San Francisco de Asís. Una tradición navideña del siglo XIII, que se hizo real al representarse con personas del mismo pueblo.
Olenka Piotrowska
Más adelante, ya no solamente se representó en forma humana, sino también fue inspiración en varias obras de arte de artistas como El fresco, de Giotto, La Natividad de Jesús —Capilla de los Scroverianos en Padua, siglo XIV—; La adoración de los pastores, de Ghirlandaio, pintado para la Capilla Sassetti en Florencia, en el siglo XV; o Natividad Mística, un fresco pintado por Botticelli —del siglo XV que se conserva en el Museo Galería Nacional de Londres—.
Inspirado en esta imagen, Lorenzo Lotto creó una obra en el siglo XIV y la llamó Nacimiento, que se encuentra en el Museo Galería Nacional de Washington DC, o el célebre pesebre de inspiración teatral que se presentó hasta enero del 2024 en la plaza de Barcelona Sant Jaume, con medidas de 15 metros de largo, 10 metros de ancho y 7.5 metros de altura, realizado por el artista y escenógrafo Ignasi Cristiá, entre muchas otras obras de gran concepción estética.
Según los evangelios de San Mateo y San Lucas, Belén fue el lugar de nacimiento de Jesús y cuenta la historia de que los pastores fueron los primeros en alabar la llegada del hijo de Dios, el Mesías, por anuncio del cielo, dado que ellos pastoreaban, mientras los demás descansaban. Se decía que en la Noche Buena las estrellas resplandecían de belleza como nunca antes y que los animales del rebaño se percibían ansiosos por el anuncio de Dios.
La Noche Buena conmueve al ofrecer esperanza para el mundo; en aquella época, todo giró en torno al acontecimiento por recibir el anuncio de Dios, desde Adán hasta Malaquías, junto a Abraham, Isaac, Jacob y todos los profetas del antiguo mundo declamaban el anuncio y, con un sentido especial, el profeta Daniel.
Una profecía tomada por Isaías (1,3) dice que toda la creación adora al señor: “conoce el buey a su dueño, y el asno el pesebre de su amo, pero Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento”.
Son los tres Reyes Magos quienes, guiados por la estrella y conmovidos por la llegada del hijo de Dios, desean contemplar su revelación. Ellos representan la comunión entre los pueblos de distintas culturas y es aquí cuando invito a pronunciar estas palabras que los fieles recitan en la misa: “Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que aman al Señor”. También esta escena se refleja en una infinitud de cuadros, esculturas o bajorrelieves.
La estrella de Belén indica el camino, representa la luz de Dios y el anuncio del arcángel Gabriel a la Virgen María que en su pureza, amor y fidelidad a Dios, acepta recibir al Niño Jesús, quién es la salvación de los hombres y el redentor del mundo; en compañía de San José quien, en calidad de buen padre y hombre digno, aviva la fe en Dios con fortaleza y determinación.
Esa es la representación y la constitución del pesebre de Belén, principio de nuestros tiempos, esperanza para el mundo y unión entre las diferencias. Deseo hacer recordar estas bellas palabras del inglés anglicano C. S. Lewis: “Hubo una vez en el mundo un pesebre, y en ese pesebre algo más grande que todo el mundo”.
Más adelante, ya no solamente se representó en forma humana, sino también fue inspiración en varias obras de arte de artistas como El fresco, de Giotto, La Natividad de Jesús —Capilla de los Scroverianos en Padua, siglo XIV—; La adoración de los pastores, de Ghirlandaio, pintado para la Capilla Sassetti en Florencia, en el siglo XV; o Natividad Mística, un fresco pintado por Botticelli —del siglo XV que se conserva en el Museo Galería Nacional de Londres—.
Inspirado en esta imagen, Lorenzo Lotto creó una obra en el siglo XIV y la llamó Nacimiento, que se encuentra en el Museo Galería Nacional de Washington DC, o el célebre pesebre de inspiración teatral que se presentó hasta enero del 2024 en la plaza de Barcelona Sant Jaume, con medidas de 15 metros de largo, 10 metros de ancho y 7.5 metros de altura, realizado por el artista y escenógrafo Ignasi Cristiá, entre muchas otras obras de gran concepción estética.
Según los evangelios de San Mateo y San Lucas, Belén fue el lugar de nacimiento de Jesús y cuenta la historia de que los pastores fueron los primeros en alabar la llegada del hijo de Dios, el Mesías, por anuncio del cielo, dado que ellos pastoreaban, mientras los demás descansaban. Se decía que en la Noche Buena las estrellas resplandecían de belleza como nunca antes y que los animales del rebaño se percibían ansiosos por el anuncio de Dios.
La Noche Buena conmueve al ofrecer esperanza para el mundo; en aquella época, todo giró en torno al acontecimiento por recibir el anuncio de Dios, desde Adán hasta Malaquías, junto a Abraham, Isaac, Jacob y todos los profetas del antiguo mundo declamaban el anuncio y, con un sentido especial, el profeta Daniel.
Una profecía tomada por Isaías (1,3) dice que toda la creación adora al señor: “conoce el buey a su dueño, y el asno el pesebre de su amo, pero Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento”.
Son los tres Reyes Magos quienes, guiados por la estrella y conmovidos por la llegada del hijo de Dios, desean contemplar su revelación. Ellos representan la comunión entre los pueblos de distintas culturas y es aquí cuando invito a pronunciar estas palabras que los fieles recitan en la misa: “Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que aman al Señor”. También esta escena se refleja en una infinitud de cuadros, esculturas o bajorrelieves.
La estrella de Belén indica el camino, representa la luz de Dios y el anuncio del arcángel Gabriel a la Virgen María que en su pureza, amor y fidelidad a Dios, acepta recibir al Niño Jesús, quién es la salvación de los hombres y el redentor del mundo; en compañía de San José quien, en calidad de buen padre y hombre digno, aviva la fe en Dios con fortaleza y determinación.
Esa es la representación y la constitución del pesebre de Belén, principio de nuestros tiempos, esperanza para el mundo y unión entre las diferencias. Deseo hacer recordar estas bellas palabras del inglés anglicano C. S. Lewis: “Hubo una vez en el mundo un pesebre, y en ese pesebre algo más grande que todo el mundo”.