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El problema del castellano es que las normas las inventan unos señores de rostro de piedra sin muchas ganas de jugar. Viejos, además, que leen todo pero que hablan poco, y que de tanto pasar páginas cazando errores no salen al barrio a ver qué pasa. Debería importar porque allá —en los medios, las cátedras y toda suerte de inventos académicos y del espectáculo— sólo existe el humor domesticado, hecho bálsamo. El humor en estado puro —ese familiar de la ofensa—, en cambio, se da en la calle. O no se da.
Para que el humor exista debe haber unos códigos. ¿En qué se parece Millonarios a Pinochet? “En que los dos llevan gente a los estadios para torturarla”. Si el espectador no sabe que los hinchas de Millonarios presenciamos un desastre estético cada domingo, y que en la dictadura chilena se usaban las canchas de fútbol para prolongar la muerte, no hay chiste.
Sucede lo mismo con las palabras populares. No conozco palabra en Colombia que provoque más malentendidos que charro. En Españombiano. Nuestra cultura en 200 palabras típicas, el lingüista Néstor Pardo dice que cuando un rolo o un santandereano dicen charro es aburrido. Pero si la palabra está en boca de un paisa significa chistoso, de buen humor, incluso puede ser frase de cortejo: “¡Eres tan charra!”. Si atravesamos el país hacia el sur occidente, en Pasto, es sinónimo de ordinario. En Cartagena, en cambio, tiene otro matiz: se le dice charro a alguien que está borracho.
¿De dónde viene la palabra? Se llamaba charro a los campesinos y jinetes de la región de Salamanca, en España. Cuenta Pardo que el atuendo de ellos era recargado y de mal gusto. La palabra viajó de España a México para referirse a los sombreros enormes que resguardaban de los ardientes valles y desiertos y que eran atiborrados de adornos para las películas de ese país. De ahí aparece el significado en Colombia como algo gracioso, vulgar o sin gracia.
El libro, por pasajes, no elude las definiciones sosas. “Perra: Insulto usado con frecuencia para hablar de una mujer. Sorprendentemente, lo usan tanto hombres como mujeres pues dado lo que significa uno pensaría que habría más solidaridad de género”. Aun así, puede encontrarse allí el origen de algunas palabras típicas colombianas. Vergajo, por ejemplo, “significa pene y viene de verga. Se dice que era un látigo que era hecho de la verga del toro, después de ser cortada, secada y reotorcida”. ¿Por qué los padres de antaño usaban esa palabra para reprender a sus hijos? Quizá porque antes la pedagogía se ejercía punta de látigo. A regañadientes, por lo demás, viene del latín Gannio, que es el gruñido del perro. Si el gruñido es constante, se dice regannio, de ahí la idea de hacer las cosas de mala gana.
En Españombiano. Nuestra cultura en 200 palabras típicas está el repertorio necesario —expresiones sobre amor, fiesta, educación, juicios, insultos— para dejar de fingir solemnidad intelectual y hacer collage, como todo mundo.
Ahora es tú turno, cuéntanos qué palabras conoces de tu región que en otra parte signifiquen algo más.